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La noche caía pesada sobre la ciudad, y Juani sentía el tiempo desmoronarse entre sus dedos. Cada minuto que pasaba sin noticias de Lucas era una tortura. El mensaje que había recibido aún brillaba en la pantalla de su teléfono, una amenaza que lo mantenía al borde del colapso.

No había opción: debía contactar a Enzo y Matías.

Juani marcó el número que pensó que nunca tendría que usar. Un número que Enzo le había dado el día en que fingieron su muerte. La llamada sonó una vez… dos veces… hasta que, finalmente, una voz familiar contestó.

—Juani, ¿qué sucede? —La voz de Enzo sonaba grave, llena de preocupación.

—Lo tienen. A Lucas. —Juani no podía mantener la calma en su voz, cada palabra era una lucha para no romperse por completo.

Un silencio pesado siguió del otro lado de la línea. Matías debía estar escuchando también, y Juani podía sentir cómo ambos procesaban el horror de sus palabras.

—¿Cómo fue? —preguntó Matías, su voz temblando.

—No lo sé. Estaba caminando por el parque, y lo secuestraron. Recibí un mensaje diciendo que no contactara a la policía. Saben que ustedes están vivos, y ahora lo están usando para atraparlos.

Enzo maldijo por lo bajo. Sabía que este día podría llegar, pero nunca pensó que sería tan pronto. Matías soltó un suspiro, intentando controlar el miedo que lo atenazaba.

—Vamos a ir por él. No importa el riesgo —dijo Enzo con una firmeza que escondía su propio temor.

—Pero, Enzo… —empezó a decir Matías, sus ojos llenos de preocupación—. Si lo hacemos, nos estaremos entregando. No podemos salir de esto ilesos.

—No importa, Matías. Es nuestro hijo. No voy a quedarme de brazos cruzados mientras lo tienen.

Juani interrumpió, su voz rota por la desesperación.

—Tienen que ser inteligentes. No podemos dejarnos llevar por el miedo. Si ellos saben que están vivos, deben tener todo planeado. Esto no es solo un secuestro, es una trampa.

Enzo golpeó la mesa frente a él con frustración.

—¿Qué sugieres entonces, Juani? ¡Dime cómo rescatar a mi hijo sin caer en sus manos!

—Hay alguien que puede ayudarnos —dijo Juani, después de unos segundos de silencio—. Alguien que sabe cómo funcionan estos secuestradores. Una persona de confianza, alguien que trabajó para ellos pero que salió del negocio.

Matías levantó la vista, escéptico.

—¿Y por qué confiaría en nosotros? Si trabajaba con ellos, podría traicionarnos en cualquier momento.

—No es una opción segura, lo sé —reconoció Juani—. Pero tampoco lo es lanzarse sin un plan. No podemos hacerlo solos.

Enzo asintió, aunque su mandíbula seguía apretada.

—Está bien. Haz lo que tengas que hacer, Juani. Pero que sea rápido. No podemos permitirnos perder más tiempo.

Juani terminó la llamada, y por primera vez en mucho tiempo, sintió que estaba a punto de perderlo todo. Su familia, su vida, Lucas... todo pendía de un hilo. Sabía que el siguiente paso lo cambiaría todo para siempre.

Mientras tanto, en una habitación oscura y fría, Lucas estaba amarrado a una silla, con los ojos vendados. Escuchaba voces a su alrededor, pero no podía distinguir lo que decían. Cada palabra que llegaba a sus oídos estaba llena de veneno.

Una puerta se abrió, y pasos lentos se acercaron. Lucas sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—Tu papá vendrá por ti, no te preocupes —dijo una voz burlona.

Lucas no respondió, pero su corazón se aceleró al oír las palabras. Sabía que, si sus padres aparecían, lo harían a costa de sus propias vidas. El miedo lo invadió, sabiendo que era parte de un cruel juego en el que todos estaban destinados a perder.

Dr. Enzo||Matienzo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora