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Cuando entró en el salón, Jaemin estaba sentado en el sofá con un libro entre las manos. Tenía el aspecto de alguien que no se hubiera movido del sitio durante horas.

No se molestó en saludar a Renjun, que, tras una corta pausa, esperando su repentina explosión de furia, que no llegó, cerró la puerta y se dirigió a la cocina. Esbozando una sonrisa. Jaemin no lo engañó ni por un momento con su aire de indiferencia, le había visto mirando por la ventana justo antes de entrar por la puerta del jardín.

Dejó el abrigo sobre una de las sillas de la cocina, se quitó las botas y preparó café. Jaemin entró como un gato en busca de su comida diaria. Llevaba vaqueros y camisa de algodón.

—Será mejor que llames a Yang —murmuró, apartando una silla con el pie para sentarse en ella —¿Por qué? —dijo Renjun con curiosidad, y mirándolo por un instante.

—Porque no he parado de llamarlo creyendo que estarías en su casa, y él no me lo quería decir.

—¿Y por qué estás tan seguro de que no ha sido así?

Antes de contestar, Jaemin guardó silencio por unos instantes.

—Porque llamé a mi madre para que cuidase de los niños y me fui a su apartamento para ver si era verdad.

—Así que no sólo Yangyang, sino también tu madre sabe que he estado fuera todo el día —dijo Renjun con acritud sirviéndose el café, que ya estaba listo.

—No puedes echarme la culpa de que estuviera tan preocupado después de cómo te fuiste —se quejó Jaemin.

«Eso está mejor», pensó Renjun. «Eso le enseñará a no tratarme como a un niño. Puede que lo sea, pero eso no significa que me guste que me traten como tal. Además, así se dará cuenta de que su predecible esposo no es tan predecible después de todo.»

Se sentó frente a él, tomando con gusto la taza de café caliente entre las manos, todavía frías. Jaemin se pasó las manos por el pelo y luego las apoyó sobre la mesa y comenzó a tamborilear con los dedos, como si algún pensamiento le rondara en su interior. Inclinó la cabeza hacia delante. Tenía el pelo revuelto, como si se hubiera pasado las manos por él muchas veces.

Renjun nunca lo había visto así, con un aspecto tan frágil.

—Tus padres también lo saben —dijo inesperadamente— Los llamé cuando no se me ocurrió ningún otro sitio donde pudieras haber ido. Han estado esperando que aparecieras por Jeolla toda la tarde. Será mejor que los llames para decirles que estás bien.

Así que sólo se le había ocurrido llamar a tres sitios para localizarlo. ¿Qué le decía eso a él de sí mismo? Se preguntó, pero decidió que ya había hecho suficiente auto análisis aquel día asi que, decidió posponer la respuesta.

—Te voy a decir una cosa, Jaemin —le sugirió— ¿Por qué no los llamas tú ya que fuiste tú quien los has preocupado? Llama a tu madre y a Yangyang, no tengo ninguna gana de hablar.

—¿Con quién? ¿Con mi madre?

—No, con Yang —dijo Renjun sarcásticamente— Has sido tú el que lo has vuelto a meter en este lío después de decirle que se ocupara de sus asuntos, así que, si crees que está preocupado, llámalo tú.

—iTodos estábamos muy preocupados! —exclamó Jaemin, dirigiéndole una mirada
furiosa.

—No pienso suicidarme —dijo Renjun con calma, sorbiendo su café. Cuanto más nervioso estaba Jaemin, más tranquilo estaba él— Puede que me hayas tomado por un imbécil, pero no me voy a perder el resto de mi vida por eso.

 [ M. F ]      -     Renmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora