𝘕𝘶𝘦𝘷𝘦

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Una noche lluviosa mientras el chico lloraba de nuevo sin nadie... Era como si la lluvia hubiera sentido aquel llanto de corazón de aquel pelinegro, llorando junto a él mientras la luna acompañaba aquella lluvia quien parecía de igual forma llorar mientras la luna consolaba a aquella lluvia con su luz ¿Quien consolaba al chico?, nadie...

La carta ya había llegado junto con la fecha, Spreen tenía que ir, no estaba seguro, pero si era por su hija era obvio que lo haría.

Miraba el cielo nublado con los ojos cansados de tanto llorar mientras aquella gatita solo ronroneaba mientras dormía.
El chico se sentía triste y solo, sentía que habían pasado semanas incluso meses sin su pequeña cuando solo había pasado no más de dos días.

Una llamada inesperada llego, el pelinegro tomo su celular leyendo aquel nombre que marcaba.

— Juan...— murmuró para después contestar — ¿Sí?—

— Hola Spreen, se que estás pasando por un mal momento.— hablo aquel amigo — No quiero que hagas una estupidez mientras ella no está, sabes que nosotros te apoyamos y sabemos que no eres un mal padre.— explico — Queremos ayudarte en esto, yo y Ari.—

Aquel chico suspiro entrecortadamente mientras apretaba ligeramente su celular, cada grano cuenta.

— Gracias amigo.— dijo aún disimulando su mal estado — Yo y mis padres ya buscamos un abogado que nos ayudara, vos serás una gran ayuda.— murmuró aquel chico.

Una llamada que en verdad hizo sentir bien a Spreen, tener gente que estaba de su lado y que confiaban en el creyendo firmemente que él no era un mal padre, solo era un padre despistado y muy cariñoso.

En aquella llamada no hubo muchos temas, en principal solo el tema de como funcionara la demanda.

Así como habían cosas buenas así mismo habían cosas malas...
Aquella comunidad del chico había sabido del suceso pues la señora se encargó de difundirlo por todos lados, ganándose el odio de algunas personas.

Habían muchas preguntas que a Spreen le hacían, pero ninguna tomaba en cuenta aquel chico, no tenía tiempo de responderlas estaba en un caso de perdición o bendición.

De nuevo cayó en el abismo, se sentía más cerca que el día que perdió a su esposa, ¿Que pasará ahora?, ¿Que pasa si pierdo?, esas palabras que el argentino se las hacía una y otra vez no ayudaban.

Cada movimiento para aquel chico en este juego solo era un mal paso en sus pensamientos, se sentía más lejos que cerca.

Por parte de la niña, se sentía algo sola, no habían galletitas ni día para jugar a las tacitas de té, solo había silencio, era algo molesto para ella, pues aquella nena estaba acostumbrada al ruido o al movimiento aunque solo sea su padre, la gata y ella.

No había con que jugar más que con una pequeña piedra a la cual la niña le puso dos ojos simulando una mascota a la cual había nombrado Titti.

— Linda recoje tus cosas.— pedía Lucia la abuela mientras ella recojia uno que otro libro.

No había juguetes solo libros, y libros.
Aquella niña nisiquiera podía leerlos porque no sabía.

— ¿Qué hacés?.— pregunto la señora un poco interesada — Caperucita roja ¿Te gusta?.— pregunto Lucia mientras acariciaba suavemente la cabeza de aquella niña.

— No se leer.— respondió haciendo que Lucia dejara de sonreír.

— Bue era obvio.— decía mientras levantaba otras cosas a su alrededor.

No había nada nuevo, siempre era lo mismo, y el mismo libro que jamás podrá leer o al menos hasta que aprenda.

— ¿Tú sabes dónde está papi?.— preguntaba aquella pequeña a su roca.

— Las rocas no hablan.— decía la abuela caminando parándose en el marco de la puerta — Comes en cinco.— dijo para después salir de aquel cuarto.

Aquella niña bajo la cabeza sin sentido alguno, ¿O sí?, se sentía extraña nunca había sentido el sentimiento de...

— Me siento sola...—

La soledad.

[...]

Los días pasaban mientras la niña poco a poco se sentía menos.
Aquella señora no la tomaba en cuenta, solo la tenía ahí, como un simple objeto.

Por otro lado la niña sin nadie, solo Titti, su cuerpo se sentía débil, no quería estar aquí, algunas noches la pequeña solo miraba por la ventana de la sala con la esperanza de ver a su padre llegar en algún momento a rescatarla como una princesa en un castillo.

Pero no...
Las esperanzas de la niña poco a poco bajaban junto con sus emociones, aquella niña que radiaba felicidad, se notaba lo feliz que era antes, ¿Y ahora? ¿Que paso?.

¿Donde está la niña que corría hacia los brazos de su padre?

¿Donde está aquel padre que abrazaba y cuidaba aquella niña cuando tenía alguna pesadilla y la protegía de todo, acurrucandola entre sus brazos?, y el sentimiento... ¿Murió?.

Pues no.

Aquel padre seguía amando aquella pequeña, de la misma forma su cuerpo se sentía débil, tal vez incluso no se sentía listo para el juicio, su amigo le decía que no se preocupara pues.

— El que nada debe nada teme.— decía su amigo para animarlo.

Por parte el chico suspiro frustrado.

— ¿Podes dejar de leer frases motivadoras?— pedía aquel pelinegro mientras acariciaba a su gata.

Aquella gata había sentido de igual forma la ausencia de esa niña como todos los demás...

No sé sentía el ambiente sin un poco de locura por parte de aquella niña, o sus preguntas curiosas como cualquier pequeño.

Todo de ella se extrañaba, los aviones de papel, el pintar, hablar por horas aunque no se le entendiera nada, jugar a las escondidas, todo... El más dolido en esta historia parecía ser Spreen.

Aquel amigo lo observaba con tristeza de igual forma estaba triste y sorprendido a la vez mientras miraba a su amigo.

¿Ese no era el chico que quería dejar en adopción a aquella bebé?, ¿El chico que solo era distante y frío?, parece que todo cambio.

¿Ese no era el chico que quería dejar en adopción a aquella bebé?, ¿El chico que solo era distante y frío?, parece que todo cambio

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𝐉𝐨𝐬𝐞𝐩𝐡 𝐌𝐚𝐥𝐥𝐨𝐫𝐝 𝐖𝐢𝐥𝐥𝐢𝐚𝐧 𝐓𝐮𝐧𝐞𝐫
—Castillo de Norham amanecer.—
𝟏𝟖𝟒𝟓

Uno de los retratos más hermosos y constantes de tuner. En la localidad de Northumberland, Inglaterra, junto a la frontera de Escocia, tuner acostumbraba hacer retratos sobre lienzo con acuarelas hacia aquel castillo cautivador.

✓// 𝐒𝐏ᛁ 𝘚𝘐𝘕𝘎𝘓𝘌 𝘍𝘈𝘛𝘏𝘌𝘙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora