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Tara

Iba al gimnasio, salía a correr, me quedaba en casa leyendo libros y trabajaba en la cafetería. Me gustaba la vida que estaba construyendo. Iba decorando cada rincón de mi casa como más me gustaba. Me iba quedando preciosa. Había días que sentía que echaba en falta algo, pero hablaba un rato con Lili y se me pasaba. Me sentía orgullosa de mí por haberlo dejado todo atrás y haber construido algo solo mío, aunque había algunos días que me sentía mal. Me dolía la cabeza y tenía malestar. Supuse que sería de estar todo el día haciendo cosas, el cuerpo necesita descansar.

Me hice amiga de mis compañeros, uno de ellos tonteaba conmigo. Pero en realidad, yo no estaba interesada en ningún tío a más de algún encuentro casual. Un polvo nunca viene mal, ¿no? Me encanta el sexo, y practicarlo. Disfrutaba de mi placer y de hacer las cosas sin saber qué le debo exclusividad a nadie.

Había aprendido a disfrutar de mi tiempo a solas, tenía mis propias formas de entretenimiento. Mi mejor amigo ahora mismo era un vibrador que me acababa de comprar. Ese juguete te hacía tener unos orgasmos increíbles.

A veces me acordaba de Madrid. De todos, pero más de Dani. Saber cómo estaría. Saber si estaría pasando página o estaría estancado en mí. Sonreía al ver nuestras fotos. Me daba nostalgia. A veces sí me gustaría regresar al pasado. Recordar todos los momentos felices, las risas que nos habíamos echado y todas las anécdotas que teníamos juntos. Eso para mí, era oro. Por mucho que lo intentara nunca lo conseguiré olvidar.

Plex

Intenté tomarme las cosas de otra manera y no seguir hundiendome más. No quería seguir así toda la vida por una chica que me había vuelto a abandonar como si nada, en vez de luchar.

Volví a subir videos. Grababa mis entrenos y mis avances para la Velada. A veces grababa con los chicos algunos retos o cosas así. A la gente le encantaba. Los entrenamientos eran lo que más visitas me daban en estos momentos, todo el mundo estaba con los ojos puestos en mí y en mi rival. La verdad, me tenía bastante fe, él no parecía un tío demasiado fuerte, a ser sinceros. Y por eso me daba bastante caña mi entrenador, estaba bastante fuerte ya, y lo que me faltaba. Aún quedaban dos meses. Me lo iba a comer, estaba convencido.

Jopa y el resto habían estado apoyándome, intentando no sacar a Tara a pesar de que yo siempre me acordaba de ella. Algunos detalles de ella seguían esparcidos por la casa, pero ya no los miraba con la tristeza y agonía de antes, sino con cariño. La seguía amando, pero no de esa manera tan fuerte que hacía que me doliera amarla. Había algún que otro día que había bajones, pero por suerte estaba bastante mejor y mis amigos me daban la enhorabuena por haber seguido adelante. De amor nadie se muere. Se sufre, pero nadie muere. Seguía sin ganas de conocer a más gente, me encontraba muy bien ahora, enfocado en mí. Haciendo todo para llegar a mis metas, intentando que todo me salga como quiero.

De vez en cuando me iba con la moto a pasear y tomar el aire, solía hacerlo más por la noche. Ver las estrellas y la luna me daba paz, y el fresquito que se pasaba en la noche no me lo quitaba nadie. No había dejado de ir al campo al que una vez fui con Lili, se había convertido en mi sitio. Incluso estaba la marca de mi cuerpo en la hierba. A veces pensaba en lo que me hubiera gustado traerla a ella aquí. A ella también le habría gustado este sitio, se habría ido a perder entre la hierba como si fuera un border collie. Le habría encantado este campo. Un campo sin dueño, sin nombre. Incluso, le habría hecho el amor bajo la luna...

-Joder, Tara, te echo de menos -dije al aire. Hoy eran unos de esos días en los que estaba de bajón-, ojalá nunca te hubieras ido, no tenías por qué. Conociéndote, ahora estarás en algún lado del mundo mirando la luna como lo hago yo, me hace sentir más cerca de ti.

Habría querido pasar más tiempo con ella pero decidió irse. Y no era nadie para obligarla a quedarse. Y tampoco era nadie para obligarla a amarme. Ella me descarto hace mucho, me dio esperanzas de algo más, pero me volví a llevar un golpe. Ella no era lo mejor para mí, pero yo la quería a ella. Ella era ella.

Tara

Hacía una noche despejada, se veían las estrellas a la perfección. Salí con mi taza de Nesquik y mi libro a mi terraza a ver la luna y las estrellas. Algo que siempre me conectaría a él, porque mirábamos la misma luna. Deseé tenerlo junto a mí un momento. Deseaba no ser tan miedosa y arriesgarme por amor, pero no. Prefería huir y dañar. Siempre hacía daño, huía como un animal asustado. Bueno, me había criado con ellos, supongo que adopté sus costumbres. Me reí un poco al pensar algo tan estúpido, y volví a pensar en ello. Tal vez, mi padre tenía razón. Me imaginé viviendo con Dani aquí, tenerlo en casa, ser felices juntos. Solo él y yo.

-Espero que algún día me perdones por todo y tengamos la oportunidad de volver a vernos.

Hablarle a la luna se sentía como si él pudiera escucharme aunque estuviera en la otra punta del mundo. Era como si ella le diera el mensaje, así era como lo sentía. Sabía que desde Madrid, él estaba pensando en mí, tanto como yo en él.

A la mañana siguiente, mis padres vinieron a casa, aprovechando que tenía día libre. Me dijeron de irme con ellos un tiempo a Tailandia. Acepté sin dudar, echaba de menos estar ahí. Fue mi casa durante dieciocho años. Además, echaba de menos ver a los animales, estar conviviendo con ellos y de más. Echaba de menos todo. Como dijo Alejandra, yo era una Salvajita, y sí, lo sería toda mi vida. Y con orgullo. Amaba serlo, era parte de mi personalidad y mi vida. Además, me vendría bien desconectar de la ciudad y centrarme en estar con mis animales, los echaba en falta.

-¿Cuándo nos vamos?

-Cuando quieras, sabes que es tu casa.

A la semana siguiente ya estábamos allí, en mi querido Santuario. Lo que no me esperaba ver allí era a Jorge. No había vuelto a verlo desde que me fui. No sé qué hacía aquí, pensaba que no estábamos juntos. Me sentí mal porque él vino a abrazarme felizmente, no sabía nada.

-Jorge...

-¿Qué? ¿No te alegras de verme?

-Tenemos que hablar.

-¿Qué pasa? -se le borró la sonrisa.

Fuimos a mi habitación, seguía intacta.

-No podemos seguir juntos.

-¿Por qué?

-Me he acostado con otros.

-... Lo sabía. Sabía que si te ibas ahí te acostarías con alguien. Lo sabía.

-Lo sé. Lo siento.

-Bueno, ya qué más da... No, no podemos seguir juntos.

-Lo sé.

-Entonces no sé para qué vengo.

-No sé qué esperabas, Jorge. No has dado ni una señal de vida.

-... Ya... bueno...

-Me diste la impresión de que te importaba una mierda, y yo decidí rehacer mi vida.

-Estupendo. Entonces aquí hemos acabado.

-Vale.

-Hasta nunca, Tara -se fue de ahí sin decir una sola palabra más. Me dio un poco igual que se fuera

Lo que sí que me hizo dar un vuelco al corazón fue oír los ruidos de Chispas. Pensé que se había ido, ¿había vuelto? Fui a su encuentro y la cogí entre mis brazos feliz de tenerla conmigo. Ella solo chillaba de emoción, siempre sería mi favorita de entre todos los animales que había aquí. Y el día que se fuera de verdad, me daría un chasco muy grande. Lo pasaría realmente mal. Mi padre se asomó por la puerta, y al ver a la nutria solo le salió sonreír.

-Hacía meses que no aparecía y ahora viene, qué putilla es... -se acercó a cogerla de mis brazos.

-Te dije que era la favorita.

-Lamentablemente, tenías mucha razón -la dejó en el suelo, y la pequeña volvió a pedir que la cogiera en brazos. Era monísima.

todo por aquel viaje [FINALIZADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora