20. Burbujas

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Cabello platinado lacio, un vestido con mangas color negro con sutiles brillos, labial nude para que el maquillaje de los ojos sea protagonista... Cuando la madre de June vio aparecer a su hija con la indigente tan cambiada, no pudo evitar la cara de asombro. Recordó con sorna el dicho de su abuela; no hay gente fea, solo gente pobre. Aunque claro, la apariencia jamás la volvería una de ellos.

La rubia entró al salón con su nueva asistente detrás. Era una fiesta de inauguración de una reciente empresa de software, una venida del extranjero. Herz iba saludando seguida de Dayara, quien miraba su entorno ansiosa para no cometer algún error. Mientras no interactuara, todo iría bien.

Al llegar donde estaba su madre junto a otras mujeres, June las saludó con un beso. Notaron la presencia de Dayara, aún así la ignoraron. La chica recibió instrucciones antes de ir a la fiesta, y ya esperaba esa reacción. Ella pensó que era lo mejor que podía pasarle.

-¡Ha llegado la flamante novia! ¡Estás hermosa, pequeña-una de las mujeres, mayor y elegante.

-Viene de buen linaje-bromeó Ziah.

-¡Por supuesto que es así! ¡Y mira que buen gusto! Este vestido de Von es exquisito-otra.

-Gracias-respondió la joven-. Tú también te ves excelente, Sura. Ese maquillaje te favorece.

Luego, ambas se acercaron a los empresarios, unos hombres jóvenes de más o menos la edad de June, que hablaban con un acento diferente. La reacción fue distinta. Si bien tampoco se dirigieron a la chica nueva, las miradas furtivas no se hicieron esperar. Dayara se sintió intimidada. Se mantuvo detrás de su empleadora con la vista baja esquivando la de aquellos lobos con ropa de marca.

En un momento, June se giró hacia Day:

-Dayara, ¿puedes traerme una copa de champagne?

La chica afirmó con la cabeza en silencio y sintió un gran alivio al alejarse y perderse entre la gente. Vio a un camarero y le pidió una copa de la bandeja. La tomó y comenzó a mirar entre la gente para volver a su sitio. De pronto, alguien la llevó por delante, haciendo que el burbujeante líquido cayera sobre el pecho del vestido. La joven contuvo el aliento mirando su ropa, temiendo que la castigaran por el percance.

-¿Te encuentras bien?

Al fin Dayara elevó la mirada, encontrándose con unos ojos verde agua de un apuesto hombre rubicundo. Contestó bajando la voz aún temerosa de las represalias:

-Sí, estoy bien... Con permiso, buscaré el baño.

Estaba girando sobre sus talones cuando el hombre la detuvo:

-Espera. Toma.- Le entregó un pañuelo. Dayara lo tomó con un poco de recelo clavando sus ojos en los de él. -Sígueme. Te mostraré dónde está el baño.

Ella caminó detrás del hombre hasta el otro lado del salón. Era una zona con menos bullicio, separada por una mampara de vidrio esmerilado con diseños arabescos en ella. Dayara agradeció con un gesto, recibiendo una sonrisa, y entró.

Ya frente al lavamanos, humedeció el pañuelo de tela y frotó su vestido lo más que pudo. Cuando parecía ya estar lista, una mujer salió de un cubículo, se lavó las manos y las secó en un secador de aire, retocó su labial y salió. Entonces, Dayara la imitó. Se acomodó donde le llegara el aire del secador, logrando dejar su vestido en condiciones. "Genial, creo que me salvé de la golpiza", se dijo.

Abrió la puerta del baño y se encontró con el hombre esperándola, lo que la tomó por sorpresa.

-Ah... ¿Querías tu pañuelo? Aún está húmedo. Si me dejas, lo seco en el secador de man-

Atlas - Juego de poder (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora