end

609 58 19
                                    

El silencio era espeso. En un momento dado, Renjun fijó su vista en una zona de aquella glamorosa oficina. Entonces, al verlos colgados sobre la pared, detrás de donde Jaemin se encontraba, le dio un vuelco el corazón.

Se trataba sobre Ryo, Yerin, Sakuya y el. Eran sus propios dibujos enmarcados y colgados en el despacho de Jaemin.

—Los robé —dijo, Jaemin poniéndose en pie mientras Renjun se acercaba a ellos.

—Quería verlos cada vez que lo necesitaba... ¿Te molesta?— hablo con un deje de timidez.

Renjun se sorprendió de no notar la desaparición de sus dibujos. Entonces, recordó el desorden que reinaba en su casa con los preparativos de la mudanza y sonrió.

—Has quitado las rayas —advirtió observando su retrato y sintiéndose un poco expuesto por lo mucho que revelaba de sí mismo— Yo no soy así —dijo a pesar de lo que sus ojos le decían.

—Sí lo eres —dijo Jaemin con un orgullo que no le pasó desapercibido a Renjun—. Es una galería familiar.

—Pero faltas tú.

—Sí —dijo Jaemin, y la sonrisa desapareció de su semblante—. ¿Por qué Renjun? ¿Por
qué no había un retrato mío en ninguno de tus cuadernos?

¿Los había hojeado todos? Vaciló Renjun un momento y luego, le dijo la verdad, era la hora de la verdad.

—Todos me quieren —le dijo mirando los retratos de sus tres hijos— Yo creía que tú ya no me querías. Traté de dibujarte —añadió—, pero no lograba recordar tus rasgos, así que lo dejé.

—¿Los ha visto Hyuck?

—¿Qué? —la hosquedad de su voz le sorprendió y tuvo que pensar por un momento antes de recordar quién era Hyuck—. ¡Oh!, no. Nadie los había visto.

—¿Fue muy serio lo que ocurrió entre vosotros?

—En absoluto.

—Lo besaste. Os vi.

—¿Un beso apresurado en un coche? —dijo Renjun burlándose de los celos de Jaemin—. No fue nada, nada en absoluto.

Pero Jaemin no se convenció y lo agarró por los hombros. Renjun suspiró. Jaemin lo había hecho de nuevo, había descargado las culpas sobre el de modo que tenía que defenderse de algo que ni siquiera había hecho. Sonrió al pensar en lo absurdo que era todo.

—Vuelves a parecerte a ese diablo —dijo—. Ya sabes, el que se ducha con fuego.

—Voy a besarte —gruñó Jaemin.

—¿Qué? ¿Aquí en tu despacho? Te equivocas de escenario, cariño, yo pertenezco a tu otro mundo, ¿recuerdas?

Jaemin lo besó apasionadamente, hasta que Renjun se rindió entre sus brazos. Lo besó hasta que Renjun le echó los brazos al cuello y le acarició la nuca, hasta que sus lenguas se entrelazaron. Los pezones de Renjun se erizaron, al tiempo que sentía la urgencia del deseo de Jaemin contra el vientre.

—Te amo, Renjun —susurró Jaemin.

—Lo sé —dijo Renjun besándole suavemente en el cuello—. Creo que puedo creerte otra vez.

Jaemin suspiró con alivió y volvió a besarlo, esta vez dulcemente.

Uno de los teléfonos empezó a sonar. Jaemin lo miró con un brillo de ira en la mirada. Luego agarró a Renjun y lo llevó hasta su mesa.

—No te muevas —dijo separándose un poco de el para alcanzar el teléfono.

Fue increíble cómo pasó de ser un amante apasionado a ser un frío hombre de negocios, pensó Renjun mientras miraba a Jaemin aunque sin oír nada de lo que decía. Parecía más delgado, con los rasgos más duros, como si se hubieran alterado para corresponderse con el hombre que era en aquellos momentos. Su mirada era fría, a pesar de que no dejaba de mirarlo, y tenía los labios apretados, perdiendo toda la sensualidad que tenían al besarlo.

 [ M. F ]      -     Renmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora