Capítulo 4 "Residencia Alcalá "

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Íbamos caminando rumbo a la mansión Alcalá, dispuestas a enfrentar a Setur, trataríamos de convencerlo para que desistiera de dicha boda. Taima iba toda risueña, cuanto chico guapo se cruzaba con nosotras ella le guiñaba un ojo toda coqueta. Yo solo reía por sus locuras no comprendía como podía ser así. Luego de media hora aproximadamente llegamos a una enorme casa muy parecida a un castillo medieval de esos que le sirvieron de protección a los reyes en su tiempo. La enorme verja de hierro grueso cubría toda la entrada y se fundía con un muro de piedra, tenia cinco metros de altura. Abrimos la puerta de hierro con la figura de un león dorado de puro oro. Entramos sigilosamente por la acera con bellas rosas, amapolas y gardenias a ambos lados del camino hasta la misma puerta de la mansión. El jardín era simplemente hermoso el césped verde como esmeraldas le daba un toque maravilloso aquel pedacito de paraíso. Por las paredes blancas de la mansión se avistaba una madre selva trepadora que cubría gran parte de la pared, su pequeña flor con distintos tonos la hacía atrayente. 
                                                                                                                                              —Wow Alis creo que deberías cambiar de opinión y casarte  —dijo boquiabierta. 
                                                                       —No digas bobadas Taima no me impresiona su posición social ni su mugroso dinero —expresé, aunque en el fondo estaba asombrada por tanta belleza y esplendor.
Al acercarnos un poco más alcanzamos a ver un señor aparentaba cuarenta años o quizás cincuenta. Era feo como un mono narigudo, calvo, de muy baja estatura para ser un hombre.                                                                                                              

—Ese debe ser tu prometido — susurro Taima en mi oído.

Un escalofrío corrió por mi espalda por esas palabras y la apariencia de ese señor.

—Dios del cielo es horrible  —suspiré  si es él aquí mismo me suicido.

—Alis no hay que llegar a esos extremos conservemos la calma y hablemos de una buena vez con él. 

Sin darnos cuenta el hombrecillo había desaparecido de delante de nosotros, lo buscamos con nuestros ojos, pero no lo hallamos, a los pocos minutos sentimos una voz gélida como un iceberg en nuestra retaguardia.

—¿Señoritas que hacéis aquí vosotras espiando como pequeñas ladronas?— su acento español quizás un andaluz nato hacia su voz más aterradora.

–Emmm...... usted verá ......mire.... — mis labios pálidos del susto no podían articular palabra alguna.

—Mire señor Setur mi amiga no se va a casar con usted así que desista de esa locura y cancele su matrimonio ya—  Taima salió en mi defensa como mismo haría cualquier fiera por su cría.

–Permíteme presentarme soy Álvaro el mayordomo de la familia Alcalá así que me temo que vosotras han caído en una confusión — reía sin parar a carcajadas por la penosa confusión.

—Upsss perdoné usted señor—  aliviada me disculpé.
Miré hacia Taima y solo reía entre dientes, su nerviosismo ante el hombre era clara.

Acercaos jovencitas, permitidme presentaros a la Familia Alcalá  sus manos deformes por la artritis señalaban la puerta de madera con el mismo león que la reja de la entrada.

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