♪~ Mentir.

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El pequeño YoonGi analizaba sus propias manos. Flexionaba sus dedos, abriendo y cerrando sus puños, sintiendo que su piel parecía todavía arder de la noche anterior. Inclusive sus ojos querían engañarle, haciéndole ver cosas que ya no estaban ahí, pues sobre su piel parecían permanecer las marcas rojizas que aquella delgada tira de cuero le había dejado. El pequeño puchero que en su rostro se posó había surgido sin que se diera cuenta, simplemente se formó porque tendría que hacerlo otra vez.

Mentirle a su papá.

Estaba sentado en el sofá de su sala, meciendo sus pies que aún no alcanzaban la alfombra, debido a que su mamá le había dicho que esperara ahí mismo mientras iba a llamar a su papá para que le mostraran la pieza que finalmente había domado. Y YoonGi, pese a que no quería tocar esa pieza, le obedeció, porque le tenía miedo.

La mayor le había dejado más que claras las formas que era capaz de castigarlo si se seguía equivocando, o aún peor, si le decía a alguien sobre lo que pasaba dentro de ese salón de música durante la madrugada.

Miró a sus manos otra vez, y su rostro se tornó preocupado.

—EunHee, sé que YoonGi es bueno tocando piano... —sonó la voz del director Min, quien iba entrando a la sala junto a su esposa—pero, ¿cómo va a poder tocar Moonlight Sonata?

Su mamá apareció frente a él, y sin dirigirle alguna palabra, tomó su mano y lo llevó al piano. YoonGi se sentó sobre el banco en donde su papá usualmente se sentaba. Podía sentir la mirada del mayor encima, pero no se atrevía a mirarlo de regreso.

—Vamos, hijo. Muéstrale a tu papá lo que me enseñaste a mí.

YoonGi suspiró y llevó sus manos al teclado, estas temblando ligeramente, y se concentró en no equivocarse.

La última vez que Seong Gi había escuchado a su hijo tocar, solamente se sabía las notas individuales y los acordes básicos. Le había enseñado una que otra pieza sencilla, pero nada más. Por eso fue que al presenciar a YoonGi, a su adorable pequeñín con quien compartía los mismos ojos y el mismo don musical, tocar aquella pieza compleja sin cometer algún error, su ceño se frunció, confundido más que sorprendido, y permaneció así por la entera duración de esa obra.

Los chiquitos dedos del menor se movían sin señal de dificultad ante su tamaño, algo que el azabache aprendió a dominar bajo las arduas y dolorosas persistencias de su madre. Se concentraba tanto en manejar el tiempo, ritmo y en tocar las notas correctas, que su labio inferior ahora era apresado entre sus pequeños dientes sin que se diera cuenta.

Ni siquiera miró las partituras.

Con sus orbes amplios, el compositor se fue acercando a YoonGi cuando la música se había apagado, dando pasos lentos, hasta llegar a su lado, en donde se acuclilló y acarició la más pequeña espalda.

—YoonGi, ¿cómo aprendiste eso? —preguntó con cautela.

El menor mantuvo su cabeza baja, y su vista sobre las teclas. En su mente repasó las palabras que su madre le había ordenado que debía decir.

—Y-Yo... lo aprendí solo.

—¿Solo?

—Sí, yo... he estado viendo c-conciertos en la tele y... yo quería tocar como los niños grandes.

El compositor se quitó sus gafas, algo en el comportamiento de su hijo desconcertándole. Por el tono de voz que usaba al hablar, sus oraciones saliendo como balbuceos, y el simple hecho que no le miraba directamente, Min supo que algo andaba mal.

—Pequeño, ¿estás cansado?

YoonGi selló sus labios para evitar responder con la verdad. Removió sus manos de encima del instrumento y las escondió bajo sus muslos.

—Yo... yo quiero presentar como esos niños grandes.

A sus espaldas, Kim EunHee sonreía con satisfacción y orgullo al ver ante ella esa mentira prosperar con firmeza, aquella que tanto atormentaría al YoonGi por todos los años que le venían.

Y Seong Gi se sentía inseguro sobre la petición de su hijo, porque en su propia mente y memoria, presentar a tan temprana edad se volvía agotador y exigente de tiempo, y una vez que se entra a ese mundo, no se vuelve a poder vivir sin tener miles de miradas puestas encima. No quería que YoonGi pasara el resto de su infancia de ese modo, pero cada quien tiene sus deseos, y se sentiría como un mal padre si no le cumplía ese deseo a YoonGi. Le permitiría hacer el intento para ver si le gustaba, pues él solo quería que su hijo fuera feliz.

—¿Seguro? —preguntó una vez más, pensando en sus razones.

YoonGi miró desde el rabillo de su ojo a su mamá acercarse a pasos paulatinos. No la volteó a ver, pero descubrió que estaba allí para darle una advertencia que le comunicó por medio de débiles caricias sobre la cabeza, y luego con su mano bajando a su mejilla para hacer lo mismo sobre ella.

Con ese frío tacto, YoonGi no podía respirar.

—Sí —exhaló—. Seguro.

Y entonces, una semana después, el único hijo de Min Seong Gi fue cegado por las luces que apuntaban a un escenario con un piano en el centro, ante el cual el menor presentó Moonlight Sonata, el tercer movimiento, originalmente compuesta por Ludwig Van Beethoven.

Esa noche, YoonGi tuvo que vencer su pánico escénico.

Esa noche, YoonGi le volvió a mentir a su papá cuando el mayor le preguntó si lo había disfrutado.

Esa noche, y el resto que le seguían, Min YoonGi perdió su infancia.

Young & Beautiful | yoonseok |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora