Capítulo 4

559 43 5
                                    


Esa fue la primera y última vez que Michael vio a Anthony en toda la semana. En los descansos y los recreos, no importaba que tanto buscaba Michael, Anthony no se veía por ningún lugar. No quería darle muchas vueltas al asunto, tal vez estaba abrumado por el viaje o algo así, algo debía de ser. Aun así, se preguntaba porque Anthony se había regresado antes de completar su año de intercambio. Por lo que había escuchado no lo convencía, ¿lo expulsaron por drogarse? Eso no podía ser, Anthony nunca lo haría, incluso era más probable que él lo hiciera antes que el rubio. Algo no le cuadraba, tenía que hablarlo con Anthony en algún momento.

Pero por el momento, había abandonado la misión de encontrarlo, en algún momento daría con él, pues estaba ansioso por otra cosa. Desde que habían terminado las vacaciones, ya no veía a diario a George, habían prometido verse todos los días de la escuela, ya que en días normales solo trabajaban dos días a la semana. La situación es que, el día anterior, George no había ido al lugar acordado y no le avisó nada a Michael, dejándolo completamente plantado. Michael sabía que George estaba en todo su derecho, pero estaba preocupado, no le había contestado a ninguno de sus mensajes. El castaño estaba más que consciente que su relación todavía no era lo suficientemente avanzada para preocuparse por algo como eso, no era su novio ni nada por el estilo. Pero a pesar de eso, había algo en la situación que lo mantenía inconforme.

Estaba en la última clase antes del recreo cuando volvió a mandarle un mensaje a George, solía contestarle rápido siempre, pero llevaba un día entero sin su contacto. Cuando por fin dio la hora del recreo, todos bajaron rápidamente a los jardines, Michael se quedó para ir al baño antes de bajar. Quería refrescarse un poco y despejar su mente, estaba tan nervioso que le sudaban las manos. Cuando estaba por entrar al baño, escucho la voz de alguien familiar. Era Anthony. Michael entró al baño sigilosamente.

-Callate.

-Callam-.- el otro chico se calló al ver la presencia de Michael.

-Anthony, estás aquí.- Michael por fin había dado con Anthony, era su oportunidad, no podía arruinarlo con su nerviosismo. Volteo a ver al chico de al lado, era Louis Williams, el raro del laboratorio, no pudo evitar una mirada de desagrado hacia él.- ¿Estás aquí todos los recreos o...?

-¡No! Yo solo vine a dejar unas cosas al escritorio de mi mamá, ya sabes.- Michael lo veía incrédulo, no era tonto, había escuchado como hablaba con Louis tranquilamente antes de que él entrara.

-¿Estabas con él o porque está aquí?- El menor entró en pánico, Michael lo pudo notar en su mirada.

-¿Él?- se volteó a señalarlo.- No, para nada, no me hagas reír.- soltó una risita nerviosa.- Solo me preguntó la hora.- Michael lo vio y notó que llevaba un reloj en la muñeca izquierda.

-Pero ¿Cómo te va a preguntar eso si literalmente tiene su propio reloj?- ¿Por qué Anthony simplemente no le decía que solo hablaba con él? Puede que no le agradara Louis, pero se trataba de Anthony ¡Por Dios! Michael lo amaba tanto que podría entender cualquier situación que le pasara.

-Pues no sirve, si sirviera no me hubiera preguntado la hora, retrasado.- no les voy a mentir, a Michael le dolió un poco que Anthony le hubiera hablado así, pero sabía que se lo merecía, después de todo lo que hizo en el pasado para alejarlo de él.

-Da igual, vamos al patio.- Tomó al menor del brazo y lo llevó hasta la salida dejando a Louis ahí. Tenía que aprovechar, Michael deseaba volver a juntarse con Anthony, lo extrañaba, lo extrañaba en todas las formas posibles.- Ya estoy con que te desaparezcas todos los días.- dijo tratando de ser alentador.

Bajaron las escaleras, pasaron por todos los jardines hasta llegar al patio donde se encontraba el actual grupo de amigos de Michael. Algunos de esos niños conocían a Anthony desde antes, pero muchos de ellos no. Era un grupo brusco, se metían con todo el mundo y solían ser rudos, realmente no era del agrado de Michael, pero era lo que tenía y no se podía quejar. Era eso o estar solo.

Bajo la Sombra de la MonedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora