BaekHyun
La hora siguiente pasó como un borrón. Llegó la policía y la ambulancia y me acribillaron a preguntas, chequeos médicos y caras de preocupación. Les di lo que querían en respuestas monocordes y robóticas.
Cuando terminaron, solo quería arrastrarme a la cama y no salir nunca más, eso si es que lograba moverme.
—¿BaekHyun? —KyungSoo me puso la mano en el brazo con cuidado—. La policía dice que nos podemos ir. JongIn nos lleva a casa.
El enorme guardaespaldas rondaba tan cerca que estaba prácticamente encima de nosotros, pero había sustituido su habitual máscara estoica por una expresión de pura ira.
No lo culpaba. Nos habíamos metido nosotros solos en aquel lío.
La noche anterior, KyungSoo y yo habíamos ido a un concierto en Washington de uno de nuestros grupos favoritos. Los grupos indies no siempre visitan la ciudad, y cuando lo hacían, aprovechábamos. Aunque esta vez... JongIn le había prohibido rotundamente a KyungSoo que fuera porque no era seguro, y en lugar de ponerse a discutir con él (lo cual todos sabíamos que era inútil), KyungSoo se escapó en mitad de la noche. Todo estaba yendo según nuestro plan hasta que el psicópata militar vestido de camuflaje nos abordó en la calle a la salida del concierto y nos metió a la fuerza dentro de su furgoneta. Pasó tan rápido que no tuvimos tiempo ni de gritar. Nos resistimos como pudimos, y gracias a mis nociones de defensa personal le pude dar unos cuantos golpes, pero al final nos dejó inconscientes. Cuando nos despertamos, ya estábamos en Filadelfia.
Un escalofrío me recorrió la espalda. Nuestro secuestrador debía de haber estado siguiéndonos quién sabe por cuánto tiempo antes de cogernos, lo cual me daba más miedo aún que el propio secuestro.
—¿Estás listo? —A pesar de su tono calmado, detecté un ligero temblor en los hombros de KyungSoo, y sospeché que era la razón por la que JongIn aún no nos había dirigido la palabra. De hecho, solo había dicho que nos había encontrado gracias a un chip que había puesto en el teléfono de KyungSoo y que activó al ver que no estaba en su cuarto esa mañana. Que KyungSoo no dijera ni pío sobre el hecho de que él lo hubiera estado controlando en secreto confirmaba lo mucho que la habíamos cagado.
Posé la mirada en ChanYeol, que parecía bastante sereno para alguien que acababa de disparar a su tío, matar a nuestro secuestrador y estar al borde de la muerte.
Hablaba con el agente de policía sin un solo signo de inquietud en su rostro.
No eras más que un medio para llegar al final de mi plan.
—Un momento —dije. Mi voz sonó extraña en mis oídos. Débil y vacía, casi sin vida—. Tengo que hablar con él.
KyungSoo y JongIn intercambiaron una mirada, y su preocupación común por mí aplacó su hostilidad.
—BaekHyun, no creo que sea una buena idea...
Lo ignoré. Me levanté, lo rodeé y me dirigí hacia ChanYeol, envuelto en la manta que los médicos de la ambulancia me habían dado.
Un pie detrás de otro.
Todo el día había sido surrealista. Me parecía un nuevo tipo de pesadilla de la que podría despertarme en cualquier momento, pero de la que aún no había despertado. Incluso mientras le contaba a la policía lo que había ocurrido, me parecía estar contando una película, no mi vida real.
La historia había salido a la luz a través de fragmentos y medias verdades. Le conté a la policía que el tío de ChanYeol había contratado a alguien para que nos secuestrara porque ChanYeol le había destronado como director ejecutivo, pero no mencioné la retorcida historia familiar. No era cosa mía contarla. Podía decir con honestidad que no sabía lo que había pasado después de que KyungSoo y yo saliéramos de la sala: cómo el tío de ChanYeol había acabado con seis balas en el cuerpo o cómo el secuestrador, según un agente con aspecto de haberse mareado, tenía más agujeros en el cuerpo que una calabaza de Halloween. Técnicamente yo no lo sabía, pero tampoco hacía falta ser un genio para darse cuenta de lo que había ocurrido.