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Historias perdidas en el tiempo

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Historias perdidas en el tiempo

Grafton estaba sumido en silencio. Se trataba de uno de esos domingos donde la humedad le gana a la voluntad, y el índice de calor sube a puntos donde se expone la salud. Hasta los vecinos que disfrutaban de pasar las tardes en el balcón, optaron, con algo de renuencia, a encerrarse en sus casas, a disfrutar del aire acondicionado.

Nadie notó la llegada del sedán azul, y, de haberlo hecho, no se hubieran sorprendido. Si bien era cierto que Vana Fisher tenía la casa rentada, el espacio seguía siendo de su propiedad. La mujer entró a la casa, cerrando la puerta tras de sí. Observó cada habitación, tomando nota de cómo la forma en que sus inquilinas habían hecho suyos los espacios, indicaba algo sobre la personalidad de cada una.

Zuri parecía extrovertida en gran manera, pero la forma ordenada en que acomodaba la ropa en el armario, codificada por color, la delataba como a una persona que, dependiendo del contexto, optaba por el orden. La idea del caos organizado era algo con lo que Vana podía conectar.

Lena, Lena seguía siendo un misterio. En alguna conversación casual, Zuri le indicó a Vana que Harrington le había dado permiso para acomodar sus cosas. De ser así, y contando con el obvio amor por el orden que la primera mostraba, entonces, Zuri no hizo otra cosa que seguir instrucciones, basadas en años de amistad.

Una tras una, las maletas de Harrington aparecían en fila, abiertas, con fácil acceso a las prendas de ropa. Esto, a pesar de contar con un armario amplio. Contrario a Zuri, quien tenía sus efectos personales acomodados libremente en el baño; los de Lena permanecían en una caja.

—Es como si, a nivel inconsciente, supieras que debes correr. —La mujer dijo, mientras su voz se perdía, sin respuesta, en la casa vacía.  

Sacó su celular, y marcó un número en Nueva York. A pesar de ser domingo, las oficinas del Centro de Ayuda Económica siempre estaban abiertas.

—Habla Vana Fisher, en respuesta su llamada. Disculpe la tardanza en contestar. Estos días han sido agitados.

—No hay problema, señora Fisher.  —La voz del otro lado de la línea la trató con la deferencia con que se trata a contribuyentes de alta escala—. Queríamos agradecer una vez más su patrocinio. Los estudiantes becados con la pasantía han demostrado progreso en sus primeros días. Solo nos preocupa Lena Harrington. Causas ajenas a su voluntad no le han permitido cumplir con ciertos días y...

—No se preocupe por Harrington —Vana respondió de manera cortante —. Ya les advertí que ella queda bajo mi supervisión en Morganton. Por favor, y esto es importante, si es que quieren que asuma los gastos de sus becados: nadie debe saber que el fideicomiso Shea, de Georgia, está patrocinando los cursos de verano.

—Esa información es confidencial, como lo acordado.

—Entonces —concluyó Vana—, no tenemos nada pendiente a discutir. Buenas tardes.

Sonata SiniestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora