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Matías escuchó la puerta de la casa siendo golpeada y se levantó de la cama para abrirla. Al hacerlo, se encontró con una chica parada en el umbral.

—¿Sofía? —preguntó Matías, frunciendo el ceño.

—Sí, soy yo. ¿Dónde está Enzo? Necesito hablar con él —respondió Sofía, cruzándose de brazos.

—Está ocupado. ¿Qué querés? —dijo Matías, sintiendo una ola de celos.

—Mirá, pibe, yo estuve primero con Enzo. Así que no te hagas el importante —replicó Sofía, con una sonrisa arrogante.

Matías la miró con una mezcla de sorpresa y enojo.

—¿Ah, sí? Bueno, ¿y eso qué? Ahora está conmigo, y no pienso dejar que una mina como vos venga a romper las bolas.

—No sabés nada, pendejo. Enzo y yo tenemos historia —dijo Sofía, dando un paso adelante.

—¿Historia? ¡Ja! ¿Te pensás que me importa? Ahora está conmigo y vos te podés ir a la mierda. No necesito que vengas a joder nuestra relación —respondió Matías, su voz llena de furia.

Sofía lo miró con desdén.

—Sos un tarado, Matías. Enzo tarde o temprano se va a dar cuenta de que yo soy la mejor opción.

—¡Dejá de flashear, Sofía! Enzo está conmigo porque me ama. Y si no te queda claro, te lo repito: andate a la concha de tu madre y dejá de romper las pelotas —contestó Matías, cerrando la puerta con un golpe.

*

Matías estaba demasiado molesto cuando Enzo apareció en la sala. Sin poder contener su enfado, le gritó con intensidad, los insultos brotando de su boca como un torrente.

—¡Enzo, no puedo creer que esa loca estuviera acá! ¡¿Qué mierda pasa?! ¿Me estás boludeando?!

Enzo se detuvo en seco, sorprendido por la furia de Matías.

—Matías, tranquilo, ¿qué está pasando? —preguntó Enzo, tratando de calmarlo.

Pero Matías no estaba dispuesto a escuchar excusas. Se levantó del sofá, temblando de rabia.

—¡No me vengas con boludeces! ¡Esa mina vino a provocarme, a buscarme pelea! ¡Y vos ni enterado estabas, imbécil!

Enzo trató de acercarse, pero Matías lo detuvo con un gesto brusco.

—¡No me toques! ¡No sé qué juego estás jugando, Enzo, pero yo no soy tu títere! ¡Me voy de esta mierda de casa, y no vuelvas a buscarme!

Con lágrimas de frustración en los ojos, Matías se dirigió hacia la puerta, dejando a Enzo atónito en la sala. La tensión en el aire era palpable, y el corazón de Enzo se llenó de dolor al ver cómo todo se desmoronaba frente a sus ojos.

*
Enzo entró en la habitación justo a tiempo para ver a Matías saliendo llorando de la casa. Un fuego ardió en sus ojos al ver a Sofía parada frente a él.

—¿Qué demonios estás haciendo aquí, Sofía? —gruñó Enzo, agarrándola de la muñeca y tirando de ella hacia él.

Sofía soltó un grito de sorpresa y luego una risa nerviosa.

—Tranquilo, Enzo. Solo vine a hablar contigo.

Enzo la miró con desprecio.

—No tenés nada que hablar conmigo. ¿Cómo te atrevés a venir a mi casa e insultar a mi esposo?

Sofía trató de zafarse de su agarre, pero Enzo la sostuvo con fuerza

—¡Suéltame, Enzo! ¡No tenés derecho a tratarme así!

—¡No tenés derecho a venir aquí a sembrar discordia! —gritó Enzo, empujándola hacia la puerta.

Sofía tropezó, pero Enzo la sostuvo antes de que cayera.

—¡Voy a hablar con Matías! ¡Y no te voy a permitir volver a acercarte a él!

Sofía escupió en el suelo y le lanzó una mirada llena de odio

—¡No sabés lo que te estás perdiendo, Enzo! ¡Vas a arrepentirte!

Enzo la soltó con desprecio y abrió la puerta. —Ya te dije, Sofía, que te vayas. Y no vuelvas nunca más.

Sofía salió de la casa, murmurando maldiciones mientras se alejaba. Enzo cerró la puerta con fuerza y se dejó caer en el sofá, sintiéndose exhausto y enojado.

*
—Qué cagada que la ex de Enzo lo fuera a buscar —dijo Blas mientras tenía a Lucas sentado en su pierna.

—Sí, lo sé. ¿Cómo se portó? —preguntó Matías, limpiándose las lágrimas.

—¡Papi, no llores! —intervino Luca, preocupado por su padre.

Matías sonrió débilmente y abrazó a Luca con cariño.

—Estoy bien, Lucas. Gracias por preocuparte por mí.

—Che, Mati, tranquilo, todo va a estar bien —dijo Blas, poniendo una mano reconfortante en el hombro de Matías.

—Sí, tenés razón, Blas. Gracias por estar aquí —respondió Matías, respirando hondo para calmar sus nervios.

—¡Claro que sí, amigo! Siempre estamos para apoyarnos unos a otros, ¿no es así, Luca? —añadió Blas, sonriendo y guiñando un ojo a su sobrino.

—¡Sí, tío! ¡Siempre juntos, como los Avengers! —exclamó Luca, levantando el puño en el aire con entusiasmo.

Matías no pudo evitar sonreír ante la comparación.

—Sí, siempre juntos, como los Avengers. Gracias, chicos.

Dr. Enzo||Matienzo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora