Capitulo 38

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BARBARA:

-Tu querido esposo no murió a causa de un infarto como dijeron los médicos, murió a causa de una droga que le inyectaron.

-¿Como lo sabes?.

-Porque yo personalmente me encargue de inyectarle el medicamento en el suero.

Eso no puede ser verdad, no, me niego a creerlo.

-¿Pero por que?, ¿que te hizo Rogelio para que lo matarás?.

-A mi nada, yo solo le estaba haciendo un favor a un amigo. Fue Enrique quien lo planeó todo, el accidente, quería deshacerse de tu marido para tenerte a ti.

-Enrique era su mejor amigo, no pudo hacer algo así.

-Pues si lo hizo, lo mató para tener el camino libre contigo, para conquistarte, pero ya ves, de nada sirvió. Años detrás de ti y no consiguió ni darte un beso.

-Tu también tienes algo que ver con su desaparición, no es cierto, tu mataste a Enrique.

-Pues si, no te lo voy a negar, yo mandé a que lo mataran. Lo hice por ti, ¿que no entiendes?, todo lo hago por ti.

Soy una estúpida, una imbécil, ¿como pude enamorarme del hombre que mató a mi esposo?. Estuve a punto de casarme con el.

Diana tenía razón, todos estos años me creí ese teatro de Enrique de ser un buen hombre cuando la realidad era diferente. Era un hombre envidioso, traidor, traicionó a su mejor amigo, le clavo un puñal por la espalda. Rogelio lo consideraba como su hermano, era capaz de dar la vida por él y murió sin saber la clase de persona que era. ¿Como pude ser tan ciega?, nunca confíe en las personas tan fácilmente hasta que conocí a Rogelio, él me enseñó lo que era el cariño, la solidaridad, el amor sin condiciones, estúpidamente creí que Enrique era un hombre que compartía esos valores. Desafortunadamente ya es muy tarde y no puedo reclamarle nada.

-También hay algo mas, que noche vi a un hombre con los ojos rojos, se veía mal, parecía como si se le hubiera metido el demonio. Unos guardias del lugar se lo llevaron para que nadie se diera cuenta.

-Droga...

-¿Droga?.

-Tengo el presentimiento que el dueño de ese lugar es un narcotraficante o está involucrado en ese tipo de negocios.

-Claro, eres tu. Tu eres un narcotraficante, ese antro es tuyo, tu eres su dueño.-afirmo, claro es él, eso quiere decir que a su hija no la mataron por accidente, eso fue un ajuste de cuentas.

-No se de que me hablas.-se hace el desentendido.

-A que por fin me doy cuenta de quien eres. Todo esto fue comprado con dinero del narcotrafico. Tu eres un narcotraficante, dime mi amor que es lo que vendes, ¿mariguana?, ¿cocaina?, ¿heroina?, todo tiene sentido, con razón hay tanto gringo por aquí, un negocio redondo.-por la cara que tiene Braulio veo que mis sospechas son verdad.-Anda reconocelo, entre criminales no entendemos.

-¿Ahora piensas juzgarme?.

-No ni más faltaba, no soy quien para hacerlo. Yo también tengo mis muertos encima, no estoy libre de pecado así que no puedo arrojar la primera piedra.-caminó hasta el sofá y me siento.-Dime, ¿como te llaman en el bajo mundo?, ¿el patrón?, no ese título es de Escobar, a ver umm ¿el señor de los cielos?, no ya se el Toro Bravo, suena bien, me gusta. Suena a macho.

-Yo mejor los dejo para que hablen solos.

-No pero no te vayas primo, estamos en medio de una conversación familiar.-digo con ironía, me ve por unos segundos y termina yéndose.

Doña Barbara: el regresoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora