Capítulo XXII

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Los días siguientes parecía que alguno de los dos estaba procurando que se dieran esos encuentros casuales. Candy en un principio se sentía incómoda y se recordaba que se había prometido mantenerse alejada de Grandchester, por el bien de su honor y su consciencia, pero cada vez le era más complicado cuando se terminaban encontrando hasta en la vuelta de la esquina, aunque no podía negar que realmente se la pasaba bien en su presencia.

Poco a poco empezaron a sentirse más cómodos en la compañía del otro y ella aprendía a esquivar graciosamente sus insinuaciones y atrevidos comentarios. Esa noche había aceptado su invitación al teatro y luego a cenar, ya en el recibidor de su casa Candy le estaba agradeciendo por una velada estupenda cuando él se atreve a besarla, algo que ambos estaban deseando desde hace mucho, pero que no se habían atrevido a pedir.

Sí, realmente lo deseaba. Ese hombre le atraía, seducía y hacía sentir bien. Con manos diestras se aventura a recorrer su figura logrando estimular y encender su deseo; no había tiempo para buscar la alcoba por lo que la sube a la mesa que estaba ahí en la entrada para luego posicionarse entre sus piernas. Su boca besa la sensible piel en su cuello mientras que su mano hurga en su centro; Candy se estremece por las caricias y deja que él haga lo que se le antoje.

Terry se baja la cremallera de su pantalón para dejar libre a su miembro que está ansioso por penetrarla. Le quita la ropa interior para poder tener acceso, luego lleva su falo hasta su sexo y lo roza de arriba abajo para estimularla; siente la suavidad de sus labios y como éstos se humedecen, su garganta suelta gemidos que le indican que está lista, por lo que se introduce hasta llenarla por completo. Devora sus labios vorazmente mientras mueve sus caderas una y otra vez. Candy se aferra a ese cuerpo en un abrazo mientras siente que la cara le arde; le arde de vergüenza, de placer y éxtasis.

Había estado conteniendo sus ganas por tanto tiempo que poder estar así finalmente era una maravilla. Siente como las paredes de su vagina se contraen cuando llega a su orgasmo, por lo que le roba el aliento con besos mientras llega a la cúspide de su placer. No puede evitar sentirse satisfecho y a la vez molesto consigo mismo por haber terminado tan pronto.

Se da cuenta que ella aún está aturdida, así que tras acomodarse los pantalones la levanta en brazos y la lleva a su habitación. Candy se ríe como una niña mientras él la carga, no se puede creer que lo esté haciendo, aunque lo agradece. Le indica en dónde está su recamara y la deposita suavemente sobre la cama.

-Eres una mujer muy encantadora.

-Por favor, no me digas.

-Sí, con esos ojitos y boquita seductora has conjurado un hechizo sobre mí, ahora soy tu esclavo y me siento en la obligación de satisfacer esos pensamientos pecaminosos mi estimada señora.

-¡Yo no tengo pensamientos pecaminoso! Eso los tendrás tú.

-Ves, eso es por ti... mira lo que me obligas a hacer.

Se mofa a la vez que empieza a quitarle la ropa para depositar besos en cada centímetro de su piel. Candy se ríe pues no se cree que esté haciendo eso, pero se deja acariciar y que ese hombre le haga sentir como una mujer... y viva.

Acarician sus cuerpos y se entregan a la pasión. La hace girar sobre la cama para enseñarles posturas y movimientos que le propinan placer a su gusto, y agotan todas sus energías. La rubia se desploma a un lado sintiendo que no puede seguir más el ritmo.

-Por lo visto eres inagotable.

-Mmm... eso siempre me pasa cuando tengo un hermoso pastelito por comer.

-¿Ahora soy yo un pastel?

-No, tú eres mi método para evitar engordar por el postre de la cena. Y lo hago con sumo placer...

Le susurra al oído mientras su mano toca el cuerpo femenino, aprieta su trasero y luego lo acomoda para poder tener acceso. Candy se asusta al percibir que quiere entrar por donde no es.

-¡Ey, ahí no!

-¿Estás segura? Porque te puedo decir que lo puedes disfrutar... y mucho.

-¡No! ¡Ni se te ocurra!

Exige casi en pánico e intentando levantarse de su lugar, no estaba dispuesta ni preparada para eso, además de brotar un pensamiento el cual no sabía si debía o estaba segura de querer saber. ¿En dónde aprendió o quién le mostró que se puede tener sexo por ahí? Sin embargo, sus pensamientos se detuvieron al recibir esas caricias que suelen derretirla, entonces siente como vuelve a ser penetrada mientras Terry la abraza y muerde su oreja, son envueltos nuevamente por el placer y los gemidos inundan el lugar.

Él la hace girar para terminar boca abajo mientras sigue con sus contundentes arremetidas, Candy se agarra con fuerza a las sábanas mientras Terry se introduce vez tras vez hasta que alcanzan el clímax juntos. Luego vuelve a la posición anterior para poder seguir abrazándola mientras recuperan el aliento. Sin darse cuenta se quedan dormidos plácidamente.

A la mañana siguiente se encuentran tomando el desayuno conversando graciosamente sobre lo adolorido que sentía el cuerpo Candy cuando llega su amiga Patty.

-Buenos días Candy, hola Terry.

-Hola Patty ¿Qué te trae por aquí?

-Vine porque... bueno...

-Anda... habla que me estás asustando.

-Es que... verás. Estoy muy preocupada, me acabo de enterar que la abuela se escapa por las noches.

-¡¿Qué me estás diciendo?!

-Sí. No sé a dónde va, y hoy cuando le pregunté me dijo que eran invenciones mías... pero yo sé que no es así, no tengo ni idea en lo que se está metiendo.

-Tranquila Patty, seguro no es nada serio.

-Ya, pero ¿Qué hago?

-Siempre puedes perseguirla.

-¡Terry!

Le reprocha la rubia por su poco tacto, él se disculpa con una sonrisa y se explica.

-Bueno, si no quiere decir qué es lo que hace, de alguna manera tiene que averiguarlo. Lo que se me ocurre es eso, nada más.

-Sí... él tiene razón. ¡Ay! Pero no... yo no me atrevo.

-Bueno, no te preocupes, puedo hablar con ella. ¿Te parece?

-Gracias... muchas gracias Candy, sabía que tú podías ayudarme.

-Para eso están las amigas.

Le dice para tranquilizarla. Terminan de tomar el desayuno y la rubia le asegura que ella se encargará de saber lo que estaba pasando, esa misma tarde se pondría en eso. Terry se despide de las damas para ir a su trabajo.

Las amigas conversan un poco más, para Patty se estaba volviendo natural encontrarse con el señor Grandchester en casa de la rubia, aunque al principio se sintió un poco abochornada cuando ella le había confesado que eran "amigos de sábanas" se sentía feliz porque veía a una nueva Candy florecer cada día.

SEÑORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora