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Tara

Era increíble lo rápido que pasaba el tiempo de rápido estando embarazada. No quería ni pensar que en dos meses estaría pariendo. Estaba un poco asustada por esa parte, la verdad. Pero también más que emocionada por conocer a mi hija. Me moría de ganas de tenerla en casa y tenerla en mis brazos. Tenía muchas ganas de vestirla, de besarla y de quererla. No podía más con ello. Dani y yo nos habíamos pasado todo el tiempo de embarazo mirando cosas para ella. Las cosas que faltaban en la habitación ya las cogimos más ambientadas para una niña, estaba quedando muy bonito.

Quedaban dos semanas para Navidad y viajarian los chicos a Australia a pasarla aquí. Me moría por verlos, hacía tanto tiempo que no los había visto que no podía esperar. Tenía un poco de miedo por Adri y que las cosas fueran incómodas, pero había pasado ya mucho tiempo, así que esperaba que no fuera así. Aunque, por otra parte, tenía que aceptarlo. Así que, esperaba que todo el mundo tuviera cabeza suficiente como para no arruinar las fiestas y que todos pudiéramos convivir en armonía.

–Buenos días, Dani –aparecí en la sala, él ya estaba despierto haciendo algo de desayunar.

–Buenos días –me sonríe.

–Que bien huele.

–Me acuerdo de que dijiste que te gustaban las tortitas un día –y encima sabe cocinar, me muero muerta.

–Así es.

–Un día de estos te quemo la cocina, te lo juro –le salpicó la mezcla casi en la cara.

—... Me caso si chinga como cocina...

–Buf, pues divórciate –se rió–, nada, en verdad, se me da muy bien. Soy torpe, pero eso es otra cosa.

–Eso lo sabíamos todos.

–¿En serio? Y yo pensando que no se notaba... –bromeó y apagó el fuego al hacer la última.

–Mala suerte para ti.

Rodó los ojos y puso la mesa para que pudiéramos desayunar. Había dejado también café haciéndose y fruta en la mesa. Hoy me iba a atiborrar.

–Es todo para mi, ¿no?

–Ya sabes que yo desayuno salado –sacó unas tostadas de la tostadora y la mantequilla de la nevera.

–Tomaaa.

–Me imaginaba que estarías muerta de hambre teniendo que alimentar dos bocas –sonreí.

–Y que lo digas. Que hambre.

–Disfruta, amor.

Puso un tarro de Nutella sobre la mesa. No sabía que tenía con comprar los pequeños, si a los diez minutos ya me los había acabado.

–Y en dos semanas navidad ya –lo miré después de tragar.

–¿Has pensado en que te apetece?

–Me gusta lo mismo de siempre.

–¿Animales?

–¡No! Por dios...

–Pues despeja la x –se rió.

–No te pillo, sigo sobada.

–Que qué quieres para navidad, zopenca.

–Ya, digo lo de los animales.

–Te gustan los animales, desde siempre.

–¡Que me gustan, no que me regales uno!

–Pues no me digas, "me gusta lo mismo de siempre", cuando dentro de lo mismo de siempre, entran los animales. Por ejemplo. Obviamente no te voy a regalar un animal, tranquila.

–Me gustan los animales, me gustas tú porque eres uno –reí.

–Qué forma tan bonita de llamar al padre de tu hija.

–Que sí, que me gusta lo mismo de siempre, ya sabrás tú que hacer –terminé de desayunar y dejé las cosas en el fregadero.

–¿Pero qué es lo mismo de siempre, Tara? Me vas a volver loco.

–Pues lo mismo que le lleva gustando desde que me conoces. Soy fácil de regalar.

–Vale, bien, pues otro coche –hizo un aspaviento restándole importancia.

–¡No!

–¿Entonces qué quieres? –se rió.

–Que no lo sé. Lo que tú quieras.

–Haz la lista de los reyes magos.

Le hice una peineta riendo y me senté en el sofá. Lo oí dejar sus cosas, lavarlas todas y después caminar hasta el sofá para saltar el respaldo y caer sentado a mi lado.

–Como me lo rompas... –lo miré.

–¿Crees que si soporta el peso de nosotros dos y más gente no va a soportar un saltito? –se encoge de hombros.

–No es lo mismo sentarse varias personas a que saltes.

–Por favor... ¿Le vas a dar vueltas?

–Nah. Prefiero darle vueltas a tu puntita con la lengua –abrió los ojos como un búho.

–En el nombre del padre, del hijo... –empezó, a lo que yo me reí–, tengo que rezar por mí, no te rías.

–Tu cara.

–¡Pues la que tengo! –estaba rojo como un tomate.

No podía dejar de reírme, le afectaban mucho mis cosas. Cuando yo hacía algún comentario, se ponía a tartamudear y a reírse conmigo, nerviosísimo.

–Eres adorable.

–Y tú una canija.

–Una que está a punto de explotar, sí.

–A mí me gustas en todas tus formas.

Sonreí. Me había tocado la lotería con él. Lo quería mucho. Además siempre se preocupaba de que descansara lo suficiente, y además luego tenía su tiempo para grabar videos. A veces me colaba por aquellos y cuando leíamos los comentarios nos dedicaban palabras preciosas. Me encantaba ver que me querían tanto y que me habían aceptado tan bien. Después de lo que pasó, me sentí bastante mal, pero ahora habían vuelto a recibirme con los brazos abiertos. Algunos comentarios preguntaban si estábamos juntos o solo éramos amigos, ni yo sabía qué responderles a eso. ¿Íbamos a ser padres y no sabíamos ni que éramos entre nosotros? Era algo raro, sí era sincera, pero que iba a hacer yo. Tal vez ya era la hora de ir hablando con él sobre eso. No sabía como sacarle el tema. ¿Qué hago? ¿Le entro y le pregunto qué somos?

–Oye...

–¿Sí? –pregunta.

–No sé si te has ido dando cuenta de los comentarios que nos van dejando en los vídeos.

–Pues... Hace mucho que no los miro. Te los suelo dejar que los leas tú.

–Ah, vale...

–¿Por qué? ¿Qué dicen?

–Que si estamos juntos.

–Pues... Sí, ¿no? –me mira–. Yo creo que deberíamos estarlo. Es decir, hemos vuelto a estar juntos después de todo, y nos queremos como nadie. Es decir... ¿No deberíamos estarlo ya?

–Sí, de hecho yo ya daba por hecho que éramos pareja otra vez, no hacía falta ponernos etiqueta.

–Es que no sé la gente la manía que tiene de que se confirme todo –se encoge de hombros.

–Ya, se nota de lejos lo que hay entre nosotros.

–Exactamente. Si se ve, entonces, ¿para qué necesitas una confirmación? –se rió.

Simplemente lo miré con la mejor sonrisa que pude tener y me lancé a besarlo. Él me rodeó con sus brazos y me sentó sobre él para luego seguir trabajando en el vídeo, pero así podía hacerlo sin separarse de mí.

todo por aquel viaje [FINALIZADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora