⁓ Llueve sobre mojado ⁓

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Creía que aquella tarde ya no sabría nada de Jon. Necesitaba hablar con él, requería de sus conocimientos sí..., pero también me moría de ganas de verlo. Los minutos pasaban lentos como si las agujas del reloj se hubieran quedado dormidas. "No pienso quedarme esperando", me dije. Agarré el teléfono con decisión y marqué su número sin pensarlo dos veces.

- ¡Justo ahora te iba a llamar, Candela! - Se apresuró a decir. - Tengo compromisos esta noche, pero podríamos vernos... aunque eso incluye aceptar una proposición indecente.

- Me puedo esperar cualquier cosa de ti, Jon, sobre todo si se trata de algo indecente - bromeé, con una risa nerviosa que seguramente se escuchaba en la otra punta de la ciudad.

- Candela... - su sobriedad hizo que me tragara inmediatamente la risita nerviosa que unos segundos antes parecía imposible de contener. - Tengo una cena de gala esta noche, con gente muy importante, y necesito una acompañante. ¿Te atreves a ser mi pareja?

¿Si me atrevía? Sin duda alguna.

- ¡Claro! Estoy encantada - respondí con entusiasmo, mientras mentalmente empezaba a buscar en mi armario el vestido perfecto para la ocasión.



***



Los últimos rayos de sol se escondían entre los edificios dando paso a la noche. El taxi me dejó delante del hotel, Jon estaba esperando en la puerta. Salí del vehículo y él sacó sus manos de los bolsillos del pantalón del esmoquin, deslizando una de ellas por su cabello, como solía hacer, mientras se acercaba hacia mí.

- Buenas noches Jon. - dije con serenidad mientras lo miraba fijamente.

Jon se quedó mudo por unos segundos, alzó sus cejas, colocó bien las solapas de su chaqueta y me ofreció su brazo para ser su acompañante.

- Candela estás deslumbrante. - yo sonreí ruborizada.

Subimos juntos una pequeña escalinata que daba paso al hall del hotel. El ambiente en la recepción era elegante y sobrio a la vez que distendido. Pude reconocer a algunos personajes mediáticos y del mundo de la política. Jon me iba susurrando al oído el nombre y la posición de algunos inversores, diplomáticos, coleccionistas y directivos del museo. Los saludos cariñosos hacia Jon y las felicitaciones por su gran trabajo nos fueron acompañando durante toda la noche. Desde el fondo de la sala una mujer joven y despampanante se dirigía con paso firme hacia nosotros. Era alta, con un cuerpazo de infarto. Las ondas doradas de su cabello reposaban sobre sus hombros cayendo hacia delante sinuosamente hasta el escote, indicando que bajo aquel vestido rojo Chanel se escondía un cuerpo firme y perfecto. Me miró de arriba abajo, y de nuevo de abajo arriba. No llegó a mis ojos, parpadeó serpentinamente hasta clavar su mirada y sus labios amapola sobre el rostro de mi acompañante. Sentí su petulancia golpearme la cara mientras mostraba su preciosa sonrisa perlada al saludar a Jon.

- Hola querido. Pensé que no llegarías nunca. - la mujer volvió a mirarme con desdén - ¿Esta es la chica que te tiene tan ocupado y que está retrasando tanto nuestro trabajo?

Al parecer esa era yo, la mujer que lo tenía tan ocupado. Por unos segundos me sentí deleznable ante la seguridad arrebatadora de la imponente mujer. Pero luego me recordé a mí misma quién era yo y por qué estaba allí, así que me inflé de ego, alcé el mentón y le mostré mí también bonita sonrisa nacarada.

- Disculpa, no nos han presentado, soy Candela, pero creo que eso ya lo sabes. - Sonreí y extendí mi mano para saludarla, ella se volteó hacia mí correspondiendo el saludo.

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