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Donghyuck fue tras Renjun hasta el vestíbulo principal. Él se daba cuenta de que lo seguía y se metió en una cabina telefónica para llamar a un taxi. Como era Navidad, no pudo encontrar ningún taxi libre, todos estaban reservados.

Casi con desesperación llamó a su casa. Se le hizo un nudo en el estómago al escuchar la profunda e impaciente voz de Jaemin.

—Soy yo —dijo Renjun con voz grave.

Se hizo una larga pausa. Sólo pudo escuchar la respiración de Jaemin al otro lado de la línea.

—¿Qué ocurre? —dijo él por fin.

—No puedo volver a casa. Es imposible encontrar un taxi... ¿Qué hago?

Qué fácil había sido volver a ser el mismo Renjun de antes. El pobre chico indefenso
que recurría a Jaemin para resolver cualquier problema. Lo único que tenía que hacer era sentarse y esperar a que su marido encontrara una solución.

El silencio continuó. Renjun agachó la cabeza; levantaba el auricular con fuerza, como si así estuviera más cerca de Jaemin.

—¿No te va a traer tu Romeo? —dijo Jaemin por fin.

—iNo es mi Romeo! ¡Y, además... !

Repentinamente cambió de opinión. No quería darle a Jaemin el placer de oír que no quería ver a Lee Donghyuck ni en pintura.

—No puedo decirle que se vaya en lo mejor de la fiesta sólo porque estoy cansado. ¿No puedes venir tú?

—¿Y los niños? No querrás que los deje solos.

—Ahg —exclamó, y volvió a sentirse como un estúpido.

No había pensado en ello. Al verse en problemas, lo único que había pensado era en llamar al hombre que podría solucionarlos.

—Vaya, ahora el caballero Renjun piensa que debería haber seguido mi consejo y contratar a alguien que los cuidara —dijo Jaemin burlonamente.

—Le diré a Donghyuck que me lleve —replicó Renjun. -Muchas gracias.

La cuestión de contratar una persona para cuidar a sus hijos era un viejo punto de fricción entre ellos. Jaemin quería una casa más grande, una asistenta que limpiara y una niñera. Lo que a Renjun le habría gustado saber era qué le quedaría a el hacer si Jaemin buscaba a otras personas para hacerlo todo.

—Llamaré a mi madre, vendrá mientras voy a buscarte —dijo Jaemin, cambiando repentinamente de opinión—. Supongo que la despertaré, y no creo que le guste, aunque no la culpo, pero...

—Oh, no —dijo Renjun—. No quiero que te molestes tanto. Donghyuck me llevará —dijo y
colgó sin dar tiempo a que Jaemin respondiera.

—¿No has habido suerte? —dijo Hyuck, que estaba apoyado en la pared. Renjun no podía saber si había oído su conversación con Jaemin, aunque, en realidad, le importaba muy poco.

—No —replicó—. Tendré que esperar a que haya algún taxi libre —dijo y se encogió de hombros para demostrarle a Donghyuck que estaba dispuesto a esperar el tiempo necesario.

—Yo te llevo —dijo Hyuck.

Renjun lo miró detenidamente. No se sentía con fuerzas para pasar media hora más a su lado. Pero tampoco quería esperar una hora entera a que llegara un taxi, que era el tiempo mínimo de espera.

Hyuck tomó la decisión por él al agarrarlo por la muñeca.

—Vamos —dijo con tranquilidad— Yo te llevo.

La mirada de Donghyuck no dejaba lugar a dudas, no tomaba en serio la negativa de Renjun.

Cansado, harto y un poco deprimido por la discusión constante que tenía con cuantos lo rodeaban, incluida el mismo, Renjun cedió.

Fueron juntos al guardarropa para recoger su abrigo, luego salieron al aire helado de diciembre para dirigirse al Porsche rojo de Hyuck. Al poco rato, estaban en la carretera, cubierta de sal para impedir que se formara hielo. Renjun se subió las solapas de su abrigo y observó el camino en silencio.

—¿Por qué le soportas cuando sólo es un cerdo egoísta? —dijo Donghyuck de repente. Refiriéndose a Jaemin quedaba claro.

—¿No son así todos?

—No tanto como Jaemin. Todavía me cuesta creer que esté casado con alguien
como tú —dijo Donghyuck, y miró a Renjun —. Le van más las mujeres como Sungkyung Kim.

Fue un comentario tan cruel que Renjun sintió una punzada de dolor en el pecho. Lo peor era que no podía contradecirle. Tal vez a Jaemin le convenía más Sungkyung Kim que él, aunque no podía juzgarla porque no la conocía, y no tenía la menor gana de conocerla.

Sungkyung Kim era el nombre del fantasma sin cara que lo visitaba todas las noches. Con eso tenía bastante.

—Y Liu Yangyang —añadió Hyuck—. Menuda discusión tuvisteis aquel día en la pista de baile.

—¿Oíste algo? —preguntó Renjun, dando un respingo.

—La mitad de la sala lo oyó, querido. Y fue asombroso. Na Jaemin, el joven tiburón de las finanzas, tenía esposo y tres hijos y nadie lo sabía. Supongo que esa noticia le dio a Sungkyung donde más duele. Quería casarse con él, ¿sabes? Jaemin era la elección ideal para una abogada con su futuro.

Así pues, Sungkyung era abogada, y no la secretaria de Jaemin, como el había creído. La noticia lo sobresaltó. «Compite con eso si puedes», se dijo con amargura. Una cosa era luchar por el amor de su marido con una simple secretaria, pero otra muy distinta hacerlo con una mujer que estaba acostumbrada a vivir en el mismo mundo que él.

Como si estuviera pensando algo parecido, Hyuck dijo: —Si lleváis casados siete años, eso quiere decir que lo atrapaste antes de que iniciara su carrera meteórica. ¿Cómo te sientes? ¿Como un desliz de su juventud?

Renjun se dijo que, tal vez, merecía alguno de aquellos insultos. Pero el último comentario era lo que más le había dolido, probablemente, porque el empezaba a pensar algo parecido.

—Creo que será mejor que te calles y pares el coche antes de que digas algo que me ofenda de verdad —dijo Renjun.

Para su consternación, Hyuck hizo exactamente lo que le había pedido, deteniéndose bruscamente en el arcén.

—Soy yo quien me siento ofendido por el modo en que has estado jugando conmigo durante todo este tiempo. ¡Dios mío! No has pensado en mí en serio ni por un momento, ¿verdad?

—No —respondió Renjun sinceramente.

—Entonces, ¿por qué no me detuviste antes de que llegáramos tan lejos?

—¿Tan lejos? ¿Cómo que tan lejos? —le dijo con una mirada desafiante Renjun— ¡Pero si sólo nos hemos dado un beso!

—No se trataba sólo de eso, Renjun, y tú lo sabes. Pero para ti era sólo un juego, ¿verdad? Te diste cuenta de que me gustabas y pensaste que podrías jugar un rato conmigo, ¿no es eso? —le preguntó Hyuck amargamente— ¿Qué ocurre? ¿Qué tu autoestima estaba en un nivel muy bajo? ¿Tanto te molestaba que prefiriese acostarse con su abogada a acostarse contigo?

Renjun le dio una bofetada al tiempo que se ponía rojo de vergüenza. Luego agarró la manecilla de la puerta con una mano y se desabrochó el cinturón de seguridad con la otra. Pero Hyuck lo agarró por el brazo.

—Oh no —dijo entre dientes— No pienses que te vas a escapar tan fácilmente.

Tiró de el y lo besó.

 [ M. F ]      -     Renmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora