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Ciaran Sutherland, veinte años después

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Ciaran Sutherland, veinte años después

Ivy Harrington se encontraba cultivando hortensias en frente a su casa en un discreto suburbio en Maryland, cuando alguien estacionó una camioneta al cruzar de la calle. En un principio, pensó que se trataba de una entrega de correo, pero el joven de cabello castaño no estaba vestido con uniforme. Llevaba unos jeans grises y una remera estampada con la pantera azul de la Universidad estatal de Georgia; en sus manos llevaba un sobre que no parecía tener estampas.

La mujer se puso en pie, sacudiendo la tierra suelta de sus manos. Sonrió, en respuesta a la sonrisa cálida del extraño que se acercaba con la confianza que existe solo entre conocidos.

—¿Ivy Harrington? —Preguntó, algo tímido, como quien se arrepiente un poco tarde.

La mujer pareció recordar algo al oír su voz, la forma en que, de manera inconsciente, alargaba unas sílabas para acortar otras con una cadencia única del sur profundo. Su corazón se agitó por un instante.

—Ciaran, ¿Ciaran Sutherland? ¡Por Dios, eres la estampa de tu madre! —No le dio tiempo de decir más. Sintió, de manera simultánea, una debilidad en las rodillas y la sensación de querer devolver el contenido de su estómago.

Key maldijo para sus adentros. Era todo lo que Zuri le advirtió. No contaba con que la madre de Lena le sacara por su parecido familiar.

—Tranquila, señora Harrington. Sí, soy yo, pero, vayamos a dentro. Necesita un vaso de agua fría y un lugar donde sentarse. Cálmese. Permítame mostrarle algo.

Fue un impulso ridículo, pero no pudo evitar sacar su identificación y ponerla, con cuidado, sobre la mesa de la sala.

—¡Agua fría, mi abuela! —contestó la mujer mientras todavía temblaba—. Hay una botella de brandy en el gabinete de la despensa.

—Mi madre siempre me dijo —comentó Sutherland, mientras se hacía familiar con la cocina—, que brandy, leche y canela resuelve un mundo de nervios. Y sí, mi madre es Lidia Sutherland, y no tiene idea cómo lamento casi matarla de un susto, porque no me lo perdonaría.

Últimamente, su modo de acción era mentira a diferentes niveles. No tenía duda de que, dado algo de tiempo, Lidia podría reconciliar la idea de volver a ver a su mejor amiga; pero la verdad era que, desde la llegada de Lena, su madre no se molestó en preguntar por Ivy. Todo el esfuerzo iba dedicado a mantenerlo separado de la Harrington presente en Grafton.

—Listo. —Entregó un vasito de la bebida a la madre de Lena, quien, tras tomar un sorbo, agarró el celular que llevaba en su delantal. Key hizo lo posible por evitar que marcara—. ¿Qué está haciendo?

—Voy a marcarle a mi hija. —La mujer ya estaba comenzando a recuperar el color—. Lena necesita saber esto. No está aquí, está haciendo una pasantía en... —En un instante, todo se acomodó en su cabeza, o al menos todo aquello que pudo conectar—. ¡Santo Dios! ¿Cómo sabes mi dirección? Lena no solo está en el sur, está en Grafton, ¿cierto? ¿Ella te envió? ¿Le ha pasado algo a mi hija?

Sonata SiniestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora