Ihra y Antoinette esperaban en la puerta de salida del pasillo de revisión con sus caras cubiertas por la polución. Tony lloraba desconsolada e Ihra la abrazaba sin decir una palabra. Si bien gracias a la mano dura casi no había noticias de delincuencia, ambos pensaban que azotar a alguien con hambre por tomar unos bizcochos era demasiado. Todo el que trabajaba lo hacía 12 horas de corrido y el sueldo del mes le alcanzaba apenas para lo que una persona en condiciones normales consume en 5 días. Los precios y el desabastecimiento eran extremos, y los jóvenes sobrevivientes del genocidio sólo se mantenían vivos gracias a la ayuda mutua y a esa comida fortificada que servían en los comedores de los lugares de empleo. Era de esperarse que uno perdiera la razón al ver comida con el estómago mal alimentado.Algunos se dedicaban a cultivar, a pesar de la escasez de agua. Se las ingeniaban para recolectar el agua del rocío y de las escasas lluvias. La mayoría de los que hacían este trabajo eran los más jóvenes, quienes aún no trabajaban en la ciudad, ayudados por algunos mayores. No se podía tener animales por la falta de recursos, de modo que se consumían insectos limpios. Los primeros dos años después de La Noche Clara murieron muchos niños y adolescentes que no sabían ni aprendían supervivencia. Lamentablemente, quien tenía una enfermedad grave o discapacitante tampoco lo superaba. Muy pocos fueron los afortunados, si se les podía decir así a quienes se mantuvieron con vida.
Ihra fue uno de los que vivió en los cultivos hasta que su hermano con cáncer murió aquella vez, agravado por la desnutrición. Sus amigos lo llevaron al hotel en ruinas a la fuerza para obligarlo a comer. Y ahí estaba ahora, rogando por la vida de aquella chica que le convidó del alimento que tenía en la mano y lo tranquilizó con una voz suave.
La puerta de metal hermetizada para mantener el aire puro dentro se abrió y dos hombres arrojaron a Dayara como si fuera un costal de papas al piso. Ihra y Tony corrieron a auxiliarla apenas la vieron. Su amiga la tomó con cuidado llorando al verla tan lastimada al borde del desmayo. Con un hilo de voz le dijo a su amiga:
-Herz... me lo dio.
Tras eso, perdió el conocimiento.
-¡DAYARA, DESPIERTA! ¡DAYARA!
La chica intentó volverla en sí sin resultado. Acarició su rostro con el cabello pegado a la sangre de la nariz que se había extendido hasta el mentón y el cuello. No sabía cómo sostenerla por las heridas en la espalda y brazos. Se quitó las telas con las que se protegía del aire viciado y se los acomodó a ella. Ihra intervino decidido:
-La llevaré en mi espalda hasta la estación de servicio para lavar sus heridas. Toma.- Se quitó su sudadera y se la pasó a Tony mientras él tomaba a la chica, quedando con su torso desnudo. -La lavas y le colocas ésto, ¿sí?
Antoinette tomó la prenda y se la ató a la cintura mientras tosía. Se puso de pié con la mirada transformada:
-Vuelvo en un momento.
Ihra no entendió qué pensaba hacer, aún así la esperaría. La morena caminó a paso firme hasta la entrada, donde estaba la portería. Si el portero no la conociera no le habría abierto. Cuando entró fue hasta la recepción, así, con la ropa y las manos manchadas de sangre. Un guardia intentó detenerla, pero también la reconoció. Era una empleada ejemplar con sus 24 años. Se paró frente al mostrador y con voz autoritaria y ahogada reclamó:
-Joskah, dame el maldito teléfono y la lista de números. Si no lo haces por las buenas, será por las malas.
El hombre dudó. Podía meterse en graves problemas si lo hacía. Sin embargo, Tony estaba decidida. Al ver el titubeo del hombre, de un salto pasó por arriba del mostrador y tomó el teléfono que constaba de una pantalla con números. Era un modelo muy antiguo. El hombre detuvo con un gesto al guardia que venía a sacar a la mujer. Ella sostuvo la tableta donde se anotaban los números de teléfono y al hallar el que buscaba, marcó. Esperó secando sus lágrimas a la vez que respiraba profundo. El tono dio tres veces y la voz de una mujer se hizo lugar en el dispositivo.
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Atlas - Juego de poder (En Proceso)
Bilim KurguLos indigentes y los poderosos: dos grupos de Atlas, un país en ruinas tras la Guerra y la sequía extrema que azota además al planeta. Y ya adivinarás qué grupo somete a cuál. Pero eso tal vez cambie si el miedo se traga para dar lugar a la voz y g...