7 Su cumpleaños, una batalla campal

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Llegó el martes y por ende el cumpleaños de Artemisa también, ella no lo festeja, no ha festejado ningún cumpleaños desde que su madre falleció, al menos suyo ya que a Persi si le hace fiesta, es como si su mera existencia hubiera pasado a un segundo plano y se hubiera olvidado de ella misma.

—Buenos días —le dice Artemisa llegando a la panadería, dónde estaba Olivia esperándola afirmada en la puerta— ¿Lista para tu segundo día? —la otra asiente con una gran sonrisa.

Entran y cierran con llave dejando la luz de adelante apagada, para pasar atrás a la cocina, los hornos ya están prendidos desde de las 6 a.m. ya que Artemisa se levanta mucho más temprano para llegar y trabajar la masa. Olivia deja sus cosas colgadas y saca una cajita con un moño envuelta en papel de regalo.

—Sé que no lo celebras —se acerca a ella acariciando su brazo para llamar su atención—, pero no podía dejarlo pasar, es tu cumpleaños hoy, y es un día para celebrar porque un día como hoy, naciste y gracias a eso existes.

Artemisa se sacude sus manos llenas de harina, y se limpia los pegotes para tomar la caja, con cuidado abre el papel de regalo y ve el contenido de la caja, un llavero con dos corazones, uno grande que envuelve a uno más pequeño, con las palabras Arte y Persi.

—No había mucho espacio para colocar tu nombre completo, espero que no te moleste que haya usado ese diminutivo.

—Pero, Oliv si tú y tu familia ya me han dado un regalo —Olivia se derrite al escucharla ser llamada así, que era como la llamaba el inicio, trata de no darle importancia para que ella no lo note—. No tenías que gastar, pero me gusta mucho —ve a la diosa algo inquieta—, gracias.

Entonces en un movimiento rápido Artemisa la abraza, y Olivia claro que no pierde la oportunidad y le devuelve el gesto que dura un poco más de los abrazos que ella da escasamente, pero los suficiente como para tener piel a piel su perfume y su castaño oscuro haciendo contraste con su castaño claro, llevándola a cerrar los ojos un instante y disfrutar de este abrazo.

—Lo usaré ahora —le dice y se aparta para tomar las llaves de la panadería—. Queda lindo ¿Verdad? —tiene una gran sonrisa.

—Sí.

La puerta de entrada suena y Artemisa cuelga las llaves para ir a abrirle a Lou, la rubia entra algo eufórica, la abraza y saca una caja algo grande envuelta en papel de regalo, la castaña la abre y saca un delantal, que dice su nombre bordado, el delantal es de color gris con bolsillos adelante.

—Gracias, está muy lindo —le dice y le toca el brazo en una mínima caricia, no es como el cálido abrazo que le acaba de dar a Olivia por un llavero—, me lo pondré ahora.

El día transcurre normal y la panadería con sus puertas abiertas atraen a los transeúntes, el cartel de nuevos productos dulces, despierta la curiosidad de algunos que se paran a comprar y llevar algo, luego de probar una muestra de lo nuevo, que se vende mucho más rápido que el pan caliente de Artemisa.

—¡Qué los cumpla feliz! ¡Que los cumpla feliz! ¡Que los cumpla, la gruñona! ¡Que los cumplas feliz! —entra Persi cantando y con un parlante en el hombro de la canción del feliz cumpleaños, y la hace bailar a prepo a su hermana—. Ay mi cosita enojona, feliz cumpleaños —la abraza fuerte—, hoy me pedí el día en el trabajo y como ya eres niña grande, nos esperan en casa. Vamos.

La toma de la mano, saca las llaves de la panadería, se las deja a las chicas y se la lleva a las rastras prácticamente al departamento. Artemisa se mete a bañar y sale vestida con el jean nuevo que le acaba de regalar Persi, y una blusa liviana de color crema.

—Eeem bien, pero podemos hacer algo con ese cabello y podría maquillarte un poco —me toca el rostro, pero su hermana la aparta—. Es tu cumpleaños, hermana.

Los sabores del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora