♪~Sonrisas.

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YoonGi sentía un despreciable vacío dentro de su pecho. Una profunda rajadura que se le era imposible sellar y que primeramente se formó en su corazón hace cinco años al perder a la persona que más adoraba y admiraba.

Aún con cinco largas horas habiendo pasado desde que su abuelo lo alentó a sentarse frente al piano que se semejaba tanto al de su papá, YoonGi seguía con un nudo formado en la garganta, y ese nudo se iba apretando más y más mientras se iba acercando al salón de música, en donde tendría que volver a enfrentar aquel instrumento del cual parecía no poder escapar. Al entrar al salón, ya casi todos los puestos estaban llenos. Las filas estaban alineadas en orden de acuerdo a la organización orquestal que se constituía, y cada alumno se ocupaba de preparar y afinar sus respectivos instrumentos, manteniendo conversaciones insignificantes entre sí.

El azabache, por su parte, caminó hasta llegar al piano, deslizándose sobre el tieso banco para quedar al centro. Su vista viajó indeliberadamente a la ventana junto a su instrumento, distrayéndose por colores marchitos. Le agradaba que siempre junto o frente a un piano encontraba una ventana. Era como un descanso para sus ojos y mente al estar ante esas familiares teclas blanquecinas. Ahora las observó con un inmenso desagrado que ya acostumbraba a reconocer. El detalle era que YoonGi detestaba la música. O por lo menos la música que de alguna forma, y en momentos aleatorios, comenzaba a reproducirse en su mente como recordatorio de toda la maldad por la que ha pasado. En raras ocasiones, cierta música estaba atada a buenos recuerdos, pero no era mucha.

Todos los días, parte de él pedía que alzara sus manos y tocara esa bonita melodía. O tan siquiera uno de sus acordes o una simple nota...

Pero no podía.

No cuando conmemoraba a quien ya no tenía.

—¡YoonGi!

El mencionado arrugó la cara, fastidiado al reconocer esa chirriante voz, al mismo tiempo que sintió unos delgados y fríos brazos anclarse a su cuello en un indeseado apretujón que según ella era un abrazo. YoonGi tuvo que contener sus ganas de mandarla a volar de un solo empujón.

—Suéltame —murmuró, notando la atención innecesaria que la rubia había atraído.

—No has contestado mis llamadas —le lloriqueó.

—Obvio que no.

Esta chica, Yun Haru, era rara, o por lo menos para YoonGi lo era y siempre lo había sido desde que la conoció cuando fue transferida a la academia hace unos años por su dotada capacidad tocando el arpa.

A ella se le hacía fácil sacar al azabache de quicio. Quizás era su voz o su habilidad de lograr que cada una de sus oraciones denotara un nivel de egocentrismo detestable, pero sea lo que sea a YoonGi le urgía mantenerse lejos de ella por el bien de su propia paz mental. La desgracia requiriendo esto era que la rubia estaba obsesionada con él.

¿Por qué?

Lo mismo se preguntaba YoonGi cada vez que la miraba.

—Buenas tardes a todos —se escuchó repentinamente, justo cuando Haru había estado por volver a hablar.

El resto del alumnado detuvo sus acciones, fijándose en el alto muchacho que recién había entrado al lugar. SeokJin recibió un coro de murmuras indolentes como saludo mientras acomodaba sus materiales en el escritorio de la esquina, intencionalmente dejando en su maletín las partituras de las piezas que acostumbraban a tocar.

—Bueno... tengo algo que avisarles —dijo, acercándose al atril centrado al frente de la orquesta entera—. He estado pensando bastante sobre el tema del concierto de este año... es decir sobre qué piezas estaremos tocando, y quería pedirles su aportación.

Young & Beautiful | yoonseok |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora