Capítulo 3

185 8 0
                                    

Creía que, pese al último evento, su vida no daría un vuelco tan grande. Estaba acostumbrado a las heridas, a las cicatrices que quedaban tras cada batalla, y a continuar viviendo normalmente hasta que llegase al final de su camino, pero esto... Esto había roto por completo la estabilidad y el balance en su vida dejando un desasosiego que no se iba.

Se preguntaba por qué, después de tantos años, ella estuvo ahí, en esa misma sala. Repudiaba tanto el hecho de que ni siquiera pudo ver su rostro, de que el sonido de su voz fue un susurro y que pese a estar grabado en su cabeza y repasarlo una y otra vez en búsqueda de alguna respuesta o señal, este parecía irse desvaneciendo con el paso de las horas. Se preguntó incluso si fue una alucinación producto de los medicamentos, pero se sintió tan real.

La calidez de su mano se sintió real, y despertó tantos recuerdos.

Lo negaría, de todas formas, al tumulto que había dentro de su pecho y a aquellos pensamientos que como olas agresivas chocaban contra las rocas. Debía ser lógico, lógico y racional, pero cuando intentaba llegar a una explicación lógica, no encontraba nada lógico en esto. No había nada lógico en su súbita aparición. Nada que pudiera aceptar como racional. Nunca hubo nada lógico ni racional en Katla.

¡Hey Shota! —el ruidoso rubio ingresó en la habitación de hospital, pero inmediatamente su expresión de alivio al ver a su amigo en una sola pieza y despierto se desvaneció —Oi, Shota, te ves pésimo.

Aizawa rodó los ojos y ni siquiera se molestó en pronunciar ninguna palabra pese que en el fondo sintiera alivio de ver un rostro familiar.

Dijeron que vino alguien a verte, ¿qué te trajo Kayama-senpai? Yo te traje los libros que me pediste —anunció poniendo una serie de libros sobre la mesa cerca de la camilla, aunque claro, Shota tampoco es que pudiera mover las manos, pero ya se las arreglaría.

Shota cerró sus ojos involuntariamente mientras el aire escapaba por su nariz en un suspiro. Los recuerdos volvían a él: la voz suave de Katla, esas cinco palabras, y la calidez de su mano sobre su pecho al empujarlo contra la camilla. Hizashi atestiguó su tesitura, pero no comprendía la profundidad de lo que sucedía en el mar de pensamientos en la cabeza de Shota.

Oi, parece que hubieras visto un fantasma —Hizashi movió la silla cerca de la camilla donde reposaba Shota para sentarse.

Algo así —masculló Shota, y hubiese apretado el puente de su nariz con sus dedos de no tenerlos inmovilizados ahora mismo. Esto era demasiado para su cansado cerebro.

Al abrir sus ojos se encontró con un Hizashi que esperaba que compartiera lo que había en su cabeza, pero Shota no quería hablar de eso, ni siquiera quería recordarlo y, aun así, con tinta indeleble estaba grabado en su cerebro.

Fue Katla —reveló finalmente. Pronunciar su nombre dejó un sabor amargo en su garganta.

Los ojos de Yamada se clavaron en Shota, seguramente preguntándose si su amigo había perdido la cabeza o si las drogas en su sistema estaban provocando vívidas ilusiones en su cabeza. ¿Por qué Katla? Había pasado demasiado tiempo. No había nada razonable en esto.

¿Estás seguro? —se atrevió a cuestionar el rubio.

Shota simplemente asintió. No sabía qué decir, ni cómo responder. Solo fueron cinco palabras, pero se preguntó desde hacía cuánto tiempo había estado ella ahí o si estuvo esperando a que despertara. Sabía que probablemente Katla no había imaginado que despertaría y seguramente se hubiera marchado después de unos segundos, o minutos... u horas. Ni siquiera entendía qué esperaba Katla de ese momento. ¿Descubrir si estaba vivo? ¿Si sobreviviría?, pero ¿por qué preocuparse si al final decidió marcharse sin siquiera decirle adiós? Si ni siquiera pensó que merecía una explicación antes, ¿por qué aparecer ahora?

¿Te dijo algo? —presionó Yamada con delicadeza porque sabía que Shota no lo comunicaría con facilidad.

No necesitaba tener un coeficiente intelectual superior para darse cuenta que de ese encuentro nada bueno había salido y Hizashi tampoco entendía el propósito del mismo. Fue su amiga. Katla también fue su amiga y ni siquiera se molestó en despedirse de él o de darle una explicación, y claramente su partida también le afectó personalmente, quizá no tanto como a Shota, pero a final de cuentas él también se sintió de alguna manera traicionado. Y si él se sintió así, no imaginaba cómo se habría sentido Shota.

No.

¿Cómo sabes que era ella? —su pregunta nació del hecho de que Shota, hasta hacía poco, tenía los ojos vendados.

Era su voz, Hizashi —pese que su voz llevaba su seriedad característica, había cierta vulnerabilidad en su confesión. No podría confundir la voz de Katla, aun cuando esta tuviera notas diferentes.

Yamada no sabía qué decir, tenía tantas preguntas y no había nadie a quien hacérselas, quizá Kayama supiera algo, o Erin —la hermana de Katla—, pero ahora lo que importaba era que Shota estuviese bien.

¿Y cómo te sientes?

Bien.

Shota no iba a decirlo. No iba a compartir sus pensamientos con él, ni con nadie, no cuando hablarlo lo volvería real. Aún así Hizashi notaba en Shota algo diferente, y no lo culpaba, después de casi seis años, que de la nada volviera a aparecer tenía que afectarle después de todo lo vivido. Yamada tenía muchas preguntas; no solo viejas dudas resurgían, nuevas interrogantes nacían. Quería saber más sobre aquel encuentro entre Katla y Shota, pero también sabía que nada le diría él.

Shota trataba de encontrar alguna respuesta entre sus recuerdos, pero no había nada, absolutamente nada, ni siquiera sabía cómo proceder después de esto ¿debía buscarla? ¿debía olvidarlo? Las viejas heridas volvían a abrirse. La perdió en vida, y cuando creyó que había hecho paz con ello, su fantasma regresó para recordarle que la vida nunca es tan sencilla y que la lógica y racionalidad siempre serán desafiadas.

Somewhere Only we KnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora