14 Confesiones

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—No soy buena con esto, pero necesito hacerlo, sube y no me hagas preguntas, déjame que te vaya diciendo a medida que las palabras me salgan —le abre la puerta y la de ojos verdes sube callada, la otra da la vuelta y se sube como piloto—. Sé que sabes tocar el piano, como el violín y el violonchelo —Olivia agacha la mirada—, sé que vas a irte a Francia por un año por esa beca que ganaste y que eres una excelente pastelera —frena de golpe a llegar a la orilla en la carretera en un terreno baldío—, sé —se baja de la camioneta y le abre la puerta de tu lado— que tenías un plan para este año Olivia, te escuché, ese día que me fui con Louisa me volví al restaurante para invitarte y te escuché en hablar con tus tías en la oficina de tus madres. Sé que no puedo dejar de pensarte todo el tiempo, que no puedo sacarte de mi cabeza, que intento no pensarte a diario y desde que me pediste hacer esa pasantía en la panadería, todo esto que sentía desde hace tiempo y que no pude ocultarme a mí misma me ha dado un guantazo en la cara.

—¿De qué hablas? ¿Qué quieres decir con eso de que hace tiempo sentías? —Artemisa camina dándole la espalda.

—Tengo un crush contigo desde que tenías 16 años —suspira—, verte crecer, verte tan cerca y convertirte en esta mujer hermosa que eres, no solo físicamente sino que eres —suspira—. Mantuve a raya lo que siento —se lleva una mano al corazón y Olivia se coloca frente a ella—, pero ¿Tienes alguna idea de lo difícil, que ha sido no verte? No desearte todo el tiempo, no ver lo bien que te quedaba esa camiseta sin mangas del color de tus ojos, que es mi favorito, no sacarte la toalla cuándo saliste así del baño, no querer rozarte o ocultar lo feliz que me hizo el hecho de que pensarás en mí al elegir mi regalo de cumpleaños. Pero te vas por un año Olivia, y tal vez conozcas a alguien más, alguien que pueda ofrecerte algo mejor que un sueldo bajo y trabajo arduo, porque la panadería que era de su familia vive al borde de la quiebra, y sobrevive más que vive llena de deudas, te mereces a alguien mejor, que pueda darte mucho más —la toma del rostro, besa su frente y luego se aparta para volver a la camioneta.

—Si escuchaste lo que hablé con mis tías aquél día entonces sabes y escuchaste que te amo —ella frena—, no es un sentimiento adolescente y no se me va a pasar, porque tampoco es una enfermedad que contraje. Llevo enamorada de ti desde la primera vez —se acerca a ella despacio— que entraste al restaurante de la mano de tu madre —toma su mano—, llevabas unos vaqueros rosas y una camiseta blanca llena de corazones, una coleta alta y la sonrisa más linda que haya visto en mi vida y créeme he visto muchas y la tuya —se coloca en frente y la ve llorar pero ella le sonríe—, sigue siendo la más linda y mi favorita.

Entonces se acerca a la castaña, pegándose lo mejor que puede ella y tomando su rostro cierra los ojos y la besa, Artemisa la toma de la cintura y la nuca, sumerge su mano en su cabello y la besa con pasión, con todas esas ganas acumuladas, con la privacidad que le da el claro de solo ser ellas dos.

—Arte —se separa apenas y la mira—, yo quiero intentarlo. Si tú quieres y me esperas —suspira—, yo sé que es mucho tiempo pedirte que me esperes un año, pero volveré...

—¿Por qué yo?

—¿Por qué no? Llevo amándote años. ¿Tan malo es que te ame?

—Yo no puedo ofrecerte...

—Lo construiremos juntas —toma y besa la palma de su mano.

—Yo también te amo —se seca las lágrimas y se sorbe la nariz—, llevo amándote en secreto, años. Pero eres la mejor amiga de Persi y...

—Ella sabe —ambas sonríen—. No me des una respuesta ahora, piénsalo y...

—Sí, Oliv, sí. No sé que pase en el futuro y estoy harta de estar preocupándome por lo que va a venir, quiero ser feliz ahora, contigo, las dos.

Los sabores del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora