El distinguido señor Balmes me convocó en su despacho, situado en la ilustre Universidad de Barcelona. Me embelesaba transitar bajo la majestuosidad de aquel venerable y enigmático edificio, recorriendo los rincones que, durante décadas, ocuparon los pasos de mi abuelo. De alguna manera, su presencia aún se palpaba en el aire.
Crucé el imponente claustro y ascendí las escalinatas hasta la primera planta, donde se encontraba el corredor de baldosas ajedrezadas y grandes ventanales que alcanzaban el alto techo de madera. Los alumnos estaban en clase, y no había nadie allí en aquel momento; solo mis pasos rompían el silencio al avanzar.
El señor Balmes me aguardaba junto a una de las robustas puertas de nogal.
- Es usted muy puntual, señorita. Acompáñeme a mi despacho. Tengo muchas ganas de contarle cosas sobre su abuelo.
- Es un placer estar aquí con usted señor Balmes, le agradezco mucho que me haya hecho un hueco en su agenda.
- Querida, mi agenda siempre tendrá un hueco para usted - cerró la puerta de su despacho. - ¿Le apetece un té?
- Sí, gracias. - afirmé mientras observaba su alborotado despacho.
Libros, objetos y documentos se amontonaban por todas partes, incluso un sable perteneciente a alguna dinastía china colgaba de la pared.
- Verá, gran parte de mi carrera se la debo a su abuelo. - comenzó a relatar mientras me servía el té. - No dejó que me rindiera y siempre me dio alas para volar muy alto. Fue mi mentor, pero también un buen amigo. Él tenía verdadera fe en el ser humano y el buen hacer. - Balmes se movía con torpeza - Creía en las oportunidades y siempre ayudaba a todo el que podía para que también las tuviera. - Danzaba de un lado a otro del despacho, buscando entre sus cosas, mientras hablaba. - Siempre me explicaba que, - alzó su dedo índice sin dejar de rebuscar - precisamente el hecho de que creyeran en él, le cambió la vida. Llegó a conocer a Toda, pero eso usted ya lo sabrá, - me miró por encima de la montura de sus gafas - que también confió en él. - Ahora removía una montaña de papeles - ¿Dónde lo habré puesto? - musitaba. - Debe estar por aquí, espera, un momento - se detuvo de nuevo - ¿O lo dejé allí? - hablaba para sí mismo reanudando el movimiento.
Se dirigió hacia la estantería de madera detrás de su escritorio. Avanzó con dificultad entre los muebles, dando pequeños golpecitos a los lados con su abultado abdomen, contorsionando su perdida cintura para abrirse paso. Finalmente, tomó una carpetilla de cartón azul Klein situada en un estante, entre libros y figuras.
- ¡Ajá! ¡Aquí está! - Exclamó. - Ya lo tengo querida. - alzó la carpeta moviendo su brazo con gracia - Esto son algunos de los dibujos y bocetos de su abuelo. Verá - sacó una especie de mapa de la carpeta - su abuelo confiaba firmemente que había una cámara secreta tras la sala principal de la tumba de Tutankamón, de hecho, creía que había dos. Lo estudié durante años, pero nunca encontré nada. Otros egiptólogos también lo han considerado así, pero ni con la tecnología más avanzada se ha logrado revelar algo con total certeza. Hace ya un tiempo que lo di por imposible, he pensado que tal vez usted quiera conservarlos. - Balmes me entregó los documentos. - Su abuelo era alguien muy querido por la comunidad historiadora. Un hombre enigmático sin duda alguna. - Añadió mientras colocaba en su lugar las gafas que caían por su nariz. - Todos lamentamos su pérdida.
- Gracias, señor Balmes, es usted muy amable. La verdad es que el día de su funeral apenas cabía un alfiler. Siempre es reconfortante sentir el apego de quienes le tenían cariño.
Ambos tomamos un sorbo de té.
- Hay algo más, - dijo Balmes - estas son algunas de sus pertenencias que quedaron aquí olvidadas, hace tiempo que no sé qué hacer con ellas - me entregó una caja con algunas cosas de mi abuelo - puede que tengan un valor sentimental para usted Candela.
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Agua Amarga
RomansaCandela, víctima de un mundo aparentemente perfecto que ella misma había creado, se encontrará en un peligroso cruce de caminos. El misterio envolverá cada decisión, como un velo que oculta los secretos más profundos. ¿Qué había ocurrido en el pas...