Capítulo 23. Duelos y tratos mágicos.

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Al inicio del amanecer, antes de que cualquier rayo de sol ilumine alguna superficie, Darling se asoma por la ventana. Había pasado la noche sola, se había negado a tener que pedir ayuda para seguir limpiando sus heridas. Toma la espada junto a la puerta y sale de la oficina de Baba Yaga.

Le costó tiempo y esfuerzo llegar hasta el claro junto a los jardines, era demasiado temprano como para que algún estudiante caminara por ahí.

El rey Charming apareció envuelto en una capa azul oscuro, de su cinturón cuelga la espada enfundada. El rostro del hombre luce viejo y cansado, sin deseos de desenvainar en contra de su hija, pero el filo de la espada que se alza frente a él lo obliga a hacerlo.

─ Padre ─ saluda Darling inclinando ligeramente la cabeza en señal de respeto.

─ Darling ─ responde el mayor ─. Siendo claros, este duelo no es solo una prueba de habilidad con la espada, también es una prueba de convicciones.

─ Yo puedo, solo mírame.

El hombre suspira resignado.

─ Que comience el duelo.

El primer choque resuena, en sus palmas vibra el metal con sonidos agudos. En el duelo demuestran las diferencias físicas: el gran cuerpo del rey acapara el delgado cuerpo ágil y veloz de su hija, quien bloquea y esquiva muy fácilmente, pero la experiencia habla más del rey, quien tiene movimientos más precisos y calculados.

El rey ataca, su espada corta el aire letalmente y Darling para el golpe con rapidez, aunque la fuerza del choque la hace retroceder unos pasos. Contraataca con gracia y el rey desvía con facilidad, pero eso no desanima a la princesa. El combate se vuelve como un baile casi mortal con cada paso y giro, era como recrear el baile de padres e hijos.

Cada golpe era parado, cada ataque era esquivado.

A medida que el sol se eleva y deja ver los primeros rayos del día, el sudor perla sus frentes, pero ninguno parecía querer rendirse. El rey reconoce la fortaleza de su hija, más resistente de lo que imaginaba. Como antes había mencionado, era una prueba de convicciones, y la necedad de Darling por seguir en pie y luchar, le demuestra el gran corazón y honor que tiene su hija.

Ambos combatientes empujan sus límites. En un momento crítico el rey desarma a la princesa, pero antes de lograr someterla a rendirse, Darling esquiva un par de ataques y logra deslizarse a tomar su espada nuevamente, asegura el agarre con sus dedos.

El rey Charming nota que la pierna derecha de su hija cojea, los movimientos le permiten ver parte de una herida que él desconocía, pero sería muy bajo de su parte aprovecharse de la debilidad de su hija, lo haría contra cualquier otra persona, pero no contra su pequeña hija que lucha por mantenerse firme. Porque en el fondo del noble corazón del rey, deseaba que su hija ganara.

El hombre tiende a cansarse y Darling aprovecha la apertura para lanzar un ataque que desequilibra a su padre.

─ No solo me estás desafiando a mí, ¿qué es lo que ha pasado, hija?

─ Estoy tratando de vivir mi vida auténticamente. ¿Por qué es eso tan difícil de aceptar? ─ cuestiona en medio de un intercambio de golpes.

La intensidad del duelo aumenta con cada golpe y esquive en donde Darling busca rebelarse en contra de su padre, declarando su propia voluntad. El rey Charming comenzaba a sentir el cansancio y eso se reflejaba en sus lentos movimientos.

─ ¿Cómo puedes esperar que lo acepte tan fácilmente?

─ ¡Porque amo a Apple!

Con la fuerza que aún Darling mantenía, logra desarmar a su padre, incluso la hoja acaricia los dedos del hombre que deja que su espada salga volando. Pero ella apunta su espada hacia él, presionando los dientes para no demostrar el dolor creciente en su pierna, va controlando su respiración y no baja la guardia.

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