Luego de aquel día extraño con Uma involucrada en él, mi cuerpo se negó a dejarme dormir cuando aterricé en mis almohadas suaves. Mi cabeza giraba y giraba y por momentos se dirigía a direcciones indeseadas, dejándome aún más confundida e indecisa de lo que había estado antes. Dos problemas; dos cosas por pensar. Era mucho trabajo. Eso sumado a los exámenes de medio año, cuando se venían las vacaciones de invierno todo se ponía más difícil. Quería desaparecer, al menos hasta después de las vacaciones. Con todo este peso cargando en mi espalda ya no sabía qué hacer con mi maldita vida. ¿Por qué había tomado esa decisión? ¿Por qué después de la misma había cruzado caminos con Uma, generandome más problemas de los necesarios? Y a eso se le sumaba Gema, la molesta muchacha arrogante de mi secundaria, quién con sus ojos celestes, lograba despertarme y sacarme del sueño cada vez que la veía entrar al aula.
Por fin llegando temprano, entré con la cabeza gacha, evitando encontrarme con la mirada de cualquiera de mis compañeros. Choqué contra un banco, lo que me hizo levantar la vista. Pedí perdón rápidamente, un perdón murmurado, cortado, ya que lo primero que vi del otro lado del aula fueron los grandes ojos del color del cielo mirándome intrigados. No supe qué expresión poner ni si debía saludar, por lo que me senté lejos de ella y abrí el cuaderno a una velocidad descomunal, mientras con la mano libre me tapaba el rostro con el pelo.
El timbre fue una aliviante sensación, la que me decía que podía irme sin ningún problema, sin nadie molestando. Salí del aula infernal sin nada, siquiera mi celular. A penas crucé la puerta, una mano se posó en mi hombro.
—No creas que me vas a evitar tan fácilmente. — Dijo la voz de Uma, mientras la misma me llevaba del marco de la puerta hacia detrás de los casilleros.
Más o menos me aprisionó contra la pared, por lo que a penas volví a tener el control de mí misma, le arrebaté la mano y me moví a un costado, alargando la distancia entre nuestros cuerpos.
—¿Qué te pasa? Chocaste con mi banco y lo único que obtuve fue un "Perdón..." apenas entendible — Se quejó imitando mi voz.
Puse una expresión molesta, que Uma leyó al instante.
—Bueno... bueno... ¿Me querés contar que pasa por tu mente? A tu querida amiiiigaaaa— Cantó con una voz más amigable y suplicadora. Cada vez que mencionaba la palabra "amiga" tenía un escalofrío. Como si fuera el potenciador para detonar la bomba que vivía en mi cabeza.
—Dios, quiero morir. Tengo más dramas que la realeza.
Empecé a caminar mientras le contaba acerca de lo que pasó por mi mente las últimas horas, esquivando el tema donde ella estaba involucrada, obviamente excluyendo al querido audio. Giré mi rostro y logré ver una expresión cómica en su rostro. La codeé. No entendía porqué, pero encontraba reconfortante el contarle a alguien, especialmente Uma, lo que me pasaba. Podría ser porque nunca hacía eso con nadie, ni con mi hermana. Era algo cercana con ella, pero la cercanía se fue rompiendo luego de la primaria, cuando entré a la adolescencia. También podía ser porque nunca había sentido esto por nadie, nunca había tenido problemas amorosos.
—Es un tema serio, basta.
—Te entiendo, querida Jojo — Dijo como si fuera un maldito chiste —. Creo que deberías intentarlo, quizás no sea tan malo.
¿Realmente pensaba que Gema no era una terrible idiota y que podría llegar a sentir algo? Algo. Algún sentimiento que tienen las personas normales. Destruir su corazón aparentemente hecho de piedra.
—¿Qué proponés?
—Acercate, dale charla... todo a su debido tiempo.
JA, como si eso fuera a pasar. ¿Joselyn Beth tomándose las cosas con calma? Nunca verían eso.
Traté de que Uma pensara que la estaba escuchando y que realmente no estaba prestando atención y no iba a tomar ningún consejo que me diera.
Nos despedimos luego de la mitad del largo recreo, ya que ella se iba a comer y yo al gimnasio, a buscar alguna pelota de voley y ponerme a entrenar. Entré y vi a mucha gente entrenando. Vi tanto de Triant como de Enwud. Se veían concentrados. Yo los últimos días no había entrenado por estar practicando con Uma o estudiando. Después de todo debería hacerlo, ya que también participaría en el torneo de voley. Mis colocaciones eran muy buenas, aunque también se me daba bien recibir o rematar.
Llegué y ya estaban todos o casi todos en la cancha. La entrenadora me miró y me regañó por llegar tarde. Como castigo, me hizo ir al almacén a traer todas las pelotas y materiales para entrenar. Maldije.
Ese almacén era un desorden, habían de todas cosas tiradas por el suelo, abrigos olvidados colgados en los estantes, bolsas rotas con las pecheras, era desagradable entrar ahí. Sin embargo tuve que hacerlo. Lo hice lo más rápido que pude, agarré el carrito con las pelotas y puse dentro de él los otros materiales. Pero cuando estaba por dejar ese sufrimiento atrás y cruzar la puerta, choqué con alguien a quien no vi ya que mi cabeza aterrizó en un estante.
—¡¿Estás bien!?— Dijo una voz femenina preocupada.
Abrí los ojos y casi me atraganto. Esos ojos celestes grandes estaban mirándome preocupados. Su pelo anaranjado con mechas rosadas estaba suelto, dejándose caer por sus hombros. Llevaba ropa deportiva, la cual tenía el escudo del club de voley de Triant. A penas pude reaccionar, ella tenía una mano en la parte trasera de mi cabeza y buscaba encontrar algún daño.
—Estoy bien...— Respondí tomando su mano rápidamente y corriéndola de mi cabeza.
Compartimos una mirada... extraña, durante unos segundos. Aunque me apuré a sacarla.
Empujé con cuidado a Gema y me levanté.
—Mierda...— Maldije mientras me quitaba todo el polvo de la ropa. Gema no me quitó los ojos de encima ni por un segundo, pude sentirlo.
Terminé de hacer esto y continué juntando las pelotas que se habían caído del carrito, ocultándome detrás del mismo para no tener que cruzar mis ojos con los de Gema una vez más.
—Jojo, ¿por qué nos llevamos mal?— Preguntó acercándose hacia mí y poniéndose delante mío.
La miré sorprendida ante sus palabras.
—No sé... siempre fue así, ¿no?
—Creo... pero aún no lo entiendo...
Yo era la que no estaba entendiendo a qué se refería.
—¿A qué querés llegar?
Me miró dudando entre si hablar o no.
—Siento que no debería ser así.— Su mirada siguió en mí y cuando yo llegué a ella su rostro pálido tomó algo de color.
Esperé unos segundos antes de hablar.
—¿Qué proponés?— Dije retándola.
Su mirada se volvió más intensa. Esta amenazaba con no irse nunca, sino que tenía toda la intención de querer permanecer.
—No sé.
Su expresión perdió toda confusión y pasó a ser desafiante. Mis dudas se acallaron; quise actuar.