11. Puesta en escena

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El día despejado y caluroso de primavera se hacía sentir en las calles de Omega City. La camioneta, con la que la joven volvió por los indigentes, circulaba por la avenida hacia afuera del suburbio conducida por su guardaespaldas, Kalan. Debía llegar a tiempo para dejar el vehículo antes de que su padre entrase a la cochera a las 11. El hombre tenía un almuerzo de negocios y era seguro que usaría alguna de las dos 4x4 negras.

Dentro de los vehículos usados por los adinerados de Atlas se podía respirar con normalidad gracias al sistema de ventilación y purificación de aire. Aprovechando esto, June se maquillaba cuando el botón comunicador sonó. Abrió su mano para activarlo y puso el altavoz.

-Buenos días, querida. Hoy amanecimos y desayunamos juntos. El lugar lo eliges tú.

"Maldito Nander y esa novia secreta..."

-Buenos días, amor. El desayuno en el Montaro estuvo delicioso. Y el bolso de L'uange que está por llegar a casa color rojo fue un excelente regalo.

Nander se quedó pensativo:

-¿Dónde estuviste?-inquirió bajando un poco la voz, aunque sonreía como si ella lo viera.

-En el Montaro, querido-contestó sin titubear.

Nander no le creyó una palabra:

-De modo que tienes un amante... Y uno que no tiene ni para un bolso para su chica.- Se acomodó en el asiento trasero del vehículo casi recostándose. Él viajaba de regreso a su casa también. -Quién lo creería de la puritana de June Herz...

La chica contuvo las ganas de levantar la voz. Inspiró profundo y respondió con calma reprimiéndose:

-No tengo ningún amante. No necesito algo como éso para alimentar un pobre ego. Y tienes hasta el sábado para cortar con quien sea que estés saliendo. Es mi última palabra.

-Jajaja -rio Nander de forma exagerada. -Oh, no me digas que crees todavía que lo haré. Querida June, amor, habrá una fila de mujeres detrás de ti. Hazte a la idea.

La sangre de Herz parecía hervir dentro de sus venas. De todos los Vyan tenía que estar con el más idiota. El hombre casi podía imaginar a su novia y su cara enrojecida por el desprecio, lo que le daba placer.

-Ah, por cierto, cariño. Esta tarde te espero a las 5 para compartir un tierno momento tomando un té en casa. Por favor, trae el cabello recogido- Agravó su tono relamiendo sus labios-Sabes lo que me enloquece tu cuello al descubierto.

Lanzó un beso al aire y cortó. Cuando la comunicación finalizó, June dejó salir un grito tras otro mientras golpeaba y pateaba los asientos. Reclinó la cabeza y cubrió su cara con ambas manos con la respiración agitada. Su guardaespaldas, quien había oído todo, la miró con compasión e impotencia.

Y no todo acabó allí.

Miró su reloj de muñeca: llegaban 30 minutos antes. Fantástico. El portón de la cochera detrás de la mansión se elevó... Y Lur Herz estaba de pie a un costado. June sintió su sangre helarse. Debía pensar rápido en una excusa.

El guardaespaldas supo que nada bueno vendría de eso, de modo que estacionó como si nada para disimular. Había que fingir para sobrevivir. Ella bajó luego de que el hombre abriera su puerta y saludó a su progenitor:

-Buenos días, padre. Estuve desayunando con Nander y usé la camioneta. Disculpa si te retrasé con algo.

Sonrió y acomodó su cabello a un costado. Elevó las cejas aún con esa sonrisa sin entender qué pasaba. Su padre, que era alto y corpulento, la observaba en silencio con una mueca amarga en su boca.

-Tuve que aleccionarte cuando armaste un escándalo porque no quieres a Nander, ¿y ahora me dices que pasaste la mañana con él? ¿Crees que soy idiota? Además, nadie sabía dónde estabas ¿Qué estás tramando?

June había aprendido a mentir desde pequeña, pero no sabía disimular del todo sus emociones. Era realmente evidente que su historia no cuadraba, sin embargo había que seguir:

-Él me pidió que desayunemos juntos y también me ha invitado esta tarde a la hora del té - Bajó la cabeza con pesar. -Él no es una buena persona, pero se supone que no puedo negarme. Y en cuanto a-

¡Plaff! A duras penas la joven pudo mantenerse en pie tras la cachetada. Sintió calor subiendo hasta sus mejillas y el dolor en la piel le llegó al corazón. Se mordió la lengua para no llorar, pues eso lo haría enfadar más. Solo atinó a enderezarse un poco sin levantar la mirada del piso con mechones de cabello sobre el rostro.

Lur entrecerró los ojos y le ordenó:

-Tu madre estaba buscándote para hablarte de la decoración para el compromiso. Ve con ella antes de que pierda la paciencia.

La joven levantó la vista apenas y se marchó seguida del guardaespaldas, que se había quedado alejado con los puños apretados.

...........

17:55, mansión Vyan. El vehículo se detuvo a la entrada para que June descendiera con su vestido blanco que resaltaba la tersa piel bronceada y el cabello rubio suelto. Se maquilló los ojos para tener una mirada más profunda y de paso cubrir las ojeras tras la noche en vela. Al llegar a la sala de té, la esperaba el hombre rubicundo usando una camiseta con cuello negra de detalles blancos y un pantalón beige.

La mujer se acercó predispuesta al pequeño beso de siempre como recibimiento. No obstante, él la estrechó con sus fuertes brazos y besando su cuello murmuró:

-Te extrañé, cielo.

Sabía que hacía todo eso con la única intención de hacerla enojar. Muchas veces pensó que el heredero quería hacerla cometer algún error y así sacársela de encima. Los errores se pagaban y no justamente con dinero. Ella había intentado jugar con las mismas fichas, pero ese hombre parecía tener la sangre fría característica de su linaje.

La joven lo rodeó con sus brazos sonriendo y también besó su cuello. Él se apartó sabiendo que era solo teatro y ella miró la camiseta:

-Oh, amor, manché con labial tu ropa. Lo siento,- Lo vio a los ojos con una sonrisa divertida- ahora todas sabrán que estás comprometido.

Él sonrió de lado entrecerrando un poquito los ojos.

-Puedes dejar todas las marcas que quieras.

La tomó con suavidad con ambas manos y llegó hasta sus labios en un beso suave. Fue tan cálido que June sintió un hueco en el estómago... Tal vez nunca recibiría un beso sincero de alguien. Estaba condenada a una farsa interminable.

Se sintió sola por completo en esa habitación. Tuvo que contener el llanto en la garganta.

Nander la tomó de la mano para conducirla a una silla, la cual él mismo apartó. El hombre se acomodó frente a ella y una joven empleada les sirvió el té conmovida por la escena de amor que acababa de presenciar.

Atlas - Juego de poder (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora