13

474 61 2
                                    

Renjun se sentó en el BMW. Se sentía intranquilo y no dejaba de mirarse las manos mientras Jaemin aceleraba en dirección al centro de Seúl. Renjun montaba pocas veces en aquel coche, porque cuando salían hacerlo con sus hijos era su Ford Escort blanco el elegido. Así que se sentía algo extraño en aquel coche. En realidad, se sentía extraño con todo, incluso consigo mismo.

—¿Adónde vamos? —preguntó sin mucho entusiasmo. Se dio cuenta de que Jaemin lo miró, y volvió la cabeza para mirarlo. El volvió a mirar a la carretera.

Tenía la mandíbula apretada.

Mencionó un club con restaurante y sala de baile y Renjun sintió un hormigueo en la piel. Era uno de los sitios más frecuentados por los ricos y famosos, Renjun pensaba que había que tener cierto estatus para ser admitido en uno de aquellos lugares y la naturalidad con que Jaemin mencionó aquel club lo hizo sentirse aún más incómodo.

—La comida es buena —decía sin darle importancia— Lo bastante buena como para tentar incluso los apetitos más frágiles.

¿Se refería a él? Podría ser, desde hacía algún tiempo, no tenía mucha hambre. La comida se convertía en un problema cuando tenía que vivir con un nudo permanente en la garganta.

—Entonces, lo conoces —dijo.

—He estado una o dos veces.

¿Con Sungkyung? Renjun no pudo evitar aquel pensamiento, que provocó que
permaneciera en silencio el resto del camino. Jaemin no estaba más alegre que él. Lo guió a través del vestíbulo del club, iluminado con luz indirecta para realzar el lujo del lugar.

—Buenas noches, señor Na —le saludó un hombre bajo, calvo y gordito, con acento francés. Luego se inclinó educadamente para saludar a Renjun.

—Buenas noches, kang —respondió Jaemin con una familiaridad que provocó la mueca de Renjun—. Me alegro de que hayáis podido encontrar una mesa para nosotros habiéndolos llamado con tan poca antelación.

Kang se encogió de hombros de un modo típicamente europeo.

—Ya sabe, señor, para personas como usted siempre tenemos sitio. Por aquí, por favor.

Jaemin agarró a Renjun por la cintura. Renjun miró a su alrededor, mientras seguían a kang, tratando de no demostrar lo impresionado que estaba por el lujo del lugar.

Siempre que había salido con Jaemin habían ido a alguno de los restaurantes del barrio, indio, chino o italiano. Él no llevaba más que unos vaqueros y una camiseta, tal vez una chaqueta de esport, y él llevaba una ropa igualmente informal. Solían sentarse relajadamente y compartir una botella de vino con la relajada intimidad de dos personas que se encuentran a gusto en compañía del otro. Pero Renjun dudaba de que pudiera relajarse en aquel lugar. No podía imaginar, por ejemplo, a Jaemin robándole del plato una gamba, su comida favorita, como solía hacer, o a él mismo inclinándose sobre la mesa para darle una, sosteniéndola entre los dedos.

Aquel ambiente no inspiraba aquella clase de intimidad. En realidad, se dijo mientras la admiración era reemplazada por cierto desprecio, encontraba que allí no había ambiente en absoluto, aparte del que decía: «Comemos aquí no porque nos guste, sino porque está de moda».

—No te gusta —le dijo Jaemin, observando su expresión.

—Todo es... muy bonito —replicó él.

—Bonito —repitió Jaemin con ironía— Resulta que es uno de los mejores
restaurantes de Seúl, y a ti sólo te ocurre decir que es «bonito».

—Lo siento —dijo Renjun—. ¿Debería estar impresionado?

—No — dijo Jaemin, pero tenía la mandíbula apretada.

—¿O lo que debería impresionarme es que consigas mesa con tanta facilidad? Ten cuidado, Jaemin, o empezaré a sospechar que tratas de impresionarme.

—Y es una posibilidad demasiado ridícula como para que la tengas en cuenta, ¿no?

Renjun reflexionó un momento acerca de aquel comentario, mientras paseaba la mirada por las otras mesas, ocupadas por elegantes personas luciendo elegantes vestimentas. Luego miró a Jaemin.

—Francamente, sí —replicó con desdén— Yo creía que los dos sabíamos que no tenías que hacer nada para impresionarme.

Jaemin suspiró con impaciencia.

—Renjun, no te he traído aquí para que discutamos. Yo sólo quería...

—¿Darme un trato especial? —sugirió Renjun con sarcasmo.

—¡No! ¡Quería complacerte, sólo complacerte! —dijo Jaemin con amarga intensidad.

—¿Enseñándome cómo vives tu otra mitad? —preguntó Renjun burlonamente.

—¿Mi otra mitad? —dijo Jaemin con desconcierto— ¿Qué diablos quieres decir con eso?

—Tu otro yo, ése del que yo no sé nada —dijo Renjun, añadiendo para sí: «el Jaemin que ha ido creciendo más y más mientras el otro se ha ido desvaneciendo poco a poco sin que yo me diera cuenta» —. El que se siente como pez en el agua en lugares como éste.

Un brillo cruzó la mirada de Jaemin .

—¿Habrías preferido que, así vestidos, fuéramos a un chino? Te has tomado muchas molestias para conseguir una nueva imagen, Renjun. Y esto... —dijo señalando a su alrededor— ... es lo que coincide con ella. Depende de ti elegir si lo prefieres o no.

Su respuesta fue «no», e hizo una mueca al darse cuenta de lo que aquella respuesta significaba. No se encontraba a gusto así vestido y aquel ambiente no era el suyo. Pero estaba tan claro que sí era el de Jaemin, que le daban ganas de llorar. ¿Les quedaría algo en común?

—¿Y tú la prefieres? —le preguntó—. ¿Prefieres mi nueva imagen?

Jaemin se reclinó sobre su silla. Tenía una extraña expresión.

—Me gusta tu pelo —admitió al cabo de un momento—, pero no estoy seguro de que me gusten tus razones para haber cambiado. El traje también me gusta. Es precioso, pero no me gusta lo que hace con el hombre que...

En aquel momento, un camarero se detuvo junto a Renjun y les ofreció la carta.

—La carta, señores —dijo.

—Gracias —dijo Jaemin y despidió al camarero con un ademán. El camarero se marchó con una inclinación de cabeza.

—Has sido un poco brusco con él —dijo Renjun—. ¿Qué te ha hecho para que le trates así?

—Me ha interrumpido cuando trataba de hacerte un cumplido. —Renjun lo miró con ironía.

—Si llamas a eso cumplidos, Jaemin, te diré que no me impresiona tu estilo. —Jaemin hizo una mueca.

—De acuerdo —asintió—, me cuesta acostumbrarme a tu nueva imagen Renjun... —dijo Jaemin, inclinándose hacia delante y agarrándole la mano a Renjun— Eres muy guapo, no hace falta que te lo diga...

«¿No hace falta?», se preguntó Renjun.

—Pero no, por favor, no dejes de ser el encantador hombre que eres sólo porque quieres probarme algo.

—No he hecho esto por ti, Jaemin —dijo Renjun con frialdad— Lo he hecho por mí mismo; Ya era hora de crecer.

—Oh, no, cariño —murmuró Jaemin— Estás equivocado. Yo...

—¡Por todos los diablos, pero si es el mismísimo Na Jaemin! —dijo unavoz.

 [ M. F ]      -     Renmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora