Capítulo 5 "La familia "

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El gran salón donde recibían a los visitantes estaba perfectamente decorado, sus muebles eran de una madera preciosa, su ancho ventanal filtraba la luz solar con total claridad, en las paredes colgaban pinturas de Miguel Ángel y Da Vinci pintores excepcionales. Los miembros de la Familia Alcalá estaban totalmente sorprendidos de nuestra inesperada visita justo a dos días de la boda, aún así nos hicieron tomar asiento junto a ellos. Mientras degustábamos un sabroso café turco mi mirada curiosa se perdía en cada uno de ellos.
Alfredo era un señor de mediana edad, media uno ochenta, lucía un bigote ancho muy negro a penas asomaban las canas tan comunes a su edad según parloteaba era un coronel del ejército ya retirado. Su esposa la señora Luisa se veía muy elegante, fina y delicada como toda una rosa fresca. Su pelo corto y rizado le daba un aspecto interesante a su persona, sus ojos azules resaltaban en su cara pálida. A mi derecha se encontraba Anastacia la madre del coronel, sin dudas un árbol que fue plantado en esa familia hace muchas décadas atrás, tan enraizado que las tormentas no pudieron arrancarlo. Rondaba los setenta años o tal vez más su cabello blanco como la nieve me hacía pensar aquello. Sus manos finas y muy bien cuidadas sostenían fuertemente la tasa de café. En su rostro marcado por las arrugas se notaba una luz que me llamo la atención, era un rostro bondadoso y amable. En el otro extremo del salón a mi izquierda se hallaban Erick y su esposa Verónica. Ella una joven que a mí parecer se acercaba a los veinticinco años de edad, de muy buena apariencia y un buen gusto para vestir y maquillar su bello rostro, el cual le serviría de inspiración a cualquier buen pintor de la actualidad. Sus cabellos color miel muy bien trenzados se deslizaban por un costado de sus hombros. No obstante, note algo en sus pequeños ojos , eran ojos tristes y apagados no había brillo en ellos, apenas simulaba una sonrisa imperceptible. Erick tenía unos treinta años, algo corpulento, rubicundo, vestía un esmoquin negro muy elegante, su mirada penetrante se fijaba en mi haciéndome sentir incómoda, incluso Taima lo percibió.

-Querida que lastima que Setur no se encuentre, salió hace un rato con su chófer - pronunció la anciana.

-Oh si suegra, una verdadera pena que nuestra nuera no conozca a su futuro esposo en el día de hoy - respondió Luisa a la madre de su esposo. -Qué reconozcas querrá decir- dijo Erick con sarcasmo mirando a su esposa. -Erick ve a los establos y revisa los caballos - ordeno Alfredo exhalando una nube de humo y tomando el tabaco entre su dedo pulgar y el índice. Las miradas fulminantes se aposaron sobre el joven.

-Será en otra ocasión - dije entre dientes aunque en realidad quería verlo y aclarar este asunto.
-Cariño no tendrás más tiempo la boda esta a las puertas -expresó Luisa.
-Es cierto Alicia espera, mi nieto regresa pronto -asintió con la cabeza la abuela.

-Es que tenemos otros pendientes - interrumpió Taima.

Estaba resuelta a solucionar el problema así que a falta de Setur le comunicaría a su familia que yo no deseaba casarme, que por favor detuvieran esta farsa. -Vamos habla - sentí el codo de Taima en mis costillas - dile lo que vas a decir y vamos - seguía musitando cerca de mi oído.

-¿Decías algo Alicia? - preguntó sonriendo Anastasia.

-No, no, solo respondía a una pregunta de mi amiga - mi rostro cambió de color sentía como la sangre circulaba por mi cara dejándola como un rojo tomate recién cosechado.
-¿Me disculpan, pudo usar el baño? -pregunté poniéndome en pie - me indican por favor - aclaraba mi garganta aún nerviosa.
-Claro querida! - exclamó Alfredo con el puro cubano en la boca - toma este corredor la derecha y al final lo encontraras - indicó.

-Verónica hija acompáñala - sugirió Luisa.

-Claro suegra - afirmó rápidamente la joven.
-No no hace falta, gracias -exclamé haciendo un gesto con mis manos.

Tomé el largo corredor hasta el baño mientras pensaba en cómo decirle todo aquello a la familia y acabar de una vez por todas con la pesadilla que estaba viviendo. Entré al baño y me lave la cara con agua fría así cobraría el valor que requería. Al abrir la puerta deje escapar un grito ahogado por mis propias manos puestas en mi boca, estaba frente a mí una figura masculina, sus dientes amarillos se dejaban ver. Era Erick aquél hombre que con su gélida mirada producía en mi una sensación extraña.

-Sí que tiene suerte mi hermano menor, se casara con una chica tan guapa como tú - dijo mientras intento acariciar con sus dedos mi pelo.

-No me casare con nadie y menos seré parte de tu familia cerdo cochino- aclare empujándolo de delante de mí , caminé unos pasos más y el me siguió
-Alicia mi hermano es un perdedor , no te podrá ofrecer nada excepto su patético amor - gritó mientras yo seguía mi camino por el corredor hacia el salón dejándolo atrás con una carcajada que daba espanto .
-Todos los hombres son iguales! - expresé en voz alta algunos irritantes como Tiago que no deja de enviar rosas y bombones a pesar de saber q solo lo veo como un amigo y que no deseo absolutamente nada con él, más allá de esa amistad, otros son depravados como este y algunos como el tal Setur que todo lo quiera a la fuerza, a su modo sin consentimiento, el único caballero que conozco es Míster S - un suspiro se escapó al ir pensando todo eso mientras volvía con los demás. Al pasar cerca de la cocina escuché voces que hicieron frenar mi caminata, sigilosamente di unos pasos más adentrándome a la cocina, oculta detrás de una pared podía oír con claridad lo que parloteaban las sirvientas y la cocinera.
-Juana que pena me da con ella, la madre la quiere casar con el joven Setur.

-¿Por qué esa mujer haría eso María?
-Escuché que le tienen que realizar una cirugía muy costosa a su hijo más pequeño y como están en la bancarrota necesitan dinero para esto -todas exclamaron.

-Oh sí! oí anoche a la patrona cuando le decía al patrón que el pobre angelito está muy mal y por eso están apresurando los preparativos de la boda -dijo una tercera sirvienta.

Mi corazón se detuvo, dejo de latir por unos segundos, no sabía que mi pequeño estuviera tan mal, mi madre no me había contado nada, no tuvo el valor para decirme y dejar que yo tomara la decisión. Ahora las cosas eran diferentes tenía que guardar silencio y hacer esto por mi familia, era aceptar un matrimonio, aunque jamás fuera feliz o la vida de mi hermano.
-Vamos Taima nos regresamos ya es tarde.
-Sucedió algo amiga preguntó- poniéndose de pie.
-Nada vamos luego hablamos, que tengan buenas tardes familia Alcalá
-me despedí casi sin hacer contacto visual con ellos.

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