Capítulo IV

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El viaje se realizó sin mayores contratiempos, y para gusto de la anciana podía ver que la pareja estaba mucho más relajada y cariñosa. Suspiraba de alegría por haber conseguido ese triunfo. Al llegar a la residencia de William en Londres, fueron recibidos por George Johnson, el administrador y mano derecha del cabeza de los Andrew. Éste les dio la bienvenida y comunicó que el señor tomaría el almuerzo con ellos una vez terminara una reunión de negocios.


-Lamento que no haya podido ir William a recibirnos, pero al menos ha tenido el detalle de hacernos espacio en su agenda. Él está siempre tan ocupado.


Se queja Elroy, pero dejando entre ver que, aun así, se siente orgullosa de que su sobrino sea un hombre de negocios exitoso y que mantiene el imperio de la familia en alto. Finalmente, un caballero de porte alto, fornido, cabellera rubia y ojos azules entra en la residencia; William Albert Andrew hacia su acto de presencia para poder compartir con los recién llegados.


Los saludos fraternales no se hicieron esperar y la conversación rodó en torno al pesado viaje, obsequios y el estado de los demás integrantes de la familia, cuando el mayordomo anuncio la llegada de otros invitados más.


-El señor y la señorita Legan.

-Hazlos pasar Steven.

-Buenas tardes a todos, tía abuela. Qué gusto verla después de tanto tiempo.

-Eliza, querida. Gracias por venir, estás tan hermosa.

-No tanto como usted tía. Me alegro que hayan llegado con bien.


Responde la joven a los halagos de la mujer para luego seguir saludando a los demás presentes.


-Primito, qué bien te veo... veo que la vida de casado saca tu mejor parte.

-Hola Eliza, también me alegro de verte.

-Hola Candy, que bueno verte después de tanto tiempo.

-Eliza, me alegro ver que tú también estas bien, tan guapa y elegante como siempre.

-Eso siempre querida.


Puntualizó la recién llegada, si bien no es que fueran grandes amigas, procuraban mantener una tregua apacible entre las familias. Para Eliza no le fue fácil de aceptar y asimilar que el amor de su juventud haya preferido y terminado casándose con otra, aún le guarda cierto recelo después de tanto tiempo. Por otro lado también estaba Neil quien también le había hecho pasar malos momentos a la rubia, también había sido hechizado por sus encantos y estuvo obsesionado por querer obligarla a convertirla en su esposa, pero cuando Anthony se enteró de sus perversos movimientos le propinó una gran golpiza después de haber estropeado la fiesta donde tenía planeado anunciar a todos que se casaría con Candy.

Le habían hecho creer que el rubio ya no tenía interés en ella pues hacía un año que no tenía noticias sobre él, le prometió una fiesta de cumpleaños para animarla y hacerle olvidar también a ese infeliz, cuando lo que  tenía planeado era forzarla a aceptar su compromiso declarándose en público; tenía bien escondidas las cartas que ellos se escribían, las había interceptando todo ese tiempo con las esperanza de que se desilusionara y finalmente así poder consolarla y ganarse su afecto. Finalmente no pudo conseguir lo que quería pues Anthony apareció en ultimo momento echando a perder sus planes.


Ahora, tras los saludos entre los caballeros pasaron al comedor para disfrutar de los manjares preparados para el momento, luego comentaron las diversas actividades que podrían hacer en su estadía por la ciudad, y sobre todo, amenazó Elroy:


-William, ni se te ocurra en lo más mínimo involucrar a Anthony en los negocios, él está de vacaciones con su esposa. Déjalos que pasen tiempo a solas.

-Tía por favor, ¿Cómo se le ocurre decir eso?

-Ha, ha, ha... no se preocupe tía, me parece que bien puedo dejar que mi sobrino se tome unas vacaciones, tras el trabajo arduo que ha estado haciendo todo éste tiempo en Chicago hace que se lo merezca. Ya le diré a George que saque la correa y lo pasee por la ciudad si hace falta.

-¡Albert, ni que fuera un perro para que George haga eso!

-Ha, ha, ha...


La risa fue la respuesta de todos, pues siempre habían hecho la comparativa de que Anthony era un gran sabueso para los negocios y había logrado grandes contratos en las oficinas de Chicago, trayendo buenos beneficios a las arcas de la familia.




Los siguientes días eran llenos de salidas a los museos, parques, presentaciones en el teatro y alguna que otra fiesta a la que eran convidados los Andrew. Aunque había algo que tenían que arreglar, y era el asunto de la venta de la residencia en Escocia, por lo que la pareja se presentó en la oficina de William para ponerse al tanto.


Éste les informó cómo se habían estado llevando las cosas todo ese tiempo y los detalles del negocio actual.


-La casa ha estado abandonada todos éstos años, de vez en cuando ha ido George para corroborar su estado; le paga a una pareja de ancianos que se encargan de su mantenimiento. Pero ahora ha salido alguien interesado en adquirir la propiedad, y me parece que sería bueno venderla ya que nunca la habéis usado como residencia ni como estancia en los momentos de vacaciones, pero claro, es comprensible que Candy desee mantenerla siendo el lugar donde vivió de pequeña con sus padres. Es un factor sentimental, pero los negocios no siempre se deben hacer por esas razones.

-Entonces la venta del inmueble es lo mejor ¿cierto?

-Sí, pero como te repito, es una decisión que debe tomar Candy no tú Anthony.


Los ojos de los caballeros se posan sobre ella; el del mayor esperando que la joven pueda pronunciar palabra alguna, y el de su esposo con la idea de que ella secundaría lo dicho. Para Candy no era algo fácil pues en ese lugar estaban los recuerdos de su niñez, los últimos momentos compartidos con sus padres, aunque bellos, a veces le eran dolorosos ya que desde ese fatídico día nunca más pudo volver a vivir en esas estancias.


-Si quiero ser objetiva y poder tomar la decisión correcta, creo que lo más acertado seria poder visitar el lugar. Así puedo darle un último vistazo y despedirme de todo.

-Creo que es lo más adecuado Candy. Cuando quieras puedo pedirle a George que haga los preparativos para la visita, tú sólo debes decir cuándo y así será.

-Muchas gracias Albert. Buscaremos el momento con Anthony las fechas para ese viaje.

-Pues no se diga más... podemos partir mañana mismo.

-¿Están seguros?


Pregunta nuevamente Albert, sentía que su sobrino se estaba precipitando en la decisión sin dejar que Candy lo pudiese valorar mejor. Espera a que ella pronuncie algo:


-Sí, no hay problema alguno.

-Bueno, si es lo que quieres Candy, le diré a George que tenga todo listo.

-Muchas gracias tío. Nosotros nos vamos ahora, te esperamos para la cena.

-Así será... hasta luego, id con cuidado.


Finaliza el hombre y se pone en pie para despedir a la pareja; Anthony fue el primero en abrir la puerta y casi salir corriendo de ese lugar, momento que aprovechó Albert para tomar del brazo a la rubia y decirle suavemente:


-Si no quieres hacer la venta, Candy, no lo hagas. No estás obligada a ello, diga lo que diga el cabezón de tu marido.

-Lo entiendo y agradezco tu preocupación, siempre has sido muy considerado conmigo, por lo que no dejaré de tomar en cuenta tu consejo Albert.

-Está bien pequeña. Que tengas un lindo día.


Y sin más, le da un beso en su muñeca y la termina de despedir. Para Albert no pasa desapercibido ese dejo de tristeza que la joven se esfuerza en esconder, puede que sea por los recuerdos o los sucesos pasados, de los cuales él está muy al tanto de todo; sólo espera que muy pronto Candy vuelva a ser la misma chica alegre y vivaz que fue una vez.



El regreso a la mansión fue sin mayor novedad, Anthony estaba seguro que vender la casa era un buen negocio y que su esposa lo seguiría en su idea. Por su parte Candy no sabía qué pensar muy bien, se empezaba a sentir agobiada con todo ello y comenzaba a creer que entre más rápido se zanjara el asunto, más rápido podría volver a sentir calma en su corazón.


Para la hora de la cena apareció Neil en la residencia para compartir con la familia, estaba en el salón a la espera de que la tía Elroy bajara y de que Albert regresara de la oficina, por lo que se encontraba a solas con su prima política hablando de trivialidades sin sentido, cuando en eso aparece Anthony y los encuentra a los dos sentados en el mismo sofá. Candy reía ante el comentario que había hecho su acompañante, gesto que hizo que el corazón del rubio se alterase y una punzada de celos le atravesó el pecho.


-¿Por qué de repente mi primo tiene interés en hacer sonreír a mi esposa? Están demasiado cerca, y el escote de ese vestido es demasiado provocador ¿Cómo se le ocurre a ella vestir de esa manera?


Rumiaba esos pensamientos posesivos en una fracción de segundos, lo que menos quería es que Neil estuviese tan cerca de su señora. Se aclaró la garganta para hacerse notar en la sala, logrando con ello atraer la atención de los presentes.


-¿Se puede saber qué es lo que dice Neil que le causa tanta gracia a mi esposa?

-¿Celoso primo? Eso quiere decir que me consideras un rival, que temes perder a tu señora ante mí... qué halagador.

-¡No digas tonterías Neil!

-Pierde cuidado primo, no me gusta involucrarme con mujeres casadas, al menos no con la tuya... eso sería entretenido, pero demasiado agotador cuando se enterasen nuestras familias.

-Neeeil... no me provoques.

-¡Ya! Por favor, parecen niños... Anthony, Neil sólo me estaba pidiendo disculpas por todas las travesuras que me hizo cuando pequeños, nada más.

-Así es querido primo. He de decir que, si no me hubiese comportado como un patán en ese entonces, puede que tu señora hoy en día sería la señora de Neil Legan, nada más. Nada de lo que preocuparse.

El ceño fruncido de Anthony evidenciaba su disgusto y que analiza lo expuesto, Neil no tuvo más remedio que ponerse en pie y darle una palmada en el brazo, realmente estaba disfrutando de la reacción de su primo, pues él siempre se había demostrado ser protector con la joven desde un inicio.


-Me temo que haberle lanzado ese jarrón de agua cuando llego a la mansión Legan no fue una de mis más brillantes ideas. Lo admito, y pido perdón por ello... ¿Me dejarás poder compensarla por mi desfachatez?

-¿Qué se te está cruzando por la cabeza, precisamente?

-Pues... ¿Qué te parece éste precioso collar?


Le dice a la vez que saca un estuche de terciopelo de su chaqueta para luego entregárselo a la joven. Ese gesto terminó de encender el mal genio del rubio.


-¡¿No le estarás dando una joya robada para volver a culparla?!

-Pero ¿Por quién me tomas?


Ante la pregunta absurda Anthony sólo rodó los ojos para terminar mirándolo de una manera amenazadora.


-Está bien... ya sé que tengo precedente con ello... pero no, para tu satisfacción éste es un obsequio limpio. Ella será la primera persona que lo use, lo compré y traje exclusivamente para Candy.

-Mi esposa no necesita que otro hombre le esté regalando joyas, puede comprarse las que se le antoje.

-Oooh... eso quiere decir que ¿Ni siquiera te tomas la molestia en dedicarle un poco de tiempo en buscar un obsequio a tu amada? Primo, ¿Desde cuándo te volviste tan desabrido?

-Neil, no me provoques.

-Al contrario, primo, eres tú quien está quedando en evidencia. Me pregunto qué dirá la tía si se entera que tienes tan descuidada a nuestra querida Candy.

-Por favor... ya está bien, ésta broma está llegando muy lejos. Neil, por favor basta ya.

-Está bien. No digo más.


Finaliza el joven para volver a tomar asiento junto a la joven, pero al ver la mirada aniquiladora de Anthony volvió a soltar una risotada para después levantarse y ubicarse en otro lugar. Mientras que detrás de la puerta Albert había escuchado toda la conversación y le daba la impresión que había algo que su sobrino ocultaba, lo intuía, pero no quería admitir que éste fuera a ser tan estúpido teniendo a Candy como esposa. Así que decide hacerse notar ante ellos, quienes le saludaban como si nada hubiese pasado, aunque era evidente la tensión en el ambiente. Seguidamente aparece Elroy y finalmente pueden pasar al comedor para disfrutar de los alimentos.

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