Capítulo Extra

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Ryan

- Estás colocando mal los platos. Esos van allá -

- Como que estás muy mandona últimamente ¿no?-le sonreí pícaramente mientras ella fruncía el ceño cual niña pequeña - Me encantas... ¿Sabías? -

- Eres un tonto - sonrió negando con la cabeza. Se veía tan hermosa. Creo que nunca dejaría de quedarme embobado con esos ojos verdes.

- Aún así te mueres por mí- le guiñé un ojo de forma pícara.

- Engreído - me sonrió.

- Odiosa - puso los ojos en blanco, divertida ante mi respuesta.

- ¿Quieren darse prisa? Los chicos deben estar al llegar - mi querida suegra estaba preparando una cena que prometía bastante.

- Sí, claro mamá- respondió Melanie.

- Ehhh.. Ryan. Hay algo en este trasto que no entiendo... ¿le das un vistazo? - intervino mi suegro.

- Robert... me está ayudando - respondió Maggie, quien estaba realmente atareada y necesitaba de nuestra ayuda, pues estábamos contrarreloj.

- Querida, es solo un momento. Tengo que aprovechar que tenemos un ingeniero informático en casa - dijo él.

- Bueno, vale - Mi suegra me dio una "especie de permiso" y fui a ayudar a Robert con su teléfono, o "trasto", como él diría.

Melanie y su madre mientras, continuaron preparando la mesa y dejándolo todo listo, y es que habíamos quedado para hacer una  reunión con nuestros amigos. Estábamos en un receso de la universidad, así que decidimos reunirnos para así pasar un rato juntos como en los viejos tiempos.

De seguro se preguntarán qué ha pasado, pues lo último que debieron saber es que me mudé de ciudad y no se escuchó más de mí. Lo cierto es que aunque fue difícil alejarme de todo y todos, era necesario para poder desligarme por completo de mi padre y sus chanchullos. Al menos pude mantener contacto con mis amigos, aunque poco, por lo menos a través del teléfono. Así que me fui a otro lugar a empezar desde cero, en otro instituto, a la vez que trabajaba en una cafetería, donde también era el encargado de los temas informáticos, ya que una vez que descubrieron mis dotes, los aprovecharon a su favor, y bueno, también yo me vi beneficiado con ello. Así logré subsistir, sin dejar de lado los estudios, ya que me esforcé lo suficiente como para obtener una beca en la mejor universidad de los Estados Unidos, Stanford. Lo que no imaginaba era que esa chica de la que estaba perdidamente enamorado, y a la que no fui capaz de olvidar, estaría allí. Escuché de un evento de bienvenida, y aunque no tenía muchas ganas de ir, mi compañero de cuarto me convenció de que sería una buena idea. Una vez estando allí, con la cabeza algo distraída pues no era mucho mi ambiente, le vi llegar con otra chica. Mi pulso se aceleró de una manera increíble, mi cerebro quedó en shock durante unos instantes. La miré detenidamente, asegurándome de que sí, definitivamente era ella. Había pasado más de un año en el que no la veía, aún así podría describir a la perfección cada detalle suyo. Seguía igual o más hermosa si era posible. No puedo negar que me quedé toda la noche observándola a lo lejos, pensando si animarme a hablarle o no. Lo cierto es que no me atreví en ese momento. Incluso no me fui de allí hasta que la vi marcharse. Pero una vez que llegué a mi habitación se me ocurrió la maravillosa idea de enviarle un mensaje, casualmente el mismo mensaje que le había enviado en aquella primera fiesta de instituto cuando recién nos conocíamos :

*Te veías linda esta noche*

Estaba demasiado ansioso por una respuesta que bueno, no llegó. Así que al día siguiente me armé de valor, ya empezarían con las clases introductorias, y pues me las ingenié para localizarla y la esperé fuera de su salón. Se me hacía extraño no compartir mesa con ella, aunque de eso hubiese pasado ya mucho tiempo. Cuando al salir se encontró conmigo sus ojos se abrieron exageradamente, vi como quedó paralizada, de seguro yo lucía del mismo modo. Con un simple "hola" supe que lo nuestro no había muerto aún. Así que la invité a charlar en la tarde, casi anocheciendo, a un sitio de la universidad en un punto alto, con unas vistas increíbles. Porque claro, si iba a volver a hablar con ella, después de tanto tiempo, por lo menos debía de ser lo más especial posible. Tenía las mejores vistas en frente, y al lado la chica más linda que había visto en toda mi vida. Volver a hablar fue menos complicado de lo que imaginaba, nos contamos cómo nos había ido en todo ese tiempo sin saber el uno del otro, le expliqué toda la situación con mi familia, como me desligué de mi padre y solo mantenía contacto con mi madre y casi a escondidas. A partir de ese momento, cada día la buscaba, comíamos, recorríamos el campus de la universidad juntos, incluso la invité a verme jugar basket, pues había iniciado en el equipo de la escuela. Y así llegó el momento en el que ya no lo soporté más, y al terminar uno de los partidos me dirigí hacia ella y la besé, a lo que me correspondió sin dudarlo. Eso me devolvió el alma al cuerpo. Lo que era un poco más complicado era que su familia me aceptara luego de saber todo, por lo menos su padre. Pero ya había pasado tiempo, y ellos entendieron mi posición, y que yo no era culpable de lo que le había sucedido a su hijo. Supe también que mi padre había dejado de extorsionar a Robert, al parecer ya lo había hecho desde que supo que yo estaba con Melanie, y cuando decidí marcharme, todo lo contrario a lo esperado, simplemente los dejó en paz. Tal vez fue un "acto de amor" hacia mí de su parte, quizás para mantener su conciencia limpia, según él. Lo cierto es que no sé a ciencia cierta lo que pasó por su cabeza. Pero por lo menos ahora, estábamos en paz. Yo no me sentía tan solo, pues tenía la mejor novia del mundo y una familia que me acogió como a uno más, y un grupo de amigos a los que atesoraría de por vida.

Excusas para enamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora