ChanYeol
—¿Dónde está? —Agarré a Nayeon del cuello, resistiendo el impulso de retorcerlo hasta que su cara de engreída desapareció.
Nunca había levantado la mano a ninguna mujer fuera de la cama (y dentro solo con consentimiento), pero estaba a punto de perder los nervios.
Después de ver el vídeo de Nayeon empujando a BaekHyun a la piscina, que reconocí de inmediato como la piscina de la mansión de los Im, me salté todos los límites de velocidad hasta llegar allí. Cuando lo hice, la fiesta había terminado y solo quedaban algunos rezagados. Me topé con Nayeon en la cocina riéndose junto a sus secuaces, pero no hizo falta más que una mirada feroz para que se apartara y me siguiera hasta el vestíbulo.
—¿Por qué no me aprietas un poco más? —susurró—. Lo estás deseando.
—No he venido aquí a jugar a tus jueguecitos. —Se me estaba empezando a agotar la paciencia—. Contesta a la pregunta o acabaré con Industrias Im.
—No tienes tanto poder.
—No me subestimes, cielo. —No iba con cariño—. Que hayamos follado unas cuantas veces no significa que conozcas mis cartas. Así que a menos que quieras explicarle a tu papá por qué los reguladores están con el agua al cuello y las preciosas acciones de su empresa se están desplomando, te aconsejo que me contestes. Ahora mismo.
Nayeon apretó los labios.
—Su amiga la sacó de la piscina, y luego se marcharon —dijo de pronto—. ¿Cómo iba a saber yo que no sabía nadar?
Apreté la mano e hice un gesto de desdén cuando vi el deseo en sus ojos.
—Más te vale que esté bien, o la quiebra de Industrias Im será la última de tus preocupaciones —susurré—. No intentes contactarme o acercarte a mí nunca más. ¿Entendido?
Nayeon alzó la barbilla, desafiante.
—¿Me-has-entendido? —Le presioné la blanda carne del cuello con el pulgar, con fuerza suficiente para amenazarla sin hacerle daño.
—Sí —dijo medio ahogada, con la voz llena de rencor.
—Bien. —La solté y me fui a paso calmado, aunque solo tenía ganas de correr hasta casa de BaekHyun para asegurarme de que estaba bien. No había contestado a mis llamadas ni a mis mensajes, y aunque entendía el motivo, me ponía nervioso.
—¿Merece tanto la pena? —preguntó Nayeon a mi espalda.
No me molesté en contestarla.
Sí.
Llegué al coche, pisé el acelerador a fondo y por poco atropello a un grupo de borrachos. Me aferré al volante con fuerza mientras imaginaba cómo debió de haberse sentido BaekHyun al caer en la piscina, o cómo debía de estar en ese momento.
Un amasijo de preocupación y furia me sacudió el estómago. A la mierda lo que le había dicho a Nayeon. Ya había puesto el punto de mira en su familia, y no pararía hasta que Industrias Im no fueran más que una nota al pie de página en la historia.
Llegué a casa de BaekHyun justo a tiempo de ver salir a JunMyeon. Paré el motor y alcancé la puerta en unas pocas zancadas.
—¿Cómo está? —pregunté.
JunMyeon tenía cara de preocupación.
—Podría estar peor, dadas las circunstancias. Yo había ido a por unas copas cuando ella se metió en la sala de la piscina... —Se mordió el labio inferior—. En fin, que volví cuando esa mujer ya la había empujado a la piscina. Lo saqué antes de que se desmayara, pero aún sigue temblando. MinSeok todavía no ha llegado, y quería quedarme con él, pero ha dicho que se iba a dormir y me ha insistido para que me fuera. —JunMyeon frunció el ceño—. Deberías echarle un ojo. Por si acaso.