Capítulo 7

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Capítulo 7

¿El azul no es mi color?
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Domingo 14 de febrero de 2016.

Desperté sintiendo un ligero peso sobre mí, abrí lentamente mis ojos intentando acostumbrarme a mi entorno. Llevé mis manos a frotar mis ojos y enfoqué mi vista en el pequeño bulto que tenía sobre mi abdomen. Kokoro estaba durmiendo plácidamente sobre mi.

Observé la cama vacía, él tenía toda la cama libre, pero el lugar más cómodo que escogió para dormir fue sobre mí. Acaricié su lomo, y hundí mis dedos entre su pelaje. Su colita estaba enroscada a su cuerpecito.

¿Cómo puede caber tanta ternura en un ser tan pequeño?
Apenas tiene cuatro meses.

Miré una vez más hacia la cama vacía, Mena no estaba a mi lado, solo estaban las sábanas que usó, dobladas y apiladas en su lugar.

No sé qué hora es, tampoco en dónde podrá estar mi teléfono.

Abracé el cuerpo de Kokoro para sentarme en la cama, intenté hacerlo despacio para no despertarlo, pero fallé. Abrió sus lindos ojitos y acercó su carita a la mía donde repartió muchos besos por toda mi cara, a lo cuales no pude negarme.

Hoy es día de limpieza familiar en la casa, eso quiere decir que todos participamos en el aseo de la casa, ni siquiera Mena se salva. Visualicé mi teléfono en el escritorio de la computadora, colocándome los zapatos de la casa me levanté, con Kokoro aún en brazos, y lo tomé, en la pantalla marcaba las 09:23 de la mañana.

Es temprano.

Bueno, no tanto, pero es domingo.

Bajé a Kokoro de mis brazos, él salió corriendo de mi habitación por la puerta que estaba entreabierta y yo fuí directo al baño del pasillo, en el camino mi barriga gruñó en un claro recordatorio de: tenemos que desayunar.

Sonreí ante esa idea, a la que estoy totalmente de acuerdo, el desayuno es importante y nunca debe saltarse.

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17:39 pm

Llegaríamos tarde.

De eso no hay duda.

Ya deberíamos estar ahí.

La tan esperada cena de San Valentín, inicia a las seis de la tarde, pero nosotros aún estamos en casa. Mis padres ya estaban listos para salir, pero Mena y yo aún no. Después de realizar la limpieza de la casa, nos tomamos toda una hora para descansar, conversar y comer galletas de avena, reunidos en la mesa con sombrilla del patio.

Todo iba muy bien, hasta que casi se nos pasó la hora de almorzar, y de un momento a otro, las horas pasaron volando. Mena y yo tuvimos que correr a ducharnos, y apresurarnos a quitarle unas pequeñas arrugas, con la plancha de vapor, a los vestidos que compramos.

Ahora estoy en mi habitación sentada en un banco alto, frente a mí está Mena sentada en otro banco, ella quiso llevar ondas a la cena por lo que con la ayuda de la tenaza se los estoy haciendo, estoy dando lo mejor de mi para que queden perfectas.

Ambas estamos usando nuestros vestidos, y unas zapatillas de tacón alto adornan nuestros pies.

Recuerdo la primera vez que decidimos llevar zapatos altos a una cena donde se podía bailar, Káiser fue quien se había llevado la peor parte porque terminamos pisándolo, y no fue por no saber bailar, sino que todo fue por culpa de la cantidad de personas que no dudaban en empujar a otros para tener mejor espacio de lucirse con sus mejores pasos de baile.

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