12. La Noche Clara

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Vania, Darland y Atlas firmaron un acuerdo de paz 46 años atrás. La guerra comenzó por el uso de los recursos de la triple frontera. Una gran sequía arrasó ese hemisferio por muchos años y el agua escaseó sobremanera. Ambos países vecinos le declararon la guerra a Atlas por extralimitarse con el uso de aquel líquido vital, y pusieron un bloqueo estricto que no permitió el ingreso ni egreso de materia prima al país. Ésto, con el tiempo, provocó millonarias pérdidas y desabastecimiento extremo. El único suministro que se pudo mantener es la electricidad por energía eólica. Muchos intentaron el uso de energía solar, pero el cobro de impuestos altísimo que se impuso por ésto hizo prácticamente imposible su implementación.

Entonces, tras un golpe de estado, se destituyó al presidente de turno dando lugar al gobierno de Baro Vyan, El Restaurador. Se llegó a un acuerdo un poco legal, otro poco no, y se pudo poner fin al enfrentamiento que duró dos décadas. Vyan dio énfasis al resurgimiento de algunos sectores acomodados del comercio y así los poderosos de Atlas comenzaron a enriquecerse a costas de la decadencia de los atlanos de menos recursos. La desigualdad fue tal que mientras el dueño de un banco poseía 10 autos último modelo, un empleado de una fábrica terminaba matando a alguno de sus hijos por la falta de comida. Ya podrá imaginar el lector las razones para hacerlo.

Entonces sucedió. La disconformidad con el gobierno de Baro Vyan trajo; primero protestas pacíficas, luego revueltas violentas, además, el hambre colaboró con los saqueos. Muchos adultos e incluso algún que otro adolescente formaron un grupo de resistencia llamado Insurgentes, quienes querían sacar a Vyan del poder. Toque de queda, desapariciones, encarcelamientos, fusilamientos en plazas públicas televisados. Nada de esto se ocultó. Los medios que el gobierno de facto usaba para disuadir mostraba, exponía, lo que se hacía con los traidores usando el terror como arma. Todos sabían y todos temían. El mundo entero lo sabía. Cuando los rumores de atacar al presidente Baro Vyan se incrementaron entre la gente del pueblo, se utilizó la última carta: La Noche Clara.

La Noche Clara fue la matanza de todos los adultos a partir de los 25 años en adelante. Fue un ataque tan sincronizado que nadie logró escapar. Millones de soldados irrumpieron en las viviendas atlanas con sus armas y las imágenes de quienes debían ser ejecutados en cada hogar proyectadas en los visores de sus cascos. Cada uno de esos soldados fue inyectado con un suero que les suprimía cualquier vestigio de remordimiento o compasión. Los gritos y disparos a quemarropa inundaron todo un país, cada rincón de él, cada vivienda, cada familia... Menos las acaudaladas, que serían las elegidas para una nueva nación.

Millones de huérfanos quedaron a la deriva. No eran capaces de atacar debido a la desnutrición que ya traían encima y la poca experiencia de vida. Los primeros en morir fueron los enfermos, como fue el caso del hermano de Ihra. Otro tanto los que no fueron capaces de adaptarse. Los niños y adolescentes se vieron diezmados significativamente. El toque de queda se mantuvo y se abrieron puestos de trabajo para los adolescentes a partir de los 16 a los pocos meses del genocidio.

Baro Vyan se enfermó de cáncer de próstata y murió a los 4 años luego de tal evento, asumiendo su único hijo, -unigénito y varón, como era la regla- Uthar Vyan. Éste ya contaba con una familia, por supuesto, con un único hijo varón también. Nander tenía 24 años cuando su padre asumió el cargo de presidente de Atlas.

Uthar Vyan apareció con una imagen más jovial ante sus nuevos súbditos, que ya varios contaban con casi 30 años. Levantó el toque de queda, los fusilamientos públicos son sólo para delitos mayores, almuerzo y cena en lugares de trabajo con alimentos balanceados con vitaminas y hierro, el fin de la ley seca (aunque el costo del alcohol podía ser sostenido solo por los más pudientes). Los carteles con colores neón fueron inundando la ciudad y las transmisiones televisivas se producían en lugares de trabajo con un único canal estatal.

Uthar Vyan, sin embargo, sabía mantener apariencias y nunca dejaba un cabo suelto.

El presidente estaba en su escritorio revisando unos papeles y carpetas. Estaba muy concentrado en su tarea hasta que alguien golpeteó apenas la puerta y un joven anunció con voz tímida:

-El señor Grihman ha llegado, señor.

Dejó los papeles sobre el escritorio y apoyando la espalda al sillón hizo un gesto con los dedos para que el empleado hiciera pasar a su asesor y mano derecha. Acto seguido, un hombre calvo y muy delgado rondando los 50 ingresó con una sonrisa cómplice.

-Buenos días, señor Vyan -dijo inclinando un poco la cabeza de un lado.

-Tome asiento, Grihman -respondió Uthar con calma cruzando los dedos sobre su vientre. Tocó un botón sobre el escritorio y alguien atendió el intercomunicador. -Trae un café.

-Ensegui-

Vyan cortó la comunicación de inmediato y miró a Grihman esperando algo. El hombre sabía de la poca paciencia del mandatario aunque siempre se veía tranquilo y comenzó a sacar unos papeles de una carpeta.

-Estos son los informes que me pidió que trajera, señor. Confeccioné un mapa estadístico para que tenga una idea más rápida de las zonas de mayor problema.

-Omega, siempre Omega -murmuró mirando el mapa con desprecio.

Grihman sonrió de lado y con satisfacción abrió los labios, pero llamaron a la puerta las chicas encargadas de traer el café desde la cocina. Una entró con el carrito con una jarra de metal con un delicado pocillo con un platito. Iba a dárselo a Uthar pero este señaló a su asesor, quien se sorprendió, pues no había pedido nada. La jovencita acomodó el pocillo y vertió el café.

-¿Algo más, señor? -indagó la chica.

-Puedes irte -ordenó Uthar cortante. Cuando las chicas se marcharon y cerraron la puerta, miró a Grihman y movió la cabeza -Hable ahora.

-Sí, sí -titubeó el hombre volviendo a lo que quería decir. -Mañana llega el cargamento de L-23 y los elementos de laboratorio faltantes.

Pudo vislumbrar un dejo de satisfacción en Uthar, lo que hizo sonreír tranquilo al asesor, quien bebió su café aunque odiaba la cafeína.

Atlas - Juego de poder (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora