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Eran las dos en punto de la tarde de un miércoles. Jaemin estaba en su despacho, recogiendo los documentos en los que había estado trabajando para preparar su próxima reunión cuando sonó el teléfono.

—Alguien le llama por teléfono, señor Na, dice que es urgente

A Jaemin le dieron escalofríos. Penso que seria su esposo, pero Renjun nunca lo llamaba al despacho. ¿Habría ocurrido algún accidente con alguien?, se preguntó con alarma. ¿Le habría ocurrido algo a sus hijos?

—Pásemela —le pidió a su secretaria.

Cuando recibió la llamada, había considerado tantas posibilidades que se desconcertó cuando no oyó la voz de Renjun sino la de su madre.
Sacudió la cabeza y dijo:

—Empieza otra vez, mamá. Me temo que no he entendido una sola palabra.

Al cabo de unos minutos, estaba en su coche, pisando el acelerador en dirección
a su casa. Su madre le abrió la puerta.

—Está ahí dentro —le dijo SunHee con gesto de preocupación y con signos de haber llorado—. Está muy enfadado, Jaemin —añadió susurrando.

Jaemin hizo un gesto de dolor al abrir la puerta del salón y ver a Renjun sentado en una esquina del sofá. Tenía el rostro enterrado en un cojín y no paraba de sollozar. Se acercó a el con cuidado. Se quitó la corbata antes de intentar tocarlo, le temblaron las manos.

— Renjun —susurró agachándose y apoyando la mano en su hombro.

—Vete —dijo el sin dejar de sollozar.

Jaemin frunció el ceño, desconcertado y temeroso. Nunca lo había visto así, tan destrozado que ni siquiera podía decirle lo que le ocurría.

Permaneció allí, acariciándole los hombros con ternura mientras se preguntaba qué podía haberlo llevado a aquel estado. Pensó en Lee Donghyuck y se le hizo un nudo en el estómago. Si aquel canalla le había hecho daño a Renjun cuando se estaba recuperando del daño que él mismo le había ocasionado ...

— Renjun ... —dijo aproximándose y acariciándole el pelo. Se sorprendió al comprobar que estaba húmedo. ¿Cuánto tiempo llevaba así?—. Por Dios Santo. Háblame, dime qué ocurre.

Renjun sacudió la cabeza. Jaemin tragó saliva sin saber qué hacer. Luego, con resolución, se levantó para estrecharlo entre sus brazos y volvió a sentarse con el hecho un ovillo sobre su regazo, con cojín y todo.

Al menos, no trataba de separarse de él, advirtió Jaemin que permanecía impotente escuchando los sollozos de Renjun.

—Tú tienes la culpa —dijo el por fin.

Jaemin suspiró, recordando los últimos días, tratando de averiguar si había hecho algo que pudiera causarle a Renjun tanto dolor. En realidad, había sido muy cuidadoso. Ni siquiera había dicho una palabra sobre su maldita clase de dibujo. Tampoco habían hecho el amor.

—Se suponía que eras tú el que iba a tener cuidado —añadió Renjun con aquella voz rota que le partía el corazón.

Acarició su pelo con la mejilla. —¿Tener cuidado de qué? —le preguntó.

Renjun sollozó todavía más, amenazando con ahogarse si no se calmaba. Jaemin lo
agarró por los hombros y lo sentó, tirando el cojín lejos de allí.

—Cálmate —le dijo con firmeza, muy preocupado por su estado.

Pero, gracias a aquella firmeza, Renjun trató de tranquilizarse y quiso contener las lágrimas. Jaemin tomó un pañuelo, apartó las manos de Renjun de su rostro y le secó las mejillas. Estaba tan caliente que le quitó el jersey de lana que llevaba. Renjun se estremeció al quedarse sólo con la playera y sentir algo de frío.

—Ahora —dijo Jaemin—, cuéntame qué ocurre. Has dicho que era algo que yo he hecho.

Renjun lo miró. Tenía los ojos bañados en lágrimas e hizo un puchero con la boca. A Jaemin casi le dieron ganas de sonreír, porque Renjun era la viva imagen de Yerin. Pero era Renjun, no su pequeña hija, y Renjun era fuerte, a pesar del aire de fragilidad que lo rodeaba.

—No llores —murmuró, al ver que Renjun volvía a llorar— Renjun, por el amor de Dios, tienes que decirme qué te pasa para que pueda ayudarte.

—¡No puedes ayudarme! ¡Nadie puede ayudarme! ¡Estoy embarazado, Jaemin! ¡Embarazado! —dijo Renjun sin dejar de sollozar y luego tragó saliva— ¡Dijiste que ibas a tener cuidado!

Fue él el que debió tener cuidado cuando se quedó embarazado de los mellizos, a partir de ese momento fue el quien se ocupó de todo. Hasta que la píldora le produjo una reacción, así que Jaemin volvió a ocuparse de todo, y entonces, nació Sakuya.

—¡Eres un inútil! ¡Puede que sepas dirigir un millón de empresas, pero en todo lo demás eres un inútil! ¡Sólo tengo veinticinco años, por el amor de Dios! —dijo balbuciendo—. A este paso me vas a enterrar antes de llegar a los treinta.

Jaemin no pudo evitar una sonrisa, pero apretó la cabeza de Renjun contra su pecho para que no pudiera verla.

—Uhm —dijo— Todavía estoy intentando asimilarlo.

Pero Renjun estaba enfadado y se irguió, para decirle todo lo que llevaba atormentándolo durante tanto tiempo.

—¡Me he convertido en una fábrica de niños! —gruñó—. Ahora me explico por qué me tienes aquí encerrado. Tus amigos, esos grandes hombres, se quedarían boquiabiertos cuando descubrieran que también has montado una fábrica en casa. Apuesto a que... si consultamos a un sindicato, te denunciaría por abuso de contrato.

—¡Cállate, Renjun! —dijo Jaemin, que ya no pudo contener la risa por más tiempo—. ¡No puedo pensar si me lanzas todas esas acusaciones!

—¡Piensa sólo en que estoy embarazado y no quiero estarlo!

«¡Piensa en eso todo lo que quieras!», se dijo Renjun con amargura.

—¿De cuánto? —le preguntó Jaemin, después de una larga pausa. Tenía un nudo en la garganta y estaba pálido.

—De tres meses —le respondió el, sintiéndose estúpido.

—Tres meses —repitió Jaemin, relajándose— ¡Dios Santo! —exclamó tan sorprendido como Renjun aquella mañana cuando había visto al médico—. Eso significa ...

Sí. Significaba que debió ser la primera vez que dejó que se acercara a el, después de enterarse de lo de Sungkyung.

—Dios mió, ahora me acuerdo de que no se me ocurrió pensar en ...

Se hizo el silencio, mientras los dos reflexionaban. Renjun seguía sentado sobre las rodillas de Jaemin que le acariciaba el pelo distraídamente. De repente, se acordó de aquella vez en que él le acarició el pelo de aquella manera, mientras trataba, también, de asumir una noticia semejante. No estaba furioso en aquella ocasión y no lo estaba entonces.

—Bueno, pues que así sea —dijo Jaemin por fin, y le dio a Renjun un beso en la boca— Ahora sí que tendremos que comprar una casa más grande.

Con su primer embarazo había ocurrido lo mismo. Jaemin había hecho un comentario semejante para aceptar la situación..

«Tendremos que casarnos», había dicho.














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 [ M. F ]      -     Renmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora