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Renjun seguía mirando fijamente el teléfono cuando Jaemin llegó unos minutos más tarde. Él lo vio nada más entrar y se detuvo al instante.

—¿Qué ocurre? —le preguntó con impaciencia, dándose cuenta de que Renjun sufría una especie de conmoción.

Renjun se llevó la mano a la mejilla. La tenía helada. —Sungkyung acaba de llamar —le dijo—. Quiere que la llames.

Sin dejar de mirar a Jaemin, se preguntó si se desmayaría o se echaría a llorar. Jaemin se sonrojó y dio un suspiro. Pocas veces había visto Renjun tanta emoción en sus ojos. Jaemin dejó caer el portafolio y suspiró con los dientes apretados. Luego se acercó a un paralizado Renjun, lo apartó de su camino y se dirigió a su estudio. Entró y cerró la puerta.

Renjun se quedó mirándolo, haciéndose preguntas acerca de lo que acababa de ocurrir entre ellos, además del holocausto que tenía lugar en su interior.

¿Jaemin reaccionaba así ante la simple mención del nombre de Sungkyung? Renjun contuvo un sollozo, negándose a dejarse llevar por lo que ocurría en su interior.

¡Al saber que Sungkyung acababa de llamar, Jaemin había corrido al teléfono como un poseso!










Renjun estaba con Sakuya en el salón cuando Jaemin entró buscándolo. Estaba pálido, y, aunque de sus rasgos había desaparecido todo rastro de emoción, podía ver huellas de la conmoción que sentía en sus ojos.

Yerin corrió hacia él para abrazado, como de costumbre, pero sólo recibió una caricia en el pelo. Ryo estaba viendo la televisión y Sakuya estaba cansado, así que se limitó a dirigir una mirada a su padre antes de volver a sumergirse en el cálido abrazo de su papi.

Jaemin miraba fijamente a Renjun.

—Lo siento —dijo con voz grave— Le dije que no llamara aquí nunca.

—No importa.

—¡Claro que importa! —exclamó Jaemin violentamente.

Los niños se dieron la vuelta para mirarlo. Se pasó la mano por el pelo, tratando de tranquilizarse.

—Yerin... Ryo. Quedaos con Sakuya un momento mientras yo hablo con papi.

Sin dar lugar a una respuesta, levantó a Sakuya y lo dejó sobre la moqueta, entre las piernas de Yerin. Luego dirigió a sus tres sorprendidos hijos una mirada tranquilizadora.

Se dio la vuelta y agarró a Renjun de la mano. Al llegar a su estudio, lo soltó.

—Le dije que no debía llamar aquí —repitió— ¡Le dije que si era muy urgente, le dijera a la señora de la limpieza que me llamara en su lugar! ¡Pero que ella no llamara nunca!

—Ya te he dicho que no importa.

—¡Pero sí importa! —estalló Jaemin ferozmente— ¡Te ha hecho sufrir, y no quiero que eso ocurra! Entonces, lo que tenías que haber hecho...

Renjun le interrumpió porque no quería insultarlo y, encogiéndose de hombros, se acercó a su mesa.

—¿Cómo es que sigue trabajando para ti? —le preguntó entre dientes— Si decías que todo había terminado.

—No trabaja para mi —dijo Jaemin—. Trabaja para mi bufete de abogados. Hace meses que le pasé todos mis asuntos a uno de sus compañeros.

Renjun no le creía. Tenía grabada la expresión de su cara cuando le dijo que Sungkyung acababa de llamar. Todavía recordaba cómo lo había apartado para correr a llamarla.

—Entonces, ¿por qué te ha llamado?

Jaemin suspiró. Renjun estaba seguro de que trataba de controlar las emociones que le había provocado la llamada de Sungkyung.

—Era la única que estaba en la oficina cuando llegó una información muy importante por fax —le explicó Jaemin— Lo bastante importante como para que yo lo supiera inmediatamente. Y no había nadie más en el bufete.

—Ah —exclamó Renjun, que no podía pensar en algo más que decir— Bueno, pues asegúrate de que no vuelva a llamar —añadió fríamente, para acabar con el asunto.

Pero el incómodo silencio que se hizo a continuación, le decía que aún no había concluido.

—El caso es que —dijo Jaemin con prudencia— tengo que marcharme. Ha surgido un problema legal con el negocio de Liverpool y tengo que volver a la oficina para solucionarlo personalmente.

La compra de Harvey's y el negocio de Liverpool, ¿dónde estaba la diferencia?

—Claro que sí. Tú tienes que irte —dijo con tal acidez que fue como una bofetada en la cara para Jaemin—, y yo tengo que meter a los niños en la cama.

Lo empujó con la intención de abandonar el estudio. Pero Jaemin lo detuvo.

—No —exclamó—. Voy a mi oficina, no a la de Sungkyung. No voy a verla. No quiero verla. Estaré en la otra punta de Seúl, ¿lo entiendes?

¿Entender? Sí, por supuesto, Renjun lo entendía todo. Le estaba pidiendo que confiara en él. Pero no podía. Tal vez nunca volviera a confiar en él.

—Tengo que acostar a Sakuya —murmuró y lo empujó para salir de la habitación.

Aquello ocurrió un viernes. Al lunes siguiente, Jaemin se marchó a Liverpool para atar los cabos sueltos del contrato antes de las vacaciones de Navidad. Y después de un horrible fin de semana, durante el cual los dos se comportaron con exquisita cortesía, Renjun sintió alivio al verlo partir.

Pero hicieron el amor el domingo por la noche. Y, en medio de sus desesperados intentos por conseguir algún nivel de mutua satisfacción, Jaemin rompió una de las estrictas reglas que se habían instituido entre ellos y le habló. Le pidió que le perdonara. Renjun le dijo que se callara, para no estropear más las cosas. Jaemin se mordió la lengua, pero, cuando lo penetró, lo hizo con una ansiedad tal que rayaba en el tormento.

Al terminar Jaemin se separó de el y hundió el rostro en la almohada. Renjun sintió entonces la desesperada necesidad de consolarlo, pero no pudo, porque habría sido concederle algo demasiado importante.

El problema era que ya no sabía qué era aquello tan importante, porque había empezado a perder la noción de las causas que los separaban.

«Sungkyung», recordó, «Sungkyung».

Pero incluso aquel nombre empezaba a perder el poder de hacerle tanto daño como antes.







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c&d - nomin (su secuela será un rensung)

LNB - noren 

NPOM - renmin 

 [ M. F ]      -     Renmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora