Capítulo 25

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Era como si el tiempo se hubiera detenido en seco y Michael hubiera salido volando. El hilo de pensamiento de Michael iba casi a una velocidad inhumana, maquinando y conectando todos los puntos posibles, tratando de entender, tratando de comprender qué mierda estaba pasando. Por un momento, el castaño volteó a ver a su alrededor, no se escuchaba más que la regadera de fondo y podía ver como las palmas de sus manos temblaban rítmicamente. Nada de esto podía estarle pasando, no.

Él sabía que Noah no haría eso, tenía que haber una explicación, ¿No? Tenía que haber un motivo, él simplemente no podía hacerle eso.

Pero por más que Michael trataba de autoconvencerse a sí mismo de que nada era lo que parecía, un pequeño pensamiento intrusivo lo atormentó. ¿Y si Noah sí lo hubiera hecho?

Su respiración se aceleró a mil por hora y el pánico lo empezó a consumir, los temblores en sus manos se estaban volviendo tan molestos que ni siquiera podía sujetar nada sin que se le cayera. No podía seguir ahí, no podía esperar a que Noah saliera del baño y luego tener sexo, pues ese era el plan original. La simple idea solo le daba náuseas.

Antes de que Noah saliera, Michael tomó todas sus pertenencias y salió corriendo de la casa, ni siquiera se había molestado en dejar las cosas donde estaban, o sea que, Noah iba a ver todo el desastre. Michael ni siquiera sabía hacia dónde estaba corriendo, solo lo hacía, lo hacía porque no quería pensar, pues ¿qué mierda haces al enterarse de una posible traición?

Después de haber estado corriendo sin sentido durante un gran periodo de tiempo, llegó a su casa de alguna forma u otra. Charles estaba en la sala, posiblemente esperándolo, se levantó cuando lo vio llegar, este estuvo a punto de hablar, pero se detuvo al ver que Michael se encerró en su cuarto. Sea lo que fuera que tuviera que decir, a Michael no le importaba en lo absoluto. El silencio acogedor de su habitación era el único consuelo al sentir sus frías lágrimas recorrer sus mejillas, las veces que había llorado ahí eran demasiadas, definitivamente muchas, convirtiendo su habitación en algo más miserable de lo que ya era. ¿Por qué no tenía ni un solo recuerdo bonito de su hogar? Todo lo que lo hacía feliz estaba fuera de ahí, pero bueno, posiblemente no lo estaría más.

Hubo un momento de la tarde en la que Michael lloró tanto que se empezó a ahogar con sus lágrimas, eran tan intensas y tan constantes que el dolor de su pecho simplemente parecía no desaparecer. No había otro pensamiento más que dolor en su mente, nada coherente, nada que pudiera darle una explicación a esa tormenta que estaba pasando por su mente. Sus ojos estaban tan hinchados que cerrarlos le traía dificultades, quería simplemente, no sé, tal vez dejar de sentir un poco.

Se levantó de su cama con pesadez, alcanzó a ver a su teléfono y pudo ver todos los mensajes y llamadas perdidas de Noah, tan solo pensar en él le daba náuseas. Una vez que se pudo levantar correctamente, este fue directo a su escritorio, donde tenía el pequeño bote de pastillas antidepresivos, originalmente la psicología le había recetado una pastilla por día, pero hoy se sentía tan jodidamente mal que decidió tomarse dos. Tardó unos minutos en hacerle efecto, pero pudo sentir lentamente como su cuerpo se iba liberando, cada vez se sentía menos pesado y cada vez todo era un poco más ameno.

Michael no supo en qué momento se quedó dormido, pero se despertó hasta el día siguiente.

Despertó con un rotundo dolor de cabeza, fue hasta su baño para tomarse una aspirina y calmar el dolor. Con la mente más clara que el día anterior, el castaño pudo por fin pensar al respecto. Por más que las evidencias mostraron más que perfecto que el culpable de los mensajes anónimos era Noah, había algo dentro de Michael que le hacía creer que había alguna explicación al respecto, era imposible que su novio le hubiera hecho algo así, era simplemente inimaginable. Tenía que saber la verdad.

Bajo la Sombra de la MonedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora