9.

55 10 68
                                    

Vienen por nosotros, parte 1

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Vienen por nosotros, parte 1

Hay un dicho que recita: «la vida es lo que transcurre mientras haces otros planes». La primera noche en Grafton fue la perfecta representación de esas palabras. El mundo de Lena se vino abajo entre llamadas, a razón de que ver su celular iluminarse, anunciando una conexión silente, le provocaba escalofríos.

En el camino hacia el pueblo, mientras compartió una que otra historia con Key, no pudo evitar pausar para preguntarle por qué sonreía. Él se limitó a contestarle que se alegraba de ver que la niña voluntariosa que él recordaba con algo de cariño se convirtió en una mujer en completo control de su destino.

No podía estar más lejos de la realidad.  Ante la idea de perder a su madre, Olena pareció aceptar que todo aquello que era, se lo debía, sin duda alguna, a Ivy Harrington. Su padre murió a unos años de haber salido de Grafton y, en lugar de volver, Ivy no cedió. Pasó de ser una ama de casa sureña a una secretaria y madre de ocupación a tiempo completo. Tanto así, que ni siquiera tuvo tiempo para el amor. «Algún día pasará, si es que tiene que pasar, hija. Pero no será hasta que te encuentres independiente y segura. Ese es mi trabajo, ha sido mi trabajo desde la primera vez que te tuve entre mis brazos».

—No debes preocuparte, Lena —Key posó las manos en sus hombros y solo logró sobresaltarla—. La señorita Zurina parece tener todo bajo control. Se ha comunicado con Vana y con la escuela de medicina. Te han concedido tres días y no hay tiempo que perder. No estás en condiciones para manejar hasta Chattanooga. Lo haré yo. Nuestro vuelo a Maryland sale en cuatro horas. ¡A moverse!

—No permitas que te oiga llamarle Zurina —dijo, antes de caer en cuenta—. Dijiste, ¿nuestro?

—No se discute, no vas a ir sola —Key levantó una mochila con un cambio de ropa ligero que nunca llegó a desempacarse—. Tu amiga no puede ir contigo, así que lo haré yo.

Mientras acomodaba las cosas en la camioneta, y observaba a Lena  despedirse de Zuri, el hombre no pudo evitar un profundo sentido de déjà vu. Se vio a sí mismo, agarrando una pequeña mochila verde entre sus manos, enterrando las uñas en la tela, mientras, frente a él, algo parecido a Lena llamaba su nombre, insistiendo en que tomara un paso hacia las sombras.
Disipó el pensamiento y tocó la bocina. Lena caminó en silencio hasta el vehículo, mientras Zuri levantaba su mano, diciendo un último adiós desde el balcón.

Lo poco que había conseguido en la tarde comenzó a perderse. Lena permaneció callada un gran tramo del viaje, no fue hasta casi una hora de camino que se las arregló para decir:

—Has sido más que amable, Key. No quiero que pienses que siento que merezco la atención. Es solo que estoy algo abrumada.

—Nada que decir, Lena. —Al voltearse a mirarla de manera fugaz, notó que la mujer estaba jugando con el dije que pendía de su cuello; un cuarzo rosa montado en plata. Pensó decir algo sobre eso, pero no lo consideró apropiado—. Si no aceptas mi buena voluntad, tómalo como un acto egoísta, dentro de todo. Tenemos conversaciones pendientes, y entre una y otra cosa, se van a dar.

Sonata SiniestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora