Capitulo 35

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SANTOS:

Era de madrugada, desperté temprano y decidí acostarme en la hamaca para contemplar el amanecer desde el balcón. Todo se sentía tan tranquilo, no había nada que pudiera perturbar esta paz, el único sonido que se escuchaba era el del agua cayendo por la cascada. La vista simplemente es espectacular.

Escucho el sonido de un caballo, me pongo de pie para ver quien acabó de llegar o en otro caso quien piensa salir a esta hora a montar. Me apoyo en la baranda de madera y observo a Barbara montarse en su caballo e irse. ¿A donde va a estas horas?.

Bajo de inmediato al primer piso, me dirijo a los establos y tomo mi caballo, sigo el camino que de pisadas que su caballo dejó. Los rastros del semental me conducen hasta la poza de los Suspiros.

Veo 2 caballos amarrados a un árbol, me bajo del mío y empiezo a buscarla por todo el lugar hasta que por fin la veo, pero no está sola, esta con él.

Bravo la tiene sujeta de la cintura pegandola a el, se acerca a sus labios y la besa, ella le corresponde. Verlos juntos me llena de una profunda rabia, quiero matar a ese infeliz por atreverse a tocar a mi mujer.

Intento caminar hacia ellos para separarlos pero no puedo moverme, mis pies están pegados al suelo y no me permiten avanzar.

-¡Barbara!.-La llamo, se separan y me observan, Rafael tiene una sonrisa en el rostro, no deja de abrazarla por la cintura.

-¿Que es lo que pasa, Santos Luzardo?, ¿porque tenías que venir a interrumpir este momento con mi hombre?.

-Por lo visto es bastante inoportuno, ¿no crees mi reina?.-le da un beso en la mejilla y ella sonríe.-¿Que tiene que hacer un hombre en estas tierras para estar a solas con su mujer?.

-¡No es tu mujer estupido, es la mía!.

-¿Yo tu mujer?, no.-niega con la cabeza.-Hace mucho dejé de serlo, mejor vete con tu sol y a mi dejame en paz.

-Barbara no puedes estar hablando en serio.

-¿Tengo cara de estar riéndome?.-responde con sarcasmo.-Ya encontré al hombre que ocupe tu lugar en mi cama.

-Tu no lo amas, me amas a mi, tenemos unos bebes que dependen de nosotros.

-No me interesa la suerte de esos mocosos, quedatelos.

-Mejor váyase Luzardo, usted ya perdió su oportunidad. Demostró incontables veces que no tiene lo que se necesita para amar a una mujer como Barbara.-La toma posesivamente del cuello y la vuelve a besar, ella empieza a desabotonar su camisa, sin dejar de besarse empiezan a caminar rumbo a la poza.

-¡Barbara!, ¡Barbara!....-por más que grito y me esfuerzo por moverme no puedo.

-Santos.... Santos despierta....-escucho su voz llamarme a lo lejos.-¡Santos!.

Abro los ojos y observo todo, estoy en mi habitación, Barbara esta junto a mi de medio lado apoyándose en un codo, me observa algo angustiada.

-Casi los despiertas.-dice mirando hacia los moisés donde duermen los bebés.

Me incorporó sentándome y ella hace lo mismo.

-¿Que soñabas?.

-Nada importante, solo una pesadilla, algo muy alejado de la realidad.-me acerco y le doy un beso en la frente.-Perdoname por haberte despertado.

-No te preocupes de igual forma ya casi va a amanecer, además debemos acostumbrarnos a trasnochar, ese par no nos dará tregua.

-No me imagino lo difícil que debió ser para ti cuando los trillizos nacieron.

Doña Barbara: el regresoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora