⁓ Sin palabras ⁓

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¿Cómo sería Giselda? Me la imaginaba arrogante como la señorita Rottenmeier. Seguro que era frívola y estirada. Tendría la nariz puntiaguda y estaría seca como un palo. Así divagaba yo imaginando como era aquella espantosa mujer. Seguro que manipulaba a Jon como se le antojaba. El solo veía lo bueno de las personas y estaba convencida que no vería lo malísima que era Giselda.

Mi imaginación me jugaba malas pasadas, rompía la armonía del recuerdo de aquel beso al atardecer del día anterior. Venían a mi mente ideas absurdas sobre una mujer a la que ni tan siquiera conocía. Sentía una extraña tendencia de desconfianza hacia de ella. ¿Serían celos? Nunca había sentido celos, así que pensé que no podía juzgarme a mí misma de una manera justa si no conocía que tipo de sentimiento era ese. Me di el derecho de acogerme al beneficio de la duda.

Jon todavía tenía gestiones que realizar referentes a la venta de la vivienda de su madre, así que me tomé la mañana libre. Desayuné y me fui a la playa con la toalla y un libro bajo el brazo.

No hacía excesivo calor, era agradable sentir el sol en la piel. El sonido del oleaje ensordecía el ruido de mis cavilaciones por unos instantes. Cerré los ojos y me tumbé sobre la toalla. El sabor de los besos de Jon volvía a mi como el vaivén de las olas. Me excitó tanto pensar en él que mordí mis labios hasta hacerlos sangrar. Me ruboricé y me sentí avergonzada por mi evidente estimulación. Intenté controlar mis impulsos, apartar todo aquello de mi cabeza y pensar fríamente. Total, solamente había sido un beso. Mmmm ... ¡y qué beso! ¡Basta! Me ordené a mí misma . No podía encapricharme de él. Siempre había sido una mujer fuerte, no solía dejarme llevar por mis impulsos ni por mis emociones. Solía ser bastante fría y gozaba de una excelente salud mental. Autocontrol, mucho autocontrol. Jon tenía su vida y yo la mía, tarde o temprano volvería a desaparecer y mi helado corazón se rompería en mil pedazos. ¿Quién quiere que le rompan el corazón?, pensé. Yo no. No te enamores de él, solamente pásatelo bien, no te impliques emocionalmente. Me repetía una y otra vez.

Leí durante un buen rato. Leer siempre viene bien para desconectar. Debía ser ya algo tarde y cogí el móvil para ver la hora. Tenía varios mensajes sin revisar. Pensé que podía escribir a Jon para ver cómo le había ido.

- ¿cómo va? ¿Ya has terminado?

- ¡Hola! ¡Sí! De hecho, te iba a escribir. ¿qué tienes pensado hacer?

- ¿Qué tal si te invito a comer? ¿Vamos a Los Tarahis?

- ¡Vaya! ¿Qué celebramos?

- Nada en particular. Te recojo en una hora.

- Ok. Estupendo.

Llamé a su puerta. Recordé todas las veces que lo había ido a buscar, no era precisamente la persona más puntual, le encantaba acicalarse, y vestirse exquisitamente. Además, era pulcro y educado. Sus manos y sus dientes siempre estaban limpios, y olía de maravilla.

No sabía cómo debía actuar con él, ¿le saludaba con la mano?, ¿le daba un beso en la mejilla?, ¿me ponía en modo loba y me lanzaba sobre él? o ¿le daba un pico sin más? Todas esas preguntas se amontonaban en mi cabeza cuando la puerta se abrió.

- ¡Pasa! - comentó mientras la abría y se iba sin ni tan solo mirarme - dame cinco minutos y estaré listo - dijo caminando hacia el baño. - Pilla un par de birras para los dos, es lo único que hay en la nevera. - se escuchó a lo lejos. Aquella no era ninguna de las posibilidades que habían pasado por mi cabeza.

Abrí la nevera, en efecto estaba vacía solamente había un pack de cervezas. Mientras buscaba un abridor en los cajones de la cocina sonó una vibración, miré a mi alrededor y vi el móvil de Jon, no pude evitarlo, miré por encima, solo de pasada, pero miré. Era un mensaje de "Rottenmeier", la tenía guardada como Gis. Solo pude leer "necesito que vengas ya".

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