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—¿Con quién hablas?
Lisa brincó del susto, causando que el teléfono se resbalase de sus manos y acabara chocando contra las baldosas bajo la mesa. Se petrificó por un instante en su sitio, antes de reaccionar.
—Dios, Jennie Kim. ¡No vuelvas a sorprenderme así!—la regañó, agachándose para recoger el artefacto y verificar que estuviese en buenas condiciones. La coreana arqueó ambas cejas y tomó asiento frente a ella.
—Vaya, estás... bastante alterada. ¿Está todo bien?
—C-Claro que sí—titubeó, un poco (muy) consciente de lo que Jennie provocaba en su sistema. Sobre todo vistiendo ese jodido crop top. ¿Por qué se había comprado esa prenda? ¿Acaso no notaba que se adhería demasiado bien a sus pechos?
La cita en el parque de atracciones había terminado bien. Comieron algodón de azúcar, Lisa ganó un peluche de felpa, hicieron el famoso recorrido de la casa embrujada. Una cita doble estándar con un final feliz.
O medianamente feliz. Porque lamentablemente en toda historia existen malas noticias ¿no?
Para clarificar, Lisa nunca había tenido la intención de enamorarse de Jennie. Eso había sido un accidente, del que desgraciadamente no podía retractarse. Los sentimientos ya estaban ahí, propagándose por la sangre y llenando su corazón; no había una forma instantánea de eliminarlos. Por lo que, se veía obligada a aprender a vivir con ellos.
Querer a Jennie de manera romántica era, honestamente, un asco. Una pesadilla. La coreana parecía ignorar por completo los sentimientos de Lisa, lo que dificultaba las cosas considerablemente. Que la llamase 'babe', que la tratase como una jodida princesa de armadura brillante, que la fuese a visitar a la universidad y que se reuniesen a comer juntas... No ayudaba, para nada, en su miserable intento de comportarse con normalidad.
