3 Planes

562 89 0
                                    

—En la escala del uno al 1 al 10 ¿Cuan enamorada crees que está nuestro retoñito de 22 años de Artemisa?

Le pregunta la castaña Pauline de ojos verdes a su esposa mientras la besa y miran ambas a su hija afuera, que se ha quedado colgada viendo como las hermanas Valentia entran a la casa para irse, bueno se ha quedado colgada viendo a la Valentia más grande entrar a la casa.

—Olivia es un sólido 10 sin dudas. Si es su crush desde que Artemisa entró hace años al restaurant con su madre a pedirnos una escoba y una pala. La diosa la flechó en ese mismo momento, tiene bien puesto el nombre —ambas ríen—. Lástima que ya no es más la niña risueña que conocimos alguna vez.

Artemisa era una niña sonriente de 13 años, que miraba a su madre con admiración, era amable, muy curiosa y conversadora, claro que después de su muerte ella cambió, tuvo que crecer de golpe y hacerse cargo de su hermana, del negocio familiar y de un padre borracho. No es de extrañar que alguien que pasó por tanto siendo tan joven cambiara de repente, por eso el matrimonio les preparaba y llevaba el almuerzo a veces, aunque cada noche les regalaba la cena que "sobraba" del restaurant, aunque siempre se lo preparaban para ellas especialmente y Artemisa siempre lo supo, pero no iba a negarse o dejar a su hermanita con hambre por orgullo.

—Mamis nos vamos —Persi las había adoptado y las llama de esa manera desde hace un tiempo, ya que prácticamente creció en esa casa, mientras Arte trabajaba para mantenerlas y sacar a flote la panadería—. Vendremos el domingo en la tarde.

—Okay cuídense —el matrimonio la abraza— avisen cuándo lleguen —Arte les extiende la mano de manera formal y distante.

—¿Quieren que traigamos algo de la panadería?

—No es necesario Artemis, con que vengan es suficiente.

—Okay. Adiós Mati —choca puños con Matilde, es con la que mejor se lleva ya que son parecidas—. Hablamos por mensaje sobre lo que preguntaste.

—Genial Arte —es otra de las únicas pocas personas que tienen permitido llamarla así.

—Matt —el niño también hace su saludo especial con ella.

Persi apretuja a los gemelos, que se permiten ser apapachados por la hermana adoptiva que tienen. Olivia también es apretujada por Persi y Artemisa se despide de ella con la mano jugando con las llaves de la camioneta en su mano. Salen todos a despedirlas y la última en meterse es Olivia.

—¿Hasta cuándo vas a seguir enamorada de ella?

—Mamá no molestes —le dice a Pauline.

—No dejarás pasar esa beca en Francia, Olivia, si este año lo logras que ella al menos voltee en tu dirección lo dejarás, fueron tus palabras y aún así no dejarás pasar la beca.

—Mami lo sé —le responde a Juliana—. La tía Julia me invitó mañana a ir de compras, tarde de chicas —mira a sus mamás— ¿No le habrán contado de Artemisa y mi plan de conquista para este año, o si?

—Bueno quizás... se me pudo haber escapado —dice Juliana y Pauline les da la espalda por el grito en el cielo que va a poner su hija, pero eso no sucede.

—Me lo imaginaba, que la tía Julia de la nada me invite a una tarde de chicas con tanta insistencia, era raro —Juliana abre el ojo que había había cerrado esperando el grito—. Artemis me sonrió, me va a enseñar a tocar el piano y sobre historia de la música.

—Pero si tú ya sabes tocar el piano.

—Fingiré demencia mi estimada, mamita. Por cierto no se me ha pasado que hayas abierto la boca —su mami abre y cierra la boca agachando la mirada—, solo que estoy demasiado feliz. Eso sí, vuelve a hacerlo y no les cuento más nada.

—Pero si yo no dije nada —se defiende Pauline.

—Judas —le responde su esposa.

—Hasta mañana...

Ella se marcha feliz con una gran sonrisa en su rostro, hasta tararea una canción y baila con los gemelos que se interponen en su camino, Mati blanquea los ojos y Matt se ríe y baila con ella.

—¿Así de enamorada me veía? —pregunta Pauline.

—Obvio mi amor ¿Has visto la esposa que te has elegido? —le responde Juliana.

Ella enrosca el repasador y le da un latigazo, mientras caminan a su habitación entre risas, apagan luces y cierran puertas, besan a los gemelos y se meten a su habitación.

Flash Back

—Lamento lo de tu mamá —le dice Olivia de 12 años a Artemisa, sentándose en un columpio al lado de ella— ¿Necesitas algo?

—Que no esté muerta, sería lo ideal.

Responde la castaña de ojos miel con la mirada pérdida llena de lágrimas, y Olivia se queda callada.

»Lo lamento, olvida lo que dije. No necesito nada, gracias Oli por preguntar —la mira y le sonríe con tristeza y los ojos llenos de lágrimas—. Creo que debería entrar y estar con Persi, no está bien.

—Tú tampoco estás bien.

—No, no lo estoy. Pero tendré que estarlo ¿Vamos? —le extiende la mano—. Me puedes ayudar entrando conmigo.

—Claro.

La toma de la mano, y la observa. Ve su perfil caminando a contra luz, porque al atravesar la puerta de esa casa Artemisa ha blindado su corazón, y el último contacto cercano y la charla más larga la tuvo con ella ese día, ese mismo día la diosa dejó a un lado su corazón, su alma, y así misma, en cuánto cruzó la puerta y soltó su mano, su mundo entero sería su hermana Persephone de 9 años.

Fin del flash Back.

Olivia está ahora mismo soñando y recordando ese momento, en el mundo honirico los sueños parecen torcerse y tomar otras formas. En su sueño en cuánto cruzó la puerta, vió como partes de la casa se transformaban en la armadura de Artemisa y la envolvían hasta transformarla en una enorme mole, en sus sueños cuándo la chica de 17 años llegaba a su pequeña hermana, la armadura flaqueaba, se abría y las envolvía a ambas.

Así es cómo se ve Artemisa ahora, casi que desconectada del mundo, de sus emociones, de ella misma, solo existe por y para Persi.

—Buen día —Pauline se acerca preocupada al lado de su hija que no responde— ¿Qué pasa cariño?

—Soñé con Artemis —su madre abre los ojos y levanta las cejas—. No fue algo lindo —dice suspirando aún con el ceño fruncido—. Lleva tanto tiempo siendo tan... lo que es ahora, un robot en automático que te habla en monosílabos o palabras de no más de 5 letras, que había olvidado cómo era antes, antes de todo.

—Ellas han pasado por mucho cielo. Artemisa más que Persi que era muy chica.

—Lo sé —mira su taza de café entre sus manos— ¿Crees que ella pueda volver a ser quién era? En mi recuerdo era una chica dulce, habló conmigo el día del velorio de su madre, me tomó de la mano y luego al entrar a su casa, creo que ella supo cual sería su nueva realidad y se blindó.

—No lo sé Oli —su madre la acaricia el rostro—. Quizás con amor y volviendo a recordarle que ella también importa, quizás Artemisa vaya tirando de a poco su armadura. Pero a veces hay personas tan sumergidas en su dolor que no son capaces de ver, y no puedes salvar a quién no quiere ser salvado, tampoco es tu responsabilidad hacerlo.

—Lo sé.

—Prométeme que si ella no quiero ser salvada, si Artemisa no quiere salir o se niega a soltar su armadura, no vas a insistir. A veces las personas no están preparadas y obligarlos es peor, aunque sea algo por su bien.

—Sí, mamá. No voy a obligarla a nada. Gracias por escucharme.

—Eres mi bebé.

—Ay la bebé —apareció Matt molestándola y ella le hace la seña universal—. Mamá, dice, mami, que dónde has dejado su cargador.

—Le dije a tu madre que ella no lo bajó ayer del auto...

Pauline se aleja hacía la habitación, a hablar con Juliana, y Persi sigue pensando.

«Pero a veces hay personas tan sumergidas en su dolor que no son capaces de ver, y no puedes salvar a quién no quiere ser salvado...»

Los sabores del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora