𝘋𝘪𝘦𝘻

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Faltaban pocos días de la demanda, el chico estaba un poco nervioso pero su amigo y aquel abogado lo animaban, un día antes aquel chico le habían permitido ver a su hija después de tanto rogar.

Caminaba junto con aquel bogado, en un parque de mañana, no había nadie, parecía ser solo Spreen y el abogado aún.

— Vos tenés que dar un gran discurso si quieres recuperar a esa niña.— decía el abogado mientras sacaba algo de su portafolio — No pareces un mal padre, se nota que eres buen padre.—

El pelinegro asintió mientras miraba a su alrededor tratando de ubicar a su hija.

— ¡Papi!.— una voz conocida llamó a aquel chico.

Rápidamente el rulado se volteó viendo a su hija correr hacia él, aquel chico no pudo evitar correr hacia ella abrazándola como si fuera la última vez que la viera.

Bueno puede ser la última vez.

Aquella señora se mantenía callada de perfil bajo acercándose junto con su abogado pasando de largo hacia el abogado de Spreen.

Por otro lado aquel chico solo se concentraba en jugar con su hija y platicar de cualquier cosa.

— ¿Por qué no has venido por mí?— preguntaba la pequeña en un tono medio triste.

Por parte el pelinegro quería decirle la verdad, pero no quería verla más triste...

— ¿No te gusta estar con tu abuela?— pregunto el chico cambiando de tema.

La pequeña negó.

— Me gusta estar contigo papi.— respondía la niña mientras Spreen esbozaba una cálida sonrisa — No hay juguetes, ni gatito.— lo mira — ¿Y mucha?.

Ríe.
— Es Micha linda.— corrigió el padre — Está bien, aunque te extraña como todos — Decía mientras tocaba la nariz de aquella pequeña con un simple pup.

______ río al ver la acción de su padre.

...

Horas pasaron de juego, parecía que ninguno se cansaba, se notaba la ausencia de ambos y el como se necesitaban cerca..

Por otro lado, aquellos abogados solo habían logrado llegar a un acuerdo, aquella niña viviría con su abuela y pasaría los fines de semana con su padre por el bien de ella, solo quedaba el día del juicio para que el juez decida.

Llegaba la despedida, la pequeña no se quería despedir solo quería a su padre de nuevo.

— Ya me voy...— decía aquel padre mientras acariciaba la cabeza de su pequeña — Cuidate...—

— ¿Por qué no podemos estar juntos...?, no haré más cosas malas solo déjame estar contigo.— pedía la pequeña mientras un pequeño sollozo salía de ella.

Para Spreen había sido como una espada clavarse en su pecho al ver que su hija lloraría.

Rápidamente se levantó, tenía que ser fuerte, solo serían unos días hasta que el caso se solucionará por completo.

Aquella pequeña lloraba mientras veía como su padre se alejaba, sin mirar atrás...

— No, papi, vuelve...— pedía aquella niña entre el llanto — Me portaré bien lo juró.— decía la niña mientras intentaba correr hacia su padre.

Una última mirada atrás dio aquel padre para después subirse al carro parecía que de igual manera lloraba...

Un brazo detuvo el movimiento de aquella niña, su abuela quien no le permitía seguir.

— No llores.— decía mientras cargaba aquella niña — Que no te quiera él no significa que más personas no te puedan querer.— decía tratando de "consolar" aquella pequeña.

Por parte la niña limpiaba sus lagrimas, pero al limpiarlas otras salían de ellas.

Era un amor puro de padre e hija que habían entre ambos, aún estando lejos se necesitaban y aunque al padre le negaran lo que más amaba él no dejaría de luchar hasta recuperar a su tesoro.
No podía vivir sin ella, cinco minutos sin ella parecían ser una eternidad para aquel chico... ¿Y ahora?, llevaba casi una semana sin ella, aquel chico sentía que se moría.

Ya no había un equilibrio en aquella cuerda, parecía estar cerca de aquel abismo del cual no abría ningún ángel que le pudiera salvar, su cuerpo cada día estaba más cansado, sus amigo trataban de animarlo para aquel día pero Spreen simplemente no podía, una ausencia del cual estaba listo para pagar si es que en verdad le hizo algo malo a su hija, pagaría aquellas consecuencias sin ninguna queja...

Por el lado de aquella señora..
Uff, difícil su caso, quería a la niña o al menos eso decía.

La señora estaba dispuesta a hacer lo que sea con tal de hacer pagar a aquel chico.

Parecía que no, pero ella quería a la niña pero no la soportaba, la gota que derramó el vaso fue cuando la niña derramó un vaso de agua sobre la mesa.

Aquel chico solo hubiera dicho que no importaba pero la señora, parecía un demonio.

La pequeña no se sentía segura, cada día sentía más miedo hacia su abuela, se ponía día a día en aquella ventana observando a su alrededor tratando de ubicar a su padre.

Pero nada...

No había ninguna señal sobre él, ______ se sentía rota por dentro, tal vez incluso llego a pensar si en verdad era que su padre ya no la quería y la había dejado en ese lugar de tormento.

Cada día la señora mostraba más el como era y Spreen sabía cómo ella era, lo sabía desde hace mucho tiempo.

— ¿Qué tenés ahí?.— preguntaba el chico hacia su amada quien en ese entonces solo era su novia.

— A nada.— respondió simple aquella chica — Mí madre, solo estaba enojada es todo.—

Aquel chico miro sorprendido a su novia, ¿Estaba enojada?, tenía un gran moretón en el brazo izquierdo era como si la hubieran golpeado en el mismo lugar varias veces.

— No te debes dejar ¿Eh?— pedía el chico — ¿Que más mierda te hizo?— preguntaba el rulado en uno tono ya molesto.

— No sé... No creo que quieras saber...

 No creo que quieras saber

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𝐋𝐞𝐨𝐧𝐚𝐫𝐝𝐨 𝐝𝐚 𝐕𝐢𝐧𝐜𝐢
—La dama del armiño.—

𝟏𝟒𝟖𝟗- 𝟏𝟒𝟗𝟎

Cecilia Gallerani, fue pintada en una época en la cual era amante de Ludovico Sforza, da Vinci pintando aquella noble quien no pertenecía a una familia rica, da Vinci la punto por su cautivadora belleza en esa época.

✓// 𝐒𝐏ᛁ 𝘚𝘐𝘕𝘎𝘓𝘌 𝘍𝘈𝘛𝘏𝘌𝘙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora