Capítulo 34

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Sentí mis piernas perder fuerza. En realidad, todo mi cuerpo lo había hecho. La cabeza me daba vueltas y, por un segundo, la visión se me tornó nublada. Como si fuera poco, una mezcla de vacío y abrumación me invadieron. En mi pecho no sentía nada, pero en mi garganta había una bola gigante que estaba impidiéndome hablar... y llorar. Quería hacerlo con todas mis fuerzas, pero ya no contaba con esta.

—Por dios... —aquello fue lo primero que Lucas pronunció, llevando ambas manos a su cabeza.

La mirada de Alex iba del cielo hacia mí, sin saber sobre qué o quién detenerse exactamente.

Se dice que cuando pierdes a alguien, una parte de ti se va con ellos y que nunca la recuperas. Aunque dolía, nadie querría que eso sucediera. De otra forma, aquello significaba olvidar a esa persona por completo. Sin embargo, lo que nadie te contaba es que, aunque conocieras a algún familiar que había atravesado una pérdida muy cercana o hubieras sido un fanático de las películas dramáticas, nunca nada te prepararía para sentirlo realmente.

Lo difícil de sentir es que nadie puede verlo. Aunque sientas que tu propio corazón está siendo arrancado de tu pecho con tijeras, ni siquiera un llanto externalizado podría representar el sufrimiento interior retenido.

—Bria, mírame —Alex cogió mi rostro entre sus manos, obligándome a darle mi atención —. Debemos irnos de aquí.

Negué.

Aunque no hubiera nada por hacer, no podía largarme así como así.

—Es mi culpa...

Mi hermano habló. Su mirada continuaba perdida.

—Yo lo traje hasta aquí... Si tan solo... no le hubiera dicho nada... como me pediste... —sollozó entre frases.

No importaba cuánto quisiera consolarlo. Lo único que sabía es que ahora mismo no podía ni conmigo misma, por lo que permanecí en silencio mientras Lucas se adjudicaba una culpa que no le correspondía.

—Habrá sido una muerte indolora, ¿verdad? —la pregunta de Lucas nombrando a la "muerte" me cogió desprevenida.

Memento mori. En mi última clase de Latín en Suiza habíamos hablado sobre morir. Algunas temían mientras que a otros la idea parecía serles indiferente. Sin importar a cuál de los dos grupos pertenecieras, sólo debías recordar una cosa: que, eventualmente, morirías.

Tarde o temprano, aquella llegaba.

—Quiero decir, no debe de haber sufrido dado lo rápido que sucedió...

Él estaba desesperado. Ahora solo buscaba encontrar posibles suposiciones para sentirse mejor consigo mismo.

—Cállate —le ordené, y volvió a sollozar.

—Khalan...

—¡Que te call...!

—¡Bria! —me paralicé por completo.

Era su voz.

Debía ser producto de mi imaginación. En situaciones como estas, la cabeza podía jugarte una muy mala pasada y no permitiría que eso me sucediera. Ilusionarme con la idea de que estuviera vivo acabaría por joderme más de lo que ya estaba.

—Khalan... —volvió a repetir Lucas y, al notar cómo sus ojos se iluminaron, me giré deprisa en mi lugar.

Allí estaba él. Su respiración era muy acelerada, y aquella duda sobre si era real o no acabó por confirmarse cuando el cuerpo de mi hermano impactó contra el de Khalan, rodeándolo con sus brazos.

Era verdad... Estaba con vida.

Podría jurar que sentí como si el alma me regresara al cuerpo. Aunque hundido en el abrazo con Lucas, sus ojos no se despegaban de mí. Tan pronto se apartaron uno del otro, ambos permanecimos paralizados en nuestros lugares, viéndonos. Las lágrimas comenzaban a caer por mis mejillas, y fue entonces que Khalan aceleró su paso hacia mí.

DOMINANTE (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora