22. Marionetas

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Las cortinas automáticas se abrieron a la hora fijada, mientras la alarma sonaba en un reloj proyectado desde la blanca mesa de luz como un holograma. Nander tocó la superficie de ésta y la alarma se detuvo. Se acomodó boca arriba con los ojos cerrados un momento, respiró profundo, se llevó las manos a la cara y repasó mentalmente su itinerario para el día. Ya era viernes y quería dejar su trabajo listo para tener libre el sábado.

Con un traje azul marino, gemelos de oro y zapatos de cuero lustrados, llegó a desayunar. Sus padres también estaban en el comedor. Tras un saludo a ambos tomó asiento. Una joven empleada se acercó para servirle café, se retiró y él agregó un chorrito de crema y azúcar.

-¿Cuándo dejarás de usar crema y azúcar para tu café? Ya no tienes 20 años y te casarás con una chica más joven. Deberás estar a su nivel-sentenció su madre sin levantar la vista.

Odiaba eso. Treinta años y tenía que aguantar las críticas mañaneras de su madre.

-Pues si no me estuviera prohibido vivir solo no tendrías que verme cómo me convierto en un bodoque.

Uthar bebió café en silencio con la mirada en una tablet. Su familia se dio cuenta que le molestó el comentario, y no dijeron más nada.

El joven hombre recibió en su teléfono la agenda del día enviada por su secretario. Desayunaba mientras revisaba aquello. Le llamó la atención tener agendada una reunión con su padre a primera hora. Qué extraño, habían tenido una el día anterior, como hacían cada jueves.

Sus padres comentaron apenas alguna que otra noticia. Nander detestaba charlar en las mañanas, por lo que rara vez participaba de las conversaciones.

Al terminar, padre e hijo salieron del salón y se dirigieron sin hablar al despacho de su padre. Uthar le indicó con su mano que tomara asiento y cerró la puerta. Ya en su lugar frente a su hijo comenzó a explicar:

-En dos semanas se llevarán a cabo las nupcias entre tú y June Herz. Ya está todo confirmado y listo.

-¿Por qué lo adelantaron?-inquirió Nander entre el asombro y el fastidio.

-Lur está por cerrar un negocio y quiere que tú también seas parte de las ganancias. Ésto nos conviene, por supuesto.

-Supongo que solo tengo que sonreír durante estos días...-murmuró desviando la mirada a un costado.

Aunque no lo decían, se sabía que ninguno de los dos quería casarse. Sin embargo, la pena para Nander por faltar a su matrimonio arreglado era el destierro completo, por decirlo así. Se perdía credibilidad, negocios e influencias. La mejor opción era irse. Nander no se veía viviendo como indigente en un país extranjero o algo semejante. Aceptó el hilo del destino cortado por las tijeras de Uthar.

El joven respiró fuerte y se apoyó en el respaldo del sillón:

-Bueno, te agradezco por avisarme.

-Eres un adulto. Ya sabes cuál es tu deber y cómo debes comportarte.

Nander asintió rozando sus labios con sus dedos.

-¿Hay algo más, padre?

-Sí...-respondió inclinándose hacia adelante, apoyando los brazos en el escritorio y juntando los dedos. Nander lo observó esperando algo pesado- El apellido Vyan es un privilegio que tienes por el solo hecho de haber nacido en esta familia. Las leyes con las que te riges como tal es el precio que todos pagamos por él.- Hizo una pausa con sus azules ojos fijos en los de su hijo.-No somos libres, y no podremos serlo jamás. Altas está sobre nuestros hombros.

Nander apretó la mandíbula aún con la vista fija en ese hombre frente a él. Tenía tantos deseos de meterle un balazo en la siene, que no le importó que la mirada escrutadora de él se diera cuenta de lo que pensaba.

-¿Algo más? -preguntó serio.

-No, puedes retirarte. Recuerda la reunión con los embajadores al mediodía.

-Por supuesto.

Nander se incorporó y se despidió inclinándose un poco, tras lo cual salió. Una vez fuera de la vista de su progenitor, apretó los puños al andar.

Uthar se apoyó en el respaldo del sillón pensativo, revisó su comunicador y entrecerró los ojos al ver la pantalla.


June le explicaba a su asistente cómo estaba organizado su clóset, así sabía qué había y dónde encontrar lo que le pudiese llegar a pedir. En eso, una notificación llegó al comunicador. June lo tomó y leyó el mensaje, era su padre. Luego le llegó otro de Nander. Ambos contenían el mismo recado: el casamiento se adelantaba.

La joven tomó asiento cerrando su mano con el botón comunicador. Su mundo estaba cada vez más cerca de acabar. Se tomó la cabeza con las manos ante la mirada atónita de Dayara, que no entendía qué pasaba, y comenzó a llorar. No había forma de escapar de esa cárcel.

Day acercó un sillón y posó la mano sobre el hombro de la joven. Le costaba enfrentar el llanto ajeno, pero se animó a preguntar:

-¿Puedo ayudarte en algo?

June sollozó y respondió:

-Nadie puede ayudarme, Dayara. Mi vida completa es un circo. Solo soy una marioneta en él.-la miró a los ojos -Adelantaron mi casamiento. Será en dos semanas... ¿Sabes qué? Hoy habrá una reunión con embajadores que quieren irse del país por supuestos crímenes contra extranjeros durante el gobierno del padre de Uthar. En dos semanas están programados los cierres de 3 empresas de aquellos países, lo que traerá desempleo y todo lo que eso significa ¿Y cuál es mi deber? Ser la asistente del mago, esa que distrae al público contoneándose para que él haga tranquilo su truco. Y Nander Vyan está en la misma situación, pero a diferencia de él, si no soy creíble...

No hizo falta el final. Ya todo el mundo sabía lo de las desapariciones ocultas. Dayara quedó como aturdida. Su vida siempre fue sobrevivir; buscar agua, alimento, solo eso. Desconocía lo de las embajadas o lo demás que dijo June. Y por supuesto que lo del desempleo sería terrible para los indigentes, más que nada.

Tony solía hacer algo en esas situaciones, cuando no había nada que decir, y es lo que hizo ella: rodeó los hombros de la rubia con sus brazos. Ocultó su cara en la nuca de ésta; le daba vergüenza lo que estaba haciendo, sin embargo sentía que era necesario. June se quedó quieta sin saber cómo reaccionar. Un abrazo. Ni cuando fue niña su madre lo hacía. Solo halló abrazos y afecto en su ex novio, Yhan, quien fue borrado del mapa, tal como Nander le había confesado y confirmado hace unos días.

El llanto emergió desde lo más profundo y se deahogó como jamás se había permitido hacerlo frente a alguien. Day afianzó el abrazo, la verdad sí que había hecho bien en animarse a consolar a la joven.


El comunicador vibró en el bolsillo de la chica del supermercado. Vibró varias veces, lo que significaba que era una llamada. Krisa terminó de tiquear apresurada:

-Briku, cúbreme, por favor-rogó a una joven que estaba limpiando cerca.

Corrió al baño y miró el comunicador desplegado. La llamada había sido de Nander. Volvió a vibrar en ese instante y ella contestó bajando la voz:

-Amor, ¿qué sucede?

-Necesito que salgas. Estoy en un auto gris a la salida del pasillo detrás del supermercado-suplicó casi como una orden.

Krisa se preocupó por el tono de voz y el apuro de su amado. Salió sigilosamente del baño y se escabulló hasta la puerta de emergencia que llevaba detrás del recinto. Ya afuera, vio el auto gris. Corrió y antes de llegar, la puerta se abrió. Al entrar se encontró con Nander. Tenía los ojos irritados, como si hubiera estado llorando.

-Amor...

-Por favor, abrázame.

Los dos se estrecharon con fuerza. Nander hundió su cara en el cuello de la joven. Quería sentir su calor, guardar la sensación de ese cuerpo contra su pecho.

-Nan, ¿qué sucede? Me preocupas.

El hombre se mantuvo en silencio un instante, hasta que su voz grave resonó en los huesos de la chica.

-Voy a matar a mi padre.

Atlas - Juego de poder (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora