BaekHyun
—... Y luego dijo: «No le vuelvas a pedir a BaekHyun que haga algo así nunca más, o te mataré a ti y a toda tu familia» —dijo MinSeok dramáticamente antes de darle un sorbo a su café de caramelo.
—¡Qué dices! —JunMyeon se inclinó hacia delante, boquiabierta—. ¡No me digas que dijo eso!
—No dijo eso. —Le lancé a MinSeok una mirada reprobatoria—. Deja de exagerar.
—¿Tú qué sabes? Estabas en el baño —dijo. Fruncí el ceño y añadió—: Vale, no utilizó exactamente esas palabras, al menos en ese momento, pero la idea global era esa. Aunque sí que amenazó a Yixing para que se alejara de ti. —MinSeok partió un trozo de su bizcocho de arándanos y se lo metió en la boca.
—Pobre Yixing. —La culpa me corroía mientras dibujaba garabatos sin sentido en la mesa. Como todos los jueves, había quedado con MinSeok, JunMyeon y KyungSoo en el Morning Roast para tomar un café, y MinSeok había relatado a los demás los sucesos del sábado en casa de Yixing con su particular exageración—. Ojalá no le hubiera metido en esto. Tantas horas de sesión, para nada.
Trabajaba con Yixing en la galería McCann, donde ocupaba el puesto de recepcionista desde hacía un año y medio. Mi padre nunca me dijo explícitamente que no quería que me dedicara a la fotografía, pero sí dejó claro que no me iba a pagar el equipo. Me pagó la matrícula y otros gastos del curso, pero cuando necesitaba nuevos objetivos, cámaras o trípodes, tenía que comprármelos yo.
Traté de no ofenderme con su silencioso menosprecio. Tenía suerte de haberme graduado sin haber tenido que pedir ni un préstamo, y no me importaba matarme a trabajar. El hecho de haberme comprado cada parte del equipo con mi propio dinero me hacía valorarlo aún más, y además me gustaba mi trabajo en McCann. Era una de las galerías más prestigiosas del noreste de la ciudad y me caían muy bien mis compañeros, aunque no estaba segura de que Yixing quisiera volver a hablarme después de lo que había hecho ChanYeol.
Todavía me hervía la sangre al recordar su actitud controladora.
No podía creer que hubiera tenido el descaro de aparecer allí y ponerse a darme órdenes así como así. Y amenazar a mi amigo. Y tratarme como si fuera... su sirviente o su empleado. Ni siquiera JongDae había llegado nunca tan lejos.
Apuñalé mi yogur con el cuchillo, furioso.
—Por lo que veo, me he perdido unos días interesantes —suspiró KyungSoo—. Solo pasan cosas divertidas cuando no estoy.
KyungSoo había tenido que ir a un evento del consulado de Nueva York en Eldorra, ya que era la príncipe de Eldorra.
Eso es. Palabra de honor, era un príncipe de verdad, segunda en la línea de sucesión de un país de Europa pequeño pero muy rico. Incluso tenía aspecto de príncipe. Cabello pelinegro, ojos oscuros y una complexión elegante que le hacía parecerse a Grace Kelly.
Yo no sabía quién era KyungSoo hasta que a MinSeok, a JunMyeon y a mí nos tocó compartir habitación con él el primer año de carrera. Además, esperaba que una príncipe tuviera una habitación para él solo.
Pero eso era lo mejor de KyungSoo. A pesar de haberse criado entre algodones, era una de las personas con la cabeza mejor amueblada que conocía. Nunca se aprovechaba de su posición e insistía en vivir como una universitaria normal y corriente siempre que podía. En ese sentido, Thayer le venía muy bien. Gracias a su cercanía a Washington y a sus programas de política internacional, el campus estaba lleno de hijos de políticos y de realeza de muchos países. Un par de semanas antes había escuchado al hijo del presidente de la Cámara de los Comunes y al príncipe de la corona de una potencia petrolera discutir sobre videojuegos.