Los ojos verdes claros de Jojo comenzaron a hipnotizarme mientras el arrepentimiento que había sentido luego de decir esas palabras empezaba a irse de mí, reemplazándolo con un movimiento acelerado en mi pecho. Mi corazón empezó a latir rápidamente, tanto que pensé que iba a salirse de mi cuerpo si no lo controlaba. El rostro de Jojo se acercaba cada vez más al mío. Esto era lo que mi cabeza había estado imaginando durante los últimos días, luego de tan extraño encuentro. Ella y yo, de niñas, nunca habíamos sido cercanas. Es más, siempre existía algún tipo de rivalidad entre nosotras. Yo creo que era más que nada un tema familiar, ya que mi hermano y Jojo jamás se llevaron bien. Sumándole que luego mi hermano entró en algún tipo de trance enamorándose de ella y arruinando aún más su relación. Al empezar la secundaria, "El Concurso" y el resto de las competencias deportivas nos separaron aún más. Si soy totalmente sincera, siempre la he admirado. Sus notas, insuperables, su físico, incomparable, sus ojos, inevitables, su carácter, envidiable. Todo de ella me generaba una sensación de admiración en el cuerpo, lo que me hacía sentir débil e inferior. No me gustaba eso, por lo que la reemplacé por un total y absoluto rechazo y desagrado. Sí, fui una idiota y arrogante persona, ya lo sé.
Sus labios encontraron los míos en un extraño pero deseado beso. Podía sentir como la necesidad de este encuentro no era sólo mía, sino que era mutua. Una ilusión creció en mi cuerpo, llevándome a crear cientas de historias en mi cabeza. Pero estas no eran realidad, ya que este fascinante momento solo duró unos cortos pero inolvidables segundos. No quería soltarla, no quería dejar esa sensación cálida que recorrió mis venas cuando sus labios tocaron los míos, pero fue inevitable y deprimente.
Ahora, nuestros ojos se encontraron. Los míos se abrieron en sorpresa, una sorpresa llena de una alegría oculta. Los suyos, tomaron un brillo inigualable, que mostraba su deseo de aventura y atracción. ¿Podía ser posible sentir tantas emociones en tan cortos momentos? Al siguiente segundo, me di cuenta de lo que había pasado realmente; Jojo y yo nos habíamos besado. ¡¿Cómo era eso posible!?
Intenté hablar, pero las palabras no salieron de mi boca. En ella seguía esa reconfortante sensación de seguridad. Pero se desmoronó en cuestión de segundos, cuando sus ojos también se llenaron de sorpresa y horror. Su rostro quedó en shock, mientras que su mano seguía en mi cabello. La sacó rápidamente, como en momentos anteriores, y comenzó a caminar hacia atrás lentamente, petrificada. Mientras hacía esto iba negando con la cabeza. Balbuceó palabras incomprendibles, totalmente alterada.
—¿Q-qué..?— Fue lo único que salió de mi boca, en el intento por frenar a Jojo, quién parecía al borde del colapso.
Extendí un brazo en su dirección, pero esto no surtió efecto.
—Perdon...— Dijo con una expresión más calma, pero con los ojos en el suelo y las cejas fruncidas, para luego salir corriendo de la habitación, dejándome completamente confundida y con un mar de sensaciones y emociones en mi cuerpo.
Lo que más me sorprendió... fue la forma en la que dejó la habitación sin mirar atrás, sin preocuparse por lo que pasara conmigo, por lo que yo sintiera. Eso... eso me dejó consternada, confundida, pero más que nada... enojada. Generalmente yo era quien jugaba con las personas, y ahora me estaba dando cuenta de lo que realmente se sentía, del infierno que vivías. Entonces empecé a odiarlo, odié todo lo que fuera un juego, odié la mentira; odié a Jojo. Ya que una furia terrible me invadió al instante en que la chica de hacía unos minutos dejó el almacén. Me dejó ahí, sola y humillada. Humillada... humillada... ¡humillada! Gema Westham humillada...
—¡Gema! ¿¡Otra vez no te sacaste un 100?! ¿¡Qué te pasa!?— Gritaba mi madre a todo pulmón. Evan estaba sentado del otro lado de la mesa, con la cabeza gacha. Mi padre, al lado de mi madre, con sus ojos fijos en los míos, una mirada decepcionada.
—¿No te parece obvio, Selene? Nuestra hija no es más que una decepción.— Dijo él.
Decepción... decepción... decepción.
—¡Nunca vas a ser igual a tu hermano! ¿¡No!? ¡Es obvio! Qué fastidio... eres todo un fraude.
Esa fue la mayor... la única humillación que viví, pero fue la peor. Mientras mis dos padres me regañaban a todo pulmón, mi hermano, quien había tenido una calificación de 100/100, me miraba con la cabeza apenas levantada, con pena pero al mismo tiempo con superioridad. Desde ese día mi relación con él no fue más que la de dos rivales. Enemigos. Archienemigos.
—¡Gema! ¿Me estás escuchando?— Siguió mi madre.
Lo único que pude hacer fue asentir tímidamente, pero aún así eso no fue suficiente, ya que mi madre se dirigió hacia mí y me dio una fuerte bofetada. Fue una vuelta al mundo, un regreso. Pero se sintió como que me hundió aún más profundo en el mar, me dejó caer por el abismo.
Y luego volví a la realidad, estaba sentada en el suelo frío del almacén del gimnasio. Recordé todo. Había besado a Jojo hacía unos minutos y ella se había ido de una forma cobarde dejándome sola. Sin embargo, ahora tendría que seguir normalmente, ya que me tocaba entrenar. "Me da igual". Todo me dio igual. Simplemente me levanté, tomé mi mochila del suelo y salí de la habitación. Ni siquiera me molesté en levantar la cabeza cuando la entrenadora y mis compañeras gritaban mi nombre, ya que no quería toparme con esos hipnotizantes ojos verdes que me estarían viendo desde la cancha rival.
A las seis de la tarde llegué a mi casa, un horario extremadamente adelantado. Cuando entré mi madre me miró extrañada, pero a juzgar por mi expresión consternada, (gracias a dios) no me hizo ninguno de sus interrogatorios diarios.
Sentir el agua fría recorrer todo mi cuerpo fue liberador, tal como a mí me gustaba. Pues me libraba de mis pensamientos y encima era bueno para la piel. Pero cómo todo iba mal en el día, el agua lentamente fue tornándose tibia, y luego caliente, que se convirtió en agua hirviendo en cuestión de segundos. Pegué un grito ensordecedor al ver mi piel roja y sentir mis ojos calientes.
Salí maldiciendo del baño, deseando que nada más saliera mal en el día. Como si tuviera una nube gris en mi cabeza, cuando entré a mi cuarto noté la silueta de Evan hurgando entre mis materiales escolares.
—¿¡Qué carajo estás haciendo!?— Mi hermano se sobresaltó al escuchar mi vocabulario y mi ira peculiar.
—Solo busco unos apuntes, no entendí nada en física.
—Y te llaman el alumno estrella... ¡Dale, rajá de acá!
Pegué un portazo cuando se fue y por fin pude recostar mi cabeza en la almohada. Estar acostada era tranquilizante. Sentí una calma recorrerme de pies a cabeza, hasta que... inesperadamente, lágrimas comenzaron a salir una tras otra de mis ojos. Me senté sobre la cama e hice un esfuerzo por deshacerme de ellas, pero no paraban de salir y salir y salir... Así continué durante minutos infinitos, hasta que me acosté nuevamente mirando el techo, con toda la almohada mojada, y por fin pude cerrar los ojos.
Antes de poder encontrar la paz del sueño, preguntas me invadieron. Ahí recordé con precisión todo lo sucedido en el día. "¿Por qué me pasa esto a mí? Fue la última que escuché antes de que mi día terminara.