Había sido un error, lo sabía, pero durante todos esos años, aunque intentó olvidarlo, como agujas en su nuca, el recordatorio permanente de su decisión traía amargura de vez en cuando, sobre todo cerca de los aniversarios de fechas importantes como el cumpleaños de Shota, la fecha de su graduación e incluso la muerte de Oboro. Cada año iba a dejar flores en su tumba, poniendo crisantemos celestes, azules y blancos. Le echaba de menos. A todos.
Katla se dejó caer en el asiento de un apartamento que no se sentía como un hogar, uno que apenas tenía decoraciones minimalistas y frívolas. Paredes blancas, colores apagados de muebles baratos que no cumplían ningún propósito más que emular que llevaba una vida normal. Lo odiaba, pero sabía que tomar la decisión de irse era imposible. No podía permitirse esas consecuencias que vendrían.
Siempre soñó con convertirse en una heroína que luchase por los necesitados, y pasó años de su vida entrenando incluso antes de ser aceptada en UA. Katla se dedicó a entrenar físicamente debido a que su familia fue una de esas que se aferraba a la arcaica tradición de casamientos arreglados para crear dones más poderosos, sin embargo, con la muerte de ambos progenitores, la responsabilidad que fue puesta en los hombros de Katla y su hermana Erin se desvaneció. Pudieron vivir su vida en paz cuando su abuela materna se hizo cargo de ellas y no perpetuó la cultura que estuvo presente en sus familias por unas cuantas generaciones.
Katla tomó su teléfono, dudaba. Ni siquiera sabía cómo proceder de ahora en adelante. Quería volver a escuchar su voz, preguntarle si estaba bien, incluso disculparse, pero tenía miedo del desenlace Cada decisión acarreaba consecuencias, consecuencias que no sabía si tendría la fuerza de asumir.
Tenía una gran cantidad de mensajes y llamadas perdidas, llamadas que no quería devolver porque sabía ya cuáles serían las palabras que llegarían a sus oídos, y no quería escucharlas.
Y estaba cansada.
No fueron seis años, fueron muchos más. Casi diez años de trabajar de manera incansable, de jugar a los malabares con su vida. No tenía tiempo para ella, no tenía tiempo para nada, y si lo tenía, no podía invertirlo en sus deseos personales.
Suspiró. Debía regresar esas llamadas.
Al pasar los días, calculó sus opciones. Trató de seguir las noticias desde lejos, de enterarse sobre el estado de salud de Shota mientras mantenía su distancia. Usó sus contactos para averiguar lo que necesitaba saber, y lo sentía tan incorrecto, tan criminal. No debía ser así, no cuando Shota había sido parte constante de al menos un tercio de su vida. No se suponía que tuviese que averiguar sobre él mediante terceros.
Pero sus decisiones tenían consecuencias. Toda acción tiene consecuencias.
El humo perfumado de salsas dulces y picantes se mezclaba con el aroma fresco de ingredientes recién cortados, creando una sensación irresistible para sus sentidos, pero no podía permitirse una distracción y detenerse a deleitarse con dichos platillos que eran ofrecidos a quienes visitaban el estadio para presenciar el festival anual de UA.
Su mente estaba enfocada mitad en su deber y mitad en los recuerdos de aquella sala de hospital que la mantuvieron en vela la noche anterior. Al menos no se encontraría con él, o eso fue lo que creyó hasta que su voz despertó todos sus sentidos, y su mirada rápidamente le buscó. Katla alzó su vista, encontrándose con una pantalla enorme que mostraba a un montón de niños participando en una carrera de obstáculos.
No pudo detener ese suspiro. Shota estaba bien ¿bien? No, no estaba bien, había pasado muy poco tiempo. Su corazón fue bañado en preocupación. Que Shota estuviera ahí no significaba que estuviera completamente sano, sino que estaba esforzándose más de la cuenta y la realización apretó su corazón.
Katla fue incapaz de apartar la mirada de la pantalla, no solo por lo que ocurría, sino porque esperaba al menos atisbarlo a él, pero no, solo fue su voz junto a la de Hizashi narrando lo sucedido lo único que podía percibir.
Sacudiendo su cabeza, se forzó a sí misma a continuar rondando entre las multitudes que se agolpaban para obtener una mejor visualización de la pantalla instalada en el exterior del estadio mientras disfrutaban de algún bebestible o comida típica.
Parte de ella quería marcharse, girar sobre sus talones y retirarse de ahí, pero se obligó a mantenerse en calma.
Tras que la segunda parte del festival llegase a un final y decidieran tomar un descanso, pronto todo volvió a llenarse de personas que salían para adquirir algún refrigerio, o simplemente a estirar las piernas antes del comienzo del siguiente acto. Katla continuó paseándose por ese mar de gente, tratando de pasar desapercibida entre el tumulto de personas. Y estaba haciendo un buen trabajo, o eso creía. No vio por donde iba, estaba demasiado distraída.
—Oi, cuidado.
Una voz familiar, y dos manos en los hombros de Katla la atraparon, buscando, gentilmente, que mantuviera el equilibrio, y no fue hasta que ese par de ojos celestes se elevaron para encontrarse con un par de familiares ojos verdes, que sintió que su corazón dejó de bombear sangre.
—Oi, ¿Katla? —preguntó el rubio, sus manos permanecieron en los hombros ajenos.
Ah. Así que era cierto, estaba viva y rondando por aquí. Las preguntas se agolpaban en la garganta de Hizashi mientras Katla, con delicadeza, tomaba las muñecas de Hizashi para que dejara de sostener sus hombros. Katla mentiría si no dijese que había practicado mil y un veces qué diría en caso de que llegara a encontrarse con un rostro familiar, sobre todo tras aquel día en el hospital.
—Hizashi —respondió con una tenue sonrisa, su voz incluso llevaba notas mezcladas entre retraimiento y vergüenza. No era su usual tono de voz, su tono de voz siempre llevó notas alegres.
Ah, ¿tenía siquiera el derecho de llamarlo por su primer nombre?
—¿Qué haces aquí? —Hizashi interrogó a ese fantasma del pasado cuyo nombre acarreaba solo dudas y ninguna respuesta.
—Trabajando —respondió forzando una media sonrisa en sus labios.
Hizashi la escudriñó de arriba abajo. Katla se veía normal, su cicatriz en el lado izquierdo de su cara seguía ahí, su cabello lavanda recogido en una coleta y su ropa de civil difícilmente la hacían destacar entre un mar de personas. Yamada asumió que se trataría de quizá una misión que requería de alguna forma discreción, pero eso era irrelevante ahora mismo.
—¿Por qué fuiste al hospital?
Katla abrió sus ojos ligeramente, más de lo normal. No podía esperar menos de Hizashi, pero lejos de sentirse ofendida, una risa silenciosa sacudió su pecho.
—Estaba preocupada por Shota. Escuché lo que sucedió en la USJ y quería asegurarme que estaba bien, nada más —a pesar que su voz era un sonido calmo, no significaba que su corazón no latiera agitado. Debía tantas explicaciones, pero no era el lugar ni el momento.
Yamada entrecerró los ojos, inclinándose ligeramente en dirección a Katla, como si buscase leer entre sus palabras o expresiones. Sí, había algo diferente en ella, pero no sabía exactamente qué.
—Lo sé, ni siquiera necesitas decirlo, Hizashi, pero estoy trabajando ¿vale? —trataba de mantenerse en calma, que su voz no sonase amenazadora ni molesta, porque no lo estaba. Por el contrario, los sentimientos en su pecho, eran diferentes a los que expresaba con esa sonrisa calma en sus labios.
Hizashi entrecerró sus ojos todavía más, inclinándose en dirección a la mujer, pero manteniendo una distancia prudente siempre.
Katla no agachó la mirada, no huyó; sostuvo la mirada de Yamada pese a lo incómodo de la situación. Finalmente suspiró, y tras una pequeña reverencia dijo:
—Debo marcharme... cuídate.
Y dio el primer paso para retirarse de la escena.
Había tomado una pésima decisión, pero desde el momento en que fue asignada a Musutafu, supo que las posibilidades de que esto sucediera incrementarían drásticamente, sus caminos estaban destinados a cruzarse, y aunque planeó en su mente las diferentes posibilidades y resultados, a la hora de enfrentarse a la realidad, estaba indefensa.
Se sentía como una exploradora en la oscuridad, con un mapa en la mano y miedo de seguir adelante.
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Somewhere Only we Know
Fanfikce¿Qué haces cuando la persona más importante en tu vida desaparece sin previo aviso? ¿Cómo sigues adelante cargando el peso de tantas preguntas sin respuesta? Katla Aihara fue su ancla, el sol en su invierno. Todo. Y Desapareció sin una palabra, deja...