Capítulo 5

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Era extraño. No había explicación, pero quiso pensar en que no actuaba en mala fe. Hizashi sabía que Katla no era una mala persona, y si tomó la decisión de marcharse sin mirar atrás, sin avisar, no debía ser porque ellos no merecieran una explicación, no, debía existir otra razón, ¿pero cuál?

Al regresar a la zona de descanso y divisar la figura de su amigo descansando, recostado en un sofá, se acercó sin dudar. Todavía faltaban unos cuantos minutos para que la última etapa del festival anual de UA continuara, y aun así se encontró sacudiendo el hombro de Shota ligeramente, buscando despertarlo.

¿Eraser? —pronunció, sacudiéndolo con un poco más de fuerza, teniendo cuidado únicamente debido a sus heridas.

Shota abrió sus ojos. La realidad que trajo de la mano el dolor que recorrió su cuerpo le recordó el paupérrimo estado de salud en el que se encontraba, el dolor punzante en sus brazos y aquel bajo su ojo derecho. Emitió un gruñido mientras se acomodaba, abriendo un ojo, el izquierdo, para distinguir la figura de Hizashi.

¿Qué quieres? —inquirió dirigiendo su mirada hacia el reloj que colgaba en la pálida pared —Todavía falta media hora y te dije que no quiero comer. Quiero dormir.

Por un momento lo dudó. No era su problema, pero Hizashi sabía cuánto había significado Katla para Shota. Fueron amigos desde el principio, nunca veías a uno sin el otro, y aun cuando Shota se cerró al mundo tras la muerte de Shirakumo, ahí estuvo ella. Aunque Hizashi mismo le prestó su atención y apoyo a Shota, quien pareció dedicarse en cuerpo y alma a eso, fue Katla. Ella estuvo ahí, incluso cuando Shota no quería que lo estuviera, ella se negaba a dejarlo solo. Era ella quien vendaba sus heridas, quien perdía horas de sueño por acompañarlo, quien aceptaba sus términos y respetaba sus tiempos. Aunque él y Kayama estuvieron ahí para Shota, Katla fue la única que Shota no empujó lejos, y aun si lo intentaba, la muchacha no lo dejaba.

Vi a Katla —fue directo, sin rodeos, porque tampoco había manera delicada de decirlo.

Los ojos de Shota se agrandaron, siendo arrancado casi completamente de su estado de fatiga y sueño. Su corazón latió a una intensidad tan ridícula que parecía que los sonidos dentro su pecho hacían eco en la habitación y no solo en sus oídos.

Ni siquiera supo qué decir. Los pensamientos de Shota se desordenaron de manera tan abrupta que se quedó sin palabras. Aunque se forzó a permanecer impasible, la mirada en sus ojos lo traicionó, exhibiendo el motín que su corazón quería llevar contra su razón.

Dijo que está trabajando, seguramente está patrullando como los demás héroes —añadió Hizashi inmediatamente tras notar que su amigo parecía haber perdido la capacidad de habla.

Los ojos de Shota se clavaron en Yamada, no sabía qué preguntar, o quizá lo sabía pero no quería decirlo; si lo hacía, se volvería real. Inmediatamente el recuerdo de aquel día en el hospital cayó sobre él como un golpe en su espalda, haciéndolo tambalear. Entonces fue real, estaba de vuelta, pero ¿por qué?

Bien. Es lo que los héroes hacen.

Hizashi pestañeó, frunciendo el entrecejo. Claro que no esperaba que Shota saliera corriendo en búsqueda de Katla, había querido que lo supiera porque tenía derecho a saberlo.

Bueno, vamos a beber algo, necesitas hidratarte, momiazawa, o vas a terminar desmayándote por ahí —mencionó Hizashi dándole una pequeña palmada en el hombro a Shota. Si no quería hablar de ello, sabía que no hablaría de ello.

Shota trató de concentrarse en la narración de cada uno de los combates, y lo logró. Logró enfocar cada uno de sus sentidos en lo que sucedía frente a sus ojos, contemplando a sus alumnos, incluso tomando notas mentales de qué debían mejorar, en qué los presionaría próximamente; pero en cuanto el último combate finalizó, perdió el foco.

La imaginaba, se preguntaba cómo se vería, si su cabello continuaría largo, si seguía cambiando su estilo cada vez que se encaprichaba con hacerlo. Si sus ojos celestes todavía tenían ese brillo que a veces lo hizo olvidar los problemas que tenía. Se preguntaba si todavía sonreía como antes, si sus labios se estiraban cada vez que veía algo tan simple como un peluche bonito. Se preguntó tanto en tan poco tiempo, y se vio tan abrumado que no se dio cuenta cuando terminó recorriendo los alrededores del estadio. Se dijo a sí mismo que buscaría algo de comer y luego descansaría, pero su mirada buscaba entre un mar de gente algún detalle que revelase su figura.

Pero no encontró nada.

Era estúpido. Ilógico. Irracional. Si ella quería hablar con él, vendría a él. Aun así, la decepción que se presentó en su pecho apretó su corazón de una manera que jamás admitiría en voz alta. Los recuerdos regresaban a él, esos que creyó enterrados en la parte más recóndita de su memoria, y le hicieron recordar lo que perdió, la manera tan abrupta en que salió de su vida la única constante que quedaba. De un momento a otro se volvieron extraños, y ni siquiera sabía por qué.

Hubo tantas preguntas en su cabeza, y aunque no solía detenerse en el pasado por demasiado tiempo, se preguntó si pudo hacer algo diferente. Si podría haber notado las señales antes y cambiar el curso del destino. Fue hasta más atrás, hasta sus primeros errores. Se estaba asfixiando, su cabeza fue sumergida bajo el agua de un mar de recuerdos. Así que lo suprimió. Todo sentimiento fue suprimido y se forzó a sí mismo a desviarse de ese tren de pensamientos.

No quería desenterrar el pasado, aunque en el fondo añoraba que viniera a él, incluso sabiendo que el resultado de un encuentro sería incierto, aun cuando no sabía qué saldría de eso. 

Sería un explorador en la oscuridad, con un mapa en la mano, pero sin saber qué camino seguir.

Somewhere Only we KnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora