Ya es de tarde y Candy decide ir caminando hasta el lugar donde se encuentra su antigua casa, no queda muy lejos de la residencia de los Andrew en Escocia. A su mente venían imágenes de ella de pequeña correteando por esos lugares, subida a uno que otro árbol y una niñera corriendo detrás de ella toda preocupada de que la chiquilla terminase haciéndose una gran lesión. Domingos de picnic con sus padres, o subidos en un bote para pescar algo en el lago que se encuentra en el lugar.
Finalmente sus pasos terminan a la entrada de su antiguo hogar, y un pesado suspiro se escapa de su pecho, debía enfrentarse a su nueva realidad; la ausencia de sus padres y decidir de una vez en vender o no la propiedad. De presto se escuchan las voces de unas personas que se encuentran en el terreno y para mayor sorpresa de la joven no se trata de los señores que cuidan del lugar.
Por lo que logra entender es de alguien que está dando instrucciones de las remodelaciones que quiere hacer o mejor dicho...
-Habrá que derribarlo. Al final de cuentas el aspecto actual no se compara al proyecto en sí que deseo construir.
-Entendido.
Cuando pudo comprender lo que esos hombres estaban diciendo, inmediatamente Candy actuó impulsivamente.
-¿Derribarlo? ¡De ninguna manera! ¿Quiénes se creen que son para tomar tal decisión?
Las palabras de ella atrajeron completamente la atención de los hombres, quienes se sorprendieron ante su presencia, pero uno reaccionó más rápido y le contestó.
-Eso no es de su incumbencia señorita, por favor no se entrometa en asuntos que no le conciernen.
-Por supuesto que me conciernen por completo. Ustedes se encuentran en una propiedad privada sin permiso.
-¿Y usted cómo sabe eso?
-Porque yo soy la dueña, ni más ni menos. Así que les sugiero que vayan desalojando el lugar de una vez si no quieren que llame a la policía y les acuse por allanamiento a la propiedad privada.
-Con que usted es la propietaria. Me parece estupendo, déjeme decirle que el señor William me ha concedido el permiso para poder estar aquí.
-¿A santo de qué?
-A santo de que soy la persona que está interesada en adquirir la propiedad. Soy...
-Ahórrese las presentaciones señor. No estoy interesada en conocer a la persona que tiene la absurda idea de derrumbar éste lugar.
-Bueno, eso es algo que puedo decidir o no, si llega a ser de mi propiedad.
-Pues ya puede ir esperando sentado, porque no pienso acceder ante tal atrocidad. Éste lugar es hermoso, aquí viví los mejores años de mi vida, cada estancia está cargado de recuerdos y...
-Me temo que el sentimentalismo no es bueno para los negocios señorita. Si se deja llevar por ellos puede perder una gran oportunidad... salvo que si lo que desea es que mejore mi oferta, podemos llegar a un acuerdo... ¿Qué le parece?
Le insinúa el caballero con picardía, se había acercado peligrosamente hasta ella para poder tomar un mechón de su cabello dorado. Por un momento fugaz esa mirada azur captó su atención y siente que le está desplegando sus encantos coquetos, pero no puede dejarse llevar, debe mantener la compostura.
-No sé por quién me está tomando señor, pero no crea que voy a caer con una treta tan rastrera.
-Bueno, si lo que desea es mantenerlo en el plano profesional, dígame una cifra.
-¿Qué cifra es esa lo suficientemente necesaria para derrumbar éste lugar? ¿Por qué desea hacerlo?
-Digamos que tengo mi interés personal... saber que en éste lugar fue donde copularon mis padres y del resultado de eso fue la concepción de mi persona no es algo que me de mucha alegría.
-Pero ¿Qué dice?
-Demasiada información, pero la necesaria para que sepa de una vez, que si hago todo ésto es por interés. Soy un hombre de negocios, y si está interesada en hacerlo podemos hablarlo. No me puede decir que usted guarda aquí grandes recuerdos cuando el lugar está abandonado y tirado a la desgracia. Así que usted se deshace de él, al final de cuentas no hace uso de ésta casa, y yo la adquiero, derrumbo el edificio y construyo algo diferente que nada tendrá que ver con lo que aquí algún día hubo.
-Ni hablar. Eso nunca va a pasar.
-Es una pena oír eso... será mejor que lo converse con su almohada, y cuando cambie de idea y comprenda que lo que quiero hacer en muy beneficioso para ambos, llámeme. Estaré encantado de poder cerrar el trato.
Finaliza a la vez que le entrega su tarjeta de presentación, luego le hace un gesto a su acompañante para indicarle que había llegado el momento de abandonar el lugar. Candy los observa marcharse sintiendo que la adrenalina recorre su cuerpo, sabía que no podía permitir que su casa fuese derrumbada para construir otro edificio; que viviese otra familia en su lugar podía aceptarlo, pero que ese intruso quisiera borrar los recuerdos de su niñez no, eso sí que no.
Intenta recuperar un poco la compostura y volver a la residencia de los Andrew, el encuentro con ese hombre la había hecho reaccionar de una forma inadecuada. Al entrar en el recibidor el mayordomo le indica que su marido le espera en el salón, inmediatamente va a su encuentro.
-Hola querido, me dijeron que preguntaste por mi.
-¿En dónde andabas?
-Dando un paseo, quería meditar si podía vender la propiedad.
-¿Y bien? ¿A qué conclusión has llegado?
-Que no, no lo voy a hacer.
-¿Cómo es eso? ¿Por qué cambiaste de opinión?
Por unos segundos la rubia lo observa confundida ¿Cuándo había dicho ella que estuviese de acuerdo en vender su propiedad? Que recordase, era algo que no había comentado en ningún momento, pero sí se había comprometido en reflexionar sobre esa posibilidad.
-Sé que tú prefieres que lo haga, pero tras saber lo que piensan hacer con el terreno, no estoy de acuerdo en hacerlo.
-¿"Saber"? ¿Se puede saber a qué te refieres?
-Por casualidad me encontré con ese hombre que está interesado en adquirir la propiedad.
Le explica a la vez que le muestra la tarjeta de presentación. Cuando su esposo termina de leerla su semblante cambió rápidamente.
-"Terreuce Grandchester" ¿Te has visto con Terry Grandchester?
-Sí... fue por casualidad...
-¿"Por casualidad"? o realmente ya tenías previsto encontrarte a solas con él... no te estás comportando como una señora respetable Candy. Nunca una mujer queda a solas con un hombre.
-¿Dudas de mí? Santo cielos Anthony, últimamente me celas innecesariamente con cada hombre que se me acerca ¿Qué te sucede? Sí, fue por casualidad que lo encontré y de paso me enteré que quiere derribar mi casa.
-Tu casa está en Chicago, no aquí en Escocia. No olvides que eres mi esposa. Lo que Terry desee hacer con la propiedad es lo de menos, lo importante es que está dispuesto en pagar por tenerla.
-¿Cómo puedes decir eso? En esa casa crecí y viví con mis padres... ¿y si no quiero vender? ¿Si lo que prefiero es que nos mudemos a esa casa, que nos mudemos aquí, en Escocia?
-¿Estás loca? No podemos dejar Chicago, tenemos nuestras vidas allá, mi trabajo.
-Pero puedes pedirle al tío William que te transfiera aquí.
-Ni hablar, es algo que está fuera de discusión. La propiedad se vende y nos regresamos a Chicago y punto.
-¿A caso mi opinión no cuenta? ¿Estás escuchando lo que te digo? ¿Entiendes mis razones?
-Te he escuchado perfectamente, pero eres mi esposa y debes hacer lo que te diga. Por lo visto éste viaje te está afectando de la peor manera, no te estás comportando como una señora... coqueteas con otros hombres, te ves con ellos a escondidas y luego te revelas a mi palabra, realmente te desconozco Candy; lo mejor será que volvamos a Chicago ya.
Finaliza la conversación y se decide en abandonar la habitación. La joven se deja caer sobre una silla derrotada y murmulla para sí misma...
-Sí... ni yo misma me reconozco.
Anthony ordena a la doncella que prepara el equipaje y al mayordomo que haga todos los preparativos para emprender su viaje de regreso a América; desde entonces algo entre ellos se rompió como nunca antes había pasado. Era doloroso y extraño que estando a escasos centímetros sus corazones parecían estar divididos por una enorme montaña de hielo.
De nuevo en Chicago, los esposos Andrew intentan retomar sus habituales rutinas. La comunicación entre ellos era casi nula tras la última discusión en Escocia. Candy había dejado muy en claro que no tenía pensado firmar el documento de compra y venta, cosa que molestó grandemente a Anthony, por lo que le quedó en encomienda a Albert hacerle saber al señor Grandchester que el trato no se podía cerrar.
Nuevamente la sensación de soledad volvió a invadir a la joven, la tía Elroy se había quedado en Londres, su íntima amiga Dorothy ya no estaba para acompañarla en las salidas o tener entretenidas conversaciones, y sus encuentros con las otras damas de la alta sociedad le parecían en demasía aburridas. Su esposo por su parte procuraba pasar el menos tiempo posible en casa, esperaba que Candy entrara de un momento a otro en razón y vuelva a ser la señora obediente, formal y respetuosa que había sido en un principio.
Esa tarde mientras tomaba el té en casa de los McGregor la atención de los presentes fue atraída sobre la joven Annie Brither quien hacía su acto de presencia luciendo un hermoso vestido casi del mismo corte que la señora Andrew, solo que de diferente color.
-Querida Annie, luces muy guapa el día de hoy... podría decirse que estás estrenando vestido nuevo ¿O me equivoco?
-Oh Margarita... estás en lo cierto, es un pequeño capricho... aunque, por lo visto Candy y yo tenemos los mismos gustos.
La rubia no pudo evitar sentirse un poco incómoda por el comentario, de presto la atención estaba puesta en ellas dos, por lo que no le quedó más remedio que ser cortés.
-Tienes razón Annie, pero debo admitir que te luce mucho mejor a ti.
-¿En serio? Mira que en un principio no estaba segura y tuve que seguir el consejo de una segunda opinión.
-Pues ha sido un acierto totalmente. No sabía que habías ido de viaje a Londres.
-Qué más me hubiese gustado, pero es un pequeño gusto que me han hecho mis padres, mandado a traer exclusivamente a mi persona y a mi medida.
Soltó con picardía la joven, pero Candy sabía muy bien que ese diseño era de una tienda exclusiva de Londres y algo costoso. Aunque creyó en la posibilidad que hubiese sido su familia quien le haya entregado tal regalo, pues sabía que los Brither gozan de prestigio y poder adquisitivo desde hacía muchos años, le parecía muy extraño que fuese uno de los que ella había escogido cuando visito esa tienda en su viaje. Sin darse cuenta, Annie había captado la atención de los presentes y dirigió la conversación a su antojo.
Ese sábado Anthony regresó del club de campo, donde solía asistir con sus camaradas para practicar un poco de equitación, con el tiempo justo para cambiarse y asistir al baile benéfico que había sido invitado junto a su esposa. Ella estaba nerviosa porque temía que fuesen a llegar tarde; el hombre entró sin decir muchas palabras, se desvistió y entra en la ducha para poder refrescarse y desde el interior le comentó.
-Ya sé que llego tarde Candy, pero estaré listo en unos quince minutos.
-Está bien, le diré al chofer que esté listo para salir de un momento a otro.
Le contesta suavemente mientras recoge la ropa que estaba en el suelo y dejarla sobre el cesto que se encuentra en la esquina, cuando siente que las prendas despiden un poco el perfume de mujer mezclado con el de su marido; el corazón le dio una punzada y se extrañó del hecho... ella se pregunta cómo puede ser posible eso, pues está muy segura que su fragancia no es. Inevitablemente un sentimiento de celos se despertó en sí.
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SEÑORA
Fiksi PenggemarCandice es una esposa devota y fiel, quien pronto se enfrenta a serios problemas en su relación con Anthony debido a su amante. Muerte, intriga, manipulación y ambición azotan a la señora Andrew hasta que finalmente decide hacerse a un lado y seguir...